Según criterios quizá amañados, se
pretenda inculcar en la población ingenua la falacia de que las sanciones EUU
constituyen un asedio a la nación, generando una inflación estructural, el
desabastecimiento, que conlleva el uso ilegal del dólar en transacciones
internas a fin de compensar la volatilidad de los precios y que se convierte,
además, en parte de herramienta subversiva de nuestra economía, aún cuando el
TSJ ha sentenciado desde octubre la validez del pago en divisa por algunos
bienes y servicios; incluso, honorarios y hasta en el ajuste de la tasa de
interés para la cartera de créditos comerciales anclado en las variaciones del
tipo de cambio oficial para la banca; asimismo, el dislate de Maduro al
aseverar, públicamente, que en Venezuela se ha producido una “dolarización por
la vía de facto”, que para los entendidos se trata de una “masificación confusa
del uso de divisas” ante la “ineptitud del régimen” por dar una respuesta al drama
socioeconómico que ha generado mediante sus políticas económicas desfasadas
que, entre otras, deslieron el bolívar y se extrapolaron hacia un paro
estructural en virtud de la gestión anodina en la industria petrolera, nuestra
fuente básica de ingresos que ahora se pretende sustituir por la ejecución del
proyecto AMO y operaciones por un medio de canje, una bitcoin denominada
“Petro”, inexistente, económicamente. Ínterin, ante la depreciación del
Bolívar, los inversionistas acuden por
el uso de alternativas que funcionan a manera de multijugador masivo en línea
con el que se producen monedas de oro y/o de cristal virtuales, según “THE
ECONOMIST”; otros, quienes solo poseen bolívares, reciben ayuda de parientes emigrados
o cobran en divisa por trabajos puntuales en la economía informal.