Twitter: @perezlopresti El hecho de que existan individualidades que se opongan en forma tajante “al sistema” forma parte de los elementos de cualquier sociedad. Es natural que haya personas que manifiesten su contrariedad por la forma como se conducen las dinámicas grupales. El arte, por ejemplo, suele surgir como elemento que contraviene el sistema de creencias de los distintos conglomerados. Sería muy poco lo que hubiese cambiado la historia de la civilización si no fuese porque individualidades o grupos no estuviesen permanentemente señalando aquellas cosas que incluso no queremos escuchar. Gracias a estas formas de interpretar la realidad y de percibir el entorno es que se inducen cambios, como el derecho al sufragio universal o los derechos sexuales y humanos, en general. Esto no tiene nada de especial, al punto de que, con frecuencia, los movimientos que inicialmente son percibidos como contraculturales terminan por ser parte de la sociedad en términos de integración a la misma. Los movimientos “contra” o de vanguardia, acaban por formar parte de lo socialmente aceptable, se academizan y se normalizan con el paso del tiempo. Bajo esa premisa, pudiésemos decir que existen propuestas vitalistas, que enaltecen lo humano y lejos de ser revanchistas u oportunistas, favorecen al desarrollo. En este sentido, existe una contracultura positiva que finalmente se vuelve adaptativa. De manera antagónica, existen movimientos claramente signados por el odio, la muerte, el deseo de venganza y la anulación del otro, que lejos de formar un aporte se vuelven taras civilizatorias con las que hay que lidiar. Son capaces de invalidar generaciones enteras y la búsqueda de un fin último de carácter maligno se convierte en una clara amenaza para la mesura y el alcance de logros. ¿Cómo distinguir unos de otros? Es una interrogante difícil de resolver, toda vez que hay claros ejemplos de movimientos contraculturales que acecharon la paz humana y terminaron por generar paz y conciencia de los problemas que se planteaban. De igual manera han aparecido formas de lucha que se mostraban benéficas (casi beatíficas) que escondían el espíritu de los lobos con piel de ovejas. De ahí que debe existir un mínimo de sentido común en los grupos que les permita hacer el discernimiento de rigor y separar la paja del trigo.
|