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Recta final de Diarios, 2019 por Ricardo Gil Otaiza

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Ricardo Gil Otaiza


27 de octubre
Leo algunos cuentos de Jorge Luis Borges. Siempre es grato (y retador) acercarse al gran maestro argentino. Estilo, precisión, belleza y perfección son claves en sus textos. Por cierto, tengo en casa tres versiones de sus Obras Completas y las que más aprecio por estar ligadas a mis afectos se corresponden a la edición de Emecé Argentina de 1974, que me obsequió mi esposa. No obstante, ya no son completas ya que a posteriori aparecieron nuevos textos del autor, pero (repito) son Obras que en los actuales momentos de mi vida cobran mayor valor sentimental. Es más, ese regalo me hizo borgeano.


28 de octubre
La semana pasada compré el libro George Orwell titulado 1984, y he adelantado en su lectura. Para quienes vivimos en regímenes totalitarios resulta bastante “asombrosa” y a la vez “dolorosa” su lectura, porque nos describe detalle a detalle la transformación del ciudadano en una pieza más del engranaje político, hasta convertirlo en un ser alienado (casi un zombi), esclavo de los dictámenes del todopoderoso régimen (y del partido oficial). El libro se deja leer y sin muchas complicaciones de estilo nos sumerge en una atmósfera oscura, lindante con la desesperación, que nos impele a la necesaria reflexión.



29 de octubre
He caído en un limbo en la lectura, nada de lo que tengo sobre la mesa del comedor y de la cama logra atraparme, la diversidad de intereses es tan grande que no alcanzo a concretarme y a enfocarme hasta llevar al final a algunos de los libros. No es la primera vez que me ocurre algo así, ya estoy acostumbrado a hundirme en un marasmo de intereses que imposibilitan dar cauce a las lecturas. La experiencia me dice que debo tener paciencia para llegar al ansiado equilibrio. 



Veo algunos noticieros en la televisión y me asusta la violencia imperante en buena parte del mundo. América Latina no escapa a todo esto y las cuestiones que logro ver me indican que las revueltas, manifestaciones, reclamos ciudadanos y marchas no darán tregua al espíritu de la civilidad que anhela la paz en todo el orbe.



31 de octubre
Continúo en el paréntesis (o limbo) lector. No me gusta cuando me pasa porque me siento en el aire y rompo con mi disciplina intelectual creada en la prehistoria de mis días juveniles, cuando aburrido por la ausencia de clientes en mi farmacia, me di a la tarea de leer literatura y poco a poco me convertí en un portentoso lector. Fuera de mi familia que es lo que más amo en la vida, los libros son unas de las “cosas” más maravillosas que me ha pasado en mi existencia. Si no le hubiese puesto freno a mi compulsión libresca, mi biblioteca fuera tan grande como dicen que fue la de Alejandría.



3 de noviembre
La vida me enseñó que no debemos dar nada por seguro, que todo es un fluir, que los apegos enferman, que cada día es una nueva experiencia, que acumular bienes o cosas es solo un espejismo, que lo auténtico y lo permanente son los sentimientos, lo que entregamos con sinceridad en el día a día, que hoy estamos aquí y mañana no sabemos; que debemos dar siempre lo mejor de nosotros porque la existencia es un parpadeo.



4 de noviembre
Cada vez que voy al centro de Mérida me convenzo de que ya la ciudad no me pertenece. Mi amada ciudad se esfumó y se hizo bruma. Sus calles y sus espacios ya no me susurran al oído hermosas frases, ni me convocan a quedarme. Me siento en Mérida como un extranjero al que no le atrae lo que ve. Sin percatarme perdí la conexión como ciudadano y mis pasos de aquí a cualquier otro sitio de la vieja urbe me hacen sentir como un espectro.



@GilOtaiza



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