¿Por qué se masifica el uso de divisas? por Luis Vicente León
LUIS VICENTE LEÓN
La masificación del uso de divisas en Venezuela es un fenómeno imparable
y muy difícil de revertir, sin que se produzcan cambios en el modelo
político y económico del país y se recupere la confianza en las
autoridades monetarias. La razón es obvia: el bolívar perdió casi todas
las funciones básicas de una moneda oficial: 1) Intercambio: la gente no
lo quiere para vender sus productos ni remunerar sus servicios, pues su
capacidad de ser reutilizada está comprometida, 2) Reserva de valor:
ahorrar en bolívares es una torpeza financiera monumental, pues esa
moneda pierde su capacidad de compra rápidamente, a ritmos tan rápidos
que se convierte en una especie de panela de hielo que debe ser usada
rápidamente antes de que se derrita. Imaginarse que un tenedor de
capital excedentario colocará su patrimonio en bolívares en la banca
local es simplemente ridículo y demostraría una ignorancia supina y 3)
Mecanismo de Cuenta: no es posible entender el valor de las cosas, ni
registrar la evolución de los negocios en esa moneda. Es tan dramático
el problema del bolívar como mecanismo de cuenta que no es posible
incluso realizar un Estado de Ganancias y Pérdidas o un reporte de
ventas histórico en el que se sumen los ingresos de dos meses distintos
(por no decir dos semanas), pues estaríamos sumando peras con manzanas,
pues el valor real de la moneda en esos dos períodos sería totalmente
distinta.
Esto obliga a la población a buscar alternativas como
divisas (dólares, euros, pesos, rezles) y oro para transacciones,
ahorro, inversión y cuentas, mientras que el gobierno trata, con ahínco
pero sin mucho éxito, de sustituir el bolívar por los petros, con la
dificultad que representa la falta de confianza en su capacidad para
garantizar el valor de esa moneda o de cumplir su promesa de anclaje de
valor de esa moneda virtual con el precio internacional del petróleo.
Alrededor
de 38% de la población venezolana tiene o recibe divisas directamente
de sus fuentes generadoras, vinculadas a las remesas de familiares en el
exterior, repatriaciones de ahorro de venezolanos que viven en
Venezuela pero con sus ahorros externos, compensaciones salariales de
empresas transnacionales e incluso locales que requieren retener su
personal, exportaciones no tradicionales (que incluyen las exportaciones
de ron, cacao, cangrejos, camarones, entre otros), contrabando de
frontera, minería, narcotráfico (este último difícil de proyectar) y
narcolavado, en un país que ha masificado el uso del dólar en efectivo y
se convierte en un paraíso para transacciones que pueden aparentar
normalidad.
Pero el efecto cascada, producido por los
pagos de servicios y bienes en moneda extranjera por parte de los
receptores o tenedores primarios de las divisas a personas que no tienen
acceso directo, eleva el número de la población con tenencia de divisas
a cifras cercanas a la mitad de la población y en pleno crecimiento. Se
utilizan hoy divisas en un porcentaje superior al 55% de las
transacciones (aumenta contra el número de personas con acceso pues los
grandes consumidores compran en divisas) y se espera que ese número
supere el 70% este año. La penetración es más elevada aún en la economía
privada que en la pública, donde todavía se realizan grandes
transacciones en bolívares y petros. Tener o no divisas no divide a la
población entre ricos y pobres. Eso depende de la cantidad de recursos
que cada persona tenga y las diferencias son monumentales, aclarando que
incluso una parte de la población más pobre suele ya tener algo de
divisas en efectivo para facilitar sus transacciones. Pero tener o no
divisas si define la independencia o no al control social por subsidios.