@bdjab
Transcurren
los últimos días del año 2019, un año marcado por el acontecer político
nacional y el anhelado cambio que permita el desarrollo de la República. Ya al
cierre, la ciudadanía quiere retomar fuerza, se deslinda del asunto político y
desde su espacio como individuo y a pesar de la clase política, se plantea
vivir su navidad.
Esta
cotidianidad contrasta con la realidad de las distintas regiones, sin embargo,
es totalmente humano tener esperanza en que los tiempos por venir son mejores.
Y con tanta lucha y sacrificio vale la pena premiarse por el esfuerzo de todo
un año.
A la clase
política al cierre, le queda recoger los pedazos de la inacción, la
cohabitación y el descredito por la desconfianza obtenida de hechos de
discutida legalidad y debe pagar los costos de dilapidar una de las más
importantes gestas para la liberación y reconstrucción de la República.
A los liderazgos
emergentes al cierre, les queda rescatar la confianza de la ciudadanía en la
política, es un objetivo en el corto plazo, y el nuevo planteamiento y la ruta
a seguir, que requiere de decisiones, muchas de las cuales marcarán el rumbo de
la historia y que de no ser tomadas con la firmeza y la premura que requieren
han de significar un alto costo para la reconstrucción de República.
El
país en el que vivimos tiene todo para salir adelante, quien tenga la oportunidad
de viajar a donde sea que se traslade en el territorio nacional ha de
encontrarse con la riqueza de este gran territorio, sus tierras, sus paisajes,
su potencial turístico, su potencial agrícola, sus recursos naturales, su
gastronomía y su gente.
Un país
que dio por sentado su prosperidad en base a esa riqueza tangible. Riqueza que
se ve oscurecida por la realidad que hoy sufren las regiones, realidad que
tiene su origen en malas decisiones.
Ante
la ausencia del Estado y la omisión del ejercicio de la soberanía se tiene en
disputa su territorio con diversas organizaciones criminales que ejercen el
poder, controlan y se reparten el botín. Creando inseguridad personal y
jurídica, deteriorando su infraestructura, destruyendo los servicios,
fomentando la corrupción y el crimen organizado.
A
pesar de todo esto, el país está ahí, latente, con un potencial enorme, con
disposición a ser el primer país de Latinoamérica, está en cada empresario que apuesta,
en la innovación, en los jóvenes; en cada Venezolano que sabe que éste país
tiene todo menos políticos y líderes decididos a convertirlo en lo que el
Venezolano de bien aspira, ese que busca sobremanera avanzar. Al liderazgo
emergente no se le debe olvidar, el país está ahí. Una ciudadanía que espera,
que no se rinde, que lucha día a día.