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ELEAZAR ONTIVEROS PAOLINI

Razones y pasiones

Más allá de lo electoral por Eleazar Ontiveros Paolini



Razones y pasiones

Más allá de lo electoral por Eleazar Ontiveros Paolini


En muchas de las columnas que escribimos desde 1999, hemos sostenido con reiteración, que la oposición nunca tomó en serio el hecho de que el proyecto revolucionario chavista tenía una sustentación ideológica que explicaba, si se daba un análisis riguroso, las conductas a veces inconcebibles, consideradas producto de una supuesta brutalidad, de los dueños del régimen. Por tales razones, y todavía se peca de ello, no se adentró nunca en demostrar la pueblo, con diafanidad, lo que estaba en juego, basado todo en la contraposición dicotómica de las ideas básicas del socialismo y la democracia.


Por lo anterior, considerando que el régimen no se debilita como muchos pasmados en la espera del maná salvador lo dicen, nos atrevemos a poner en las manos de nuestros lectores algunas preguntas para que en forma directa puedan  responderlas, o como también sucede con legitimidad intelectual, determinen la formulación de  nuevas preguntas. Aclaro que se trata de elementos que pueden tener algún valor analítico.


¿Es o no necesaria la libertad individual y el juego democrático, el mercado manejado éticamente y el estado de derecho, para que el hombre pueda poseer una conciencia activa  que le permita influir decisivamente en los procesos económicos? ¿Existirá alguna verdad incontrovertible que pueda prevenir de una postura ideológica determinada? ¿Será absurda la consideración de que lo único absoluto es Dios, quien subsiste a plenitud  sin ninguna relación de dependencia, y que tal privilegio no puede ser alcanzado por los hombres, tengan el poder que tengan? ¿Será verdad que la democracia en lo filosófico está dada por la libertad de razonar,  el arte de poner en juego la inspiración   sin trabas ni dictámenes doctrinarios y en lo político por la igualdad de los derechos ante la ley?  ¿Será cierta la afirmación de que el mesianismo, el paternalismo y las dádivas que de ellos surgen, reduce en los hombres su condición de sujetos, al quitarles la capacidad de inventiva? ¿Será verdad que basta la oferta para satisfacer la demanda? ¿Será suficiente que el hombre capte la realidad para transformarla o que no sea posible porque existe un todo conformado por la realidad, el instrumental cognitivo y la moral? ¿La historia nos enseña o no que intentos de imponer la “propiedad colectiva” han conducido a la pobreza? ¿Es o no la escasez relativa la que determina el valor de cambio de un bien  y no la cantidad de trabajo y esfuerzo que requirió su logro? ¿El colectivismo forzoso ha tenido algún tipo de éxito  en los regímenes que lo han pretendido? ¿Será verdad que el trabajo es la única referencia para el establecimiento del valor de las mercancías? ¿Será mentira que el factor más importante para la existencia humana, además de la libertad, es la propiedad privada? ¿Será posible que con la posesión por parte del Estado de los medios de producción, el “poder del proletariado” y la eliminación de la propiedad privada, se pueda construir una sociedad  donde no habrá hombres egoístas? ¿Podrá el valor trabajo transformarse en precios?  ¿Será incierto que el desarrollo requiera de la generación de empresas  que tengan rentabilidad, productividad creciente, necesidad de competir y de acumular capital? ¿Será, como lo dice el realismo constructivo, que la solución de los problemas comunes está en lograr que todas las instituciones tengan un diseño deliberado? ¿Podrá un hombre u organización política  construir, organizar y fijar perfiles de una sociedad en función de las exclusivas ideas de eficiencia, eficacia y liderazgo? ¿De optarse por una economía liberal, de mercado, sostenida por una moral que neutralice desigualdades, injusticias  e inestabilidad, será que se puede alcanzar una sociedad justa, rica y justa? ¿Es aceptable  o no decir que para que haya libertad tiene que haber propiedad, máxime cuando estas resultan del trabajo humano? ¿Se equivocaba el propio Marx cuando sostuvo que “la propiedad individual bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo, es para el hombre base de la libertad? ¿Es aceptable que se establezca un determinismo mecánico entre la ideología de un  gobierno y la educación? ¿Podemos aceptar que los derechos humanos no son naturales  a la persona, pues los mismos emanan del Estado? ¿Se puede aceptar que la soberanía del             Estado es tan prominente que no puede limitarse ni nacional ni internacionalmente? ¿No es válido pensar que el valor de una mercancía es determinado por la creatividad del empresario o del presidente de la cooperativa, y que parte de la plusvalía va a menos del obrero? ¿Será que el valor de un bien no depende del trabajo que contiene, sino del tamaño de la necesidad que satisface? ¿No será que depende de la valoración que de cada bien, manufactura o alimento hagan los consumidores? ¿Será aceptable, como pregona la revolución, que un barrendero – sin menospreciar su condición – gane igual o más que un profesor, ya que si no se recoge la basura este no puede dar clase? ¿Alguien puede pensar que el ciclo del capitalismo ya se esfumó y por tal debe seguir inevitablemente el socialismo, a lo que nadie se puede oponer pues será arrastrado por las fuerzas de la historia? ¿Si el capitalismo sucumbe como resultado de la evolución y su lugar es tomado por el socialismo, porque imponer pedazos de este si todo se dará espontáneamente? ¿Podemos prescindir del valor de cambio porque el socialismo llevará a la desaparición definitiva de la escasez? ¿No es la escasez una noción relativa que nada tienen que ver con el tamaño de la oferta, sino de la interacción entre esta y la demanda?