Tuve la osadía de publicar poesía. Cuando tuve listos los poemas que se transformaron luego en el libro Corriente profunda,
me arroparon las dudas acerca de su calidad y se los di a leer a mi
hermano Alberto Jiménez Ure, quien luego de tenerlos varias semanas en
su poder me alentó a publicarlos. Él reconoce en estos poemas vetas
filosóficas, como en mis narraciones breves Juan Liscano hace lo propio
con el carácter metafísico. Tiempo después compilé otros poemas a los
que titulé Manual del vencedor, que siguen más o menos el
derrotero del poemario anterior. Para mi sorpresa muchos de esos textos
poéticos fueron incluidos en antologías y una vez pude ver a uno de mis
poemas convertido en un gran afiche en una tienda de fotocopiado (aunque
sin mi firma). Asistí a varias lecturas de poemas (recitales poéticos) y
en una de ellas me percaté (al escucharme en voz alta frente a un
micrófono) del carácter erótico de varios de los textos, y no sin cierto
rubor se lo confesé a un público que tomó mi ocurrencia como un chiste
para distender el acto, y a la hora del brindis se me acercaron varias
personas para felicitar mi declaración.
Desde la pasión lectora
Soy
crítico y tengo abundante obra al respecto, pero mi misión no ha sido
la de elevar a nadie a la cima, ni la de hundir a nadie en el
ostracismo; ha sido a las claras el fomento de las letras y en general
de la cultura. En lo particular mis textos críticos son honestos, jamás
perversos, o loas sin asidero en la realidad. Mi postura ha sido siempre
hablar de una obra que he leído y analizado de comienzo a fin, y no
como algunos que se contentan con leer tan solo el prólogo y la
contraportada de un libro, y luego se sienten con autoridad moral para
reseñarlo y criticarlo. Pocas veces mis textos críticos han sido
incisivos y hasta “crueles”, pero esos pocos casos respondieron a mi
repudio a una literatura oportunista, amarillista, que busca sacar
provecho (y lo ha conseguido) al dolor humano y a hechos de sangre.
Generalmente escribo desde la pasión lectora y del goce estético de una
obra. Como se supondrá, toda esta actividad me ha ganado grandes amigos,
pero también profundos odios y animadversiones. ¡Qué le vamos a hacer!
Las dos caras de una misma moneda.
Que viva la palabra y el libro No
puedo imaginar mi vida sin la actividad literaria (lectura y
escritura). Son tantos años en esto, que es como otra piel. La palabra
escrita me marcó al extremo de dividirme en un antes y en un después. La
lectura y la escritura me cambiaron para marcar mis genes, para
convertirme en un feliz y dichoso poseso del texto escrito. Tan profunda
ha sido la impronta de las letras en mi recorrido vital, que me siento
un vicioso de las letras. Todo mi mundo gira alrededor de libros y de
autores, y eso impregna mi cotidianidad, mi pensamiento y mi
conversación. He sido tan insistente, que a veces me he sentido un
fastidioso, sobre todo con mi familia, que ha tenido mucha paciencia con
un hijo, un esposo y un padre que solo ve a través del crisol de las
páginas impresas. La literatura me ha salvado de mis depresiones y ha
sido un extraordinario complemento en mi realidad. Para decirlo de
manera pomposa: la literatura me dio completitud frente a las
debilidades y falencias del mundo real. Terminaré mis días por estos
mismos derroteros, y ya se encargarán otros de reivindicar mis afanes
librescos, o de tirarlos por la borda. Pero ya no seré yo, y no estaré
consciente de ello. Por ahora, que viva la palabra y el libro.