Mérida, Mayo Sábado 24, 2025, 09:14 am
A la
hora de pensar en cambiar un televisor, el consumidor se sumerge en un
mar de dudas. Y no ayuda a esa misión el baile de siglas y distintas
tecnologías que se han venido incorporando al sector en los últimos
años. La verdad es que los usuarios, cuando se acercan a las tiendas a
preguntar, se topan con un sinfín de propuestas. Aquellos que desconocen
el mercado pueden quedarse absortos de tanto nombre técnico. Que si OLED, QLED. ¿4K? ¿Qué es eso de HDR? Uno
de los aspectos a los que más interés hay que darle es a la tecnología
de la pantalla. Más que nada porque es uno de los elementos más
importantes para transmitir la información de la señal recibida. Y aquí es donde todo se complica.
Cuando vas a la tienda todo son promesas, imágenes espectaculares que
entran por los ojos. Pero existen una serie de innovaciones que hay que
tener presente. Una de ellas tiene que ver con los paneles de tipo OLED. Son paneles orgánicos. Los fabrican marcas como LG, Sony o Panasonic.
Consiguen negros profundos y colores muy intensos, pero existen algunas
dudas sobre su durabilidad y tienen en ocasiones unos niveles de brillo
inferiores. Pueden fabricarse muy delgados, lo que le dan un toque
minimalista y elegante en los hogares. Están
compuestos por una serie de diodos orgánicos que cuando pretenden
mostrar los negros de las imágenes simplemente se apagan y no reducen su
iluminación como es en el caso de las pantallas LCD LED tradicionales.
El panel se distribuye por celdas capaces de iluminarse por sí mismas a diferencia de los LED que requieren de una fuente adicional.
Así se logran los negros tan profundos. Además, su complejo proceso de
fabricación eleva ostensiblemente el precio, aunque dado que cada vez
más marcas han creado modelos con esta tecnología se han podido hacer
más accesibles. Es decir, los paneles OLED son capaces de encender y
apagar los píxeles de manera individual, mientras que los LCD-LED
cuentan con un sistema de retroiluminación basada en luces LED. Otra
alternativa se encuentra en QLED, que una tecnología propietaria de
Samsung para intentar ofrecer las prestaciones de los paneles OLED con
la solvencia de los tradicionales LED. La firma surcoreana tiene muchos
modelos al respecto de grandes tamaños. Esta tecnología utiliza los
llamados puntos cuánticos («quantum dots», de ahí el nombre). Al igual que los LCD LED
requieren de una fuente de iluminación externa pero cada píxel se
pueden iluminar de manera individual, calibrando así la intensidad del
contraste y ofreciendo unos negros bastante profundos. Los
paneles de tipo LED, que se pueden encontrar numerosos modelos y muy
asequibles, están formados por píxeles en color o monocromos colocados
sobre una fuente de luz, que permiten iluminar y reproducir los
diferentes colores de la imagen en el momento de la proyección. Cada píxel individual se divide en tres células (llamadas subpíxeles) de tres colores (rojo, verde y azul),
respectivamente, por el aumento de los filtros. Cada subpíxel, a su
vez, se puede controlar de forma independiente con el fin de lograr
miles o millones de posibles colores para cada píxel. A su favor es su
gran extensión en el mercado, pero sin embargo, en formatos grandes
puede provocar pérdida de calidad de la imagen. El contraste es otra de
las desventajas. Además
del tipo de pantalla es conveniente fijarse en la resolución. De ello
depende, en parte, una buena reproducción de las imágenes. La mayoría de
los televisores son Full HD, lo que quiere decir que ofrece cerca de
1.920 píxeles horizontales y 1.080 verticales, proyectando sobre la
pantalla unos 2.073.600 puntos, una cifra que se obtiene por multiplicar
los puntos de un lado por el otro. Pero el resultado depende de dos
factores: el tamaño de pantalla y la señal emitida. Esa definición
requiere de más espacio para cubrir la superficie si se trata de una
pantalla de 47 pulgadas de diagonal y de una de 32 pulgadas. Si hay que cambiar a un televisor este año lo más probable es que se dé ya el salto al 4K o Ultra Alta Definición.
Es la resolución estandarizada y han empezado la desescalada de
precios, con lo que se pueden adquirir «smart TV» por menos de 500
euros. Lo que expresan estos números es que esta clase de pantallas se
mueven alrededor de los 4.000 píxeles (más o menos 3.840 x 2.160
píxeles). Es decir, muestra más contenido y detalles más nítidos.
Puestos a invertir en un nuevo producto lo lógico es optar por este tipo
de resoluciones que, además, se pueden encontrar precios equilibrados
en algunas marcas. En la actualidad, son pocas las emisiones de
canales lineales que emiten a esta calidad, aunque muchos servicios
digitales como Netflix o Amazon Prime Video soportan esta definición.
Además, gracias a algunos productos y reproductores como las consolas
Xbox One X o PlayStation 4 Pro, así como otros reproductores multimedia
como Apple TV o Amazon Fire TV se pueden alcanzar tales características,
pero dependerá, como es obvio, del contenido a reproducir. Sin embargo, ya existen los primeros modelos con resolución 8K
que, generalmente, están destinadas a televisores monstruosos. Este
año, que estaba prevista la convocatoria de Juegos Olímpicos, iba a
suponer el pistolazo de salida a estas resoluciones, que tendrán que
esperar. Así que la conclusión es que, ya puestos, mejor comprar un
producto 4K porque tendremos la garantía de tener un modelo preparado
para los próximos años aunque realmente ahora mismo no le saques mucho
partido a los contenidos que ves regularmente. Por
debajo hay otras múltiples tecnologías también encaminadas a mejorar la
experiencia de usuario. Una de las tendencias actuales es la tecnología
llamada HDR -Alto Rango Dinámico-, que ofrece un abanico más grande de
colores y grises, dándole una mayor espectacularidad y buscando un mayor
realismo, mejorando también los contrastes entre zonas claras y
oscuras. Las imágenes son más fieles a la realidad, con lo que se
observarán las películas de una manera fantástica. Hay varios
estándares, HDR10 y Dolby Vision, dependiendo de cada fabricante. El primero es el más compatible y abierto. Pero
también existen otras a tener en cuenta como Perfect Picture Engine,
Dolby Vision y Atmos y, por supuesto, Ambilight, un sistema de
iluminación trasera ideado por Philips que cambia de color con las
imágenes y que enmarca el televisor en un «aura» luminosa que realza todos los contenidos. Aunque
lo más importante de un televisor es la calidad de imagen, también se
puede tener en cuenta otros aspectos de su interior. La mayoría de
televisores de gamas media o alta disponen de una cierta «inteligencia».
Gracias a un software (escogido por cada marca) los usuarios pueden
acceder a unos u otros servicios digitales. Hay varios formatos en
función del sistema operativo, que se pueden reducir a tres: Android TV, WebOS y Tizen OS. Cada
cual dispone una serie de servicios diferenciales, pero en su mayoría
permiten que los usuarios se conecten a internet, compartan imágenes y
videos en pantalla grande, reproduzcan videos desde plataformas como
YouTube, accedan a ciertos servicios en «streaming» como Netflix, HBO o canales a la carta como Atresmedia Player o MiTele, así como determinadas propuestas de ocio. Aquí
influye la experiencia de uso que uno más desee. Por ejemplo, en el
caso de WebOS, que se puede encontrar en muchos modelos de LG, tiene una
navegación muy intuitiva que gana enteros incluso con el mando Magic
Remote, que funciona como un puntero. Dispone de la mayoría de
aplicaciones más extendidas, aunque no existe la disponibilidad de
Disney Plus, algo que sí cuenta con el apoyo de Samsung. La
compatibilidad de dispositivos móviles basados en iOS, el sistema
operativo de Apple, está más bien limitada, por lo que en su mayoría
funcionan mejor con Android. Cabe recordar que existen numerosos
aparatos, «dongles», «set top box» y reproductores multimedia tipo Apple TV, Roku TV, Amazon Fire TV o Google Chromecast que traen a la televisión las funciones propias de una «SmartTV». ABCTecnologías de los paneles: OLED vs QLED
Resolución: mejor irse a por el 4K
HDR o Alto Rango Dinámico
La «inteligencia» es también importante