El liberalismo y sus defensores por Ricardo Gil Otaiza
Con su más reciente libro de no ficción, titulado: La llamada de la tribu
(Debolsillo, 2019), Mario Vargas Llosa sacude las conciencias de los
estadistas de Occidente, al lograr la difícil empresa de concatenar el
pensamiento de siete figuras claves del denominado liberalismo, doctrina
asociada a los gobiernos democráticos del orbe, que buscan a toda costa
la defensa de la libertad individual. Esas figuras son: Adam Smith
(1723-1790), José Ortega y Gasset (1883-1955), Friedrich August von
Hayek (1899-1992), Sir Karl Popper (1902-1994), Raymond Aron
(1905-1983), Sir Isaiah Berlin (1909-1997) y Jean François Revel
(1924-2006).
Logra Vargas Llosa una lectura profunda
de la vida y de la obra de estos pensadores, que le dieron sustento a
su vacío ideológico una vez producido su dramático desencanto (a finales
de los años sesenta) con la revolución cubana, y que halló su más clara
expresión y ruptura en 1970, a raíz del muy sonado caso del poeta
Heberto Padilla, quien por criticar la política cultural del gobierno de
la isla, fue atacado ferozmente desde la prensa oficial y luego
encarcelado en condiciones infames.
La llamada de la tribu
es un ensayo mayor del Nobel peruano, quien desde su juventud se hizo
lector de las figuras hoy retomadas, y ya en su madurez intelectual
transforma todos estos esfuerzos en siete sólidos textos, perfectamente
imbricados, que no ha dudado en calificar como autobiográficos, ya que
han sido estos autores quienes lo han acompañado durante buena parte de
su existencia, en la comprensión de la evolución que se ha dado en la
doctrina del liberalismo, que permite sortear, siempre en libertad, las
vicisitudes propias de aquellas naciones que anhelan verdadero progreso
para sus ciudadanos.
Como se advierte en la
lectura, el título de la obra deviene de “la idea de que en el pasado
existió una sociedad homogénea donde todos se entendían, que es una
falacia, jamás existió eso”, nos acota el autor. Esa noción, por cierto,
busca desde siempre disolver las fronteras del individuo, para llevarlo
a una condición arcaica, en la que gobiernos autoritarios y represivos
buscan a toda costa anular las diferencias de cada persona: sus
capacidades, sus talentos, su pensamiento, su inventiva y sus derechos.
Es decir, regímenes a los cuales solo les interesa la desaparición de la
persona y su inmersión en ese magma primigenio que es la tribu, en la
que nadie piensa ni actúa por sí mismo, y todo se supedita a la voz de
un jefe.
Fue descomunal y titánico el trabajo
de Vargas Llosa para este libro, ya que los autores seleccionados, si
bien llegaron a ese mar definitivo que es el liberalismo, sus vidas y
sus obras (complejas a más no poder), muchas veces se antagonizan,
aunque hay en todos ellos un punto en común: la moral pública, que solo
es posible en sociedades democráticas y liberales, que reconocen y
enmiendan sus errores, que no preconizan jamás el liberalismo como
dogma, porque éste exige una fe ciega que anula la libertad.
Siempre
he afirmado en mis cursos de escritura creativa, que los ensayos no
concluyen, sino que se abandonan, pero en este caso siento que al libro
le faltó el necesario cierre (no conclusivo, claro está), que amalgamase
en pocos párrafos lo alcanzado a todo lo largo de su denso recorrido
por el vasto mundo de las ideas liberales, y su peso e importancia en el
mundo contemporáneo. En todo caso, el introito es explícito, y le
corresponde al lector sacar sus propias cuentas acerca de lo leído, y
tomar posición frente a su realidad.