En este escenario, la economía mundial
necesita de gestión económica efectiva donde se combine la acción de las
instituciones financieras internacionales y de las autoridades
monetarias locales. En lugar de ello, cada día se reconfigura el rol de
los bancos centrales y el papel preponderante de sus profesionales se
limita y desplaza por la toma de decisiones discrecionales que coartan
la autonomía e independencia de estas instituciones.
Así,
estamos ante la definición de nuevos bancos centrales como consecuencia
del desplazamiento del trabajo técnico y profesional para la gestión
monetaria y financiera. En su lugar, se privilegian las órdenes
ejecutivas que pretenden atender los desequilibrios del mercado y solo
logran incrementar la incertidumbre acerca del rumbo de la economía.
Ejemplo
de ello son: 1) la decisión del gobierno de Turquía de despedir al jefe
del banco central porque se negó a recortar las tasas de interés; 2) la
reciente renuncia del ministro de Finanzas de México alegando la toma
de decisiones no informadas y especulativas por parte del presidente de
la República; 3) las sucesivas renuncias de gobernadores del Banco de la
Reserva de India, tres en los últimos tres años, luego de advertir
sobre el impacto de las presiones gubernamentales sobre la independencia
y el funcionamiento del instituto emisor; 4) el descontento del
gobierno estadounidense acerca de la posición de las autoridades del
Sistema de la Reserva Federal, quienes están a favor de mantener las
tasas de interés altas; y 5) la disposición del gobierno italiano para
avanzar hacia nueva legislación que le permita mayor poder al momento de
nombrar a los miembros del Banco de Italia.
En
cada uno de los casos la queja del gobierno es que el banco central es
demasiado independiente y, por ello, toma decisiones que socavan la
economía. Entre las excusas destacan: a) que las tasas de interés
causan, en lugar de combatir, la inflación; b) que los bancos centrales
condicionan el trabajo diario de los gobernantes, principalmente cuando
se cuenta con funcionarios eficientes y capaces dentro de las funciones
de supervisión a instituciones e individuos del sistema financiero; y c)
el enojo y la indignación porque los bancos centrales no se enfocan en
los niveles de popularidad del gobierno o en el tiempo restante para la
próxima elección.
Para evitar el caos
monetario que este tipo de quejas produce, es necesario recordar que
solo cuando los bancos centrales están protegidos de cualquier
interferencia política sus acciones protegen la salud a largo plazo del
país, y no la de un gobierno en particular. La ola de políticas
populistas que hoy intenta desplazar a los expertos en economía de cada
banco central, condiciona la influencia de los entes emisores en la
actividad económica. Es momento de abogar por mayor independencia y
autonomía de los bancos centrales, así como por personas capaces y
competentes en su dirección, como requisitos fundamentales para
enfrentar las perspectivas de crisis que se tienen en el horizonte.
@ajhurtadob