17 de noviembreMe
gusta mi biblioteca y ella refleja mi vida y mi pensamiento a lo largo
de casi 4 décadas. Sin embargo, ahora solo en la casa me pregunto con
frecuencia si valió la pena formarla y nutrirla con tanto ahínco dejando
de lado (o postergado) todo lo demás (adquisición de ropa, calzado o el
ahorro para los días de las vacas flacas). Debí de invertir el dinero
ganado en la constitución de una empresa, o haber viajado a Europa como
siempre fue mi ilusión, pero cada vez que iba (voy) a las librerías se
me alborotaban las ganas de comprar más y más ejemplares. Aquí estoy,
contemplando esa obra (formar una biblioteca lo es), pero sin nadie a mi
alrededor con quien compartir mis lecturas y hallazgos literarios. La
columna es sin duda una gran ventana al mundo, pero a veces siento que
no hay sintonía con una sociedad enferma, destruida, que busca con
desesperación la mera supervivencia. Envío mis artículos a casi todos
mis contactos (incluyendo a los amigos y a los familiares), pero pocos
me responden y me comentan lo leído. La mayoría se contenta en enviarme
por el guasap emoticones con dedos alzados y rostros alegres, pero no
más de eso. Tal vez la actividad intelectual sea una quimera en nuestros
días.
18 de noviembre
En la medida que pasa el tiempo
mi pensamiento y mi escritura se van deslastrando de corsés y de
anclajes académicos para ser libre expresión de mi sentir. Hoy me
encuentro con mayor libertad para expresarme y esta sensación es
estupenda, ya que me liberé de un peso innecesario que fui dejando en el
camino y que no necesitaba para seguir siendo lo que soy. A lo largo de
muchos años seguí líneas, escuelas, corrientes y modas que me robaban
aquello que verdaderamente representaba mi propia voz, para convertirme
muchas veces en una especie de ventrílocuo, o peor aún: uno de los
muñecos. No sé si es que los 58 años me han sacudido, pero hay un fuerte
deseo interior de mostrarme tal y como soy, sin máscaras, sin
artificios y esto lógicamente me traerá desafectos (de hecho, ya está
ocurriendo), enconados detractores. Creo que mi voz interior clama por
ser lo que es, por transformar toda mi experiencia en algo auténtico y
original. En otras palabras: mi propio “yo” busca con desesperación
mostrar su rostro sin importarle lo que digan los otros. Mi voz será mi
voz y no la de los otros, y el tiempo dirá si todo fue un desatino.
20 de noviembre
Desde hacía unos cuantos días esperaba la llegada del libro La Moneda, 11 de septiembre de Francisco Aguilera que me envió Nacho de la editorial Drácena
de Madrid. Esta tarde subí hasta la reja que se encuentra en la entrada
de la calle y hallé el paquete en el casillero de correos. Comencé a
leerlo y de entrada me interesó. Me llama la atención esa polifonía de
voces que narran desde perspectivas distintas lo que aconteció en la
mañana de aquel fatídico día en el que un golpe militar acabó con la
vida del presidente chileno Salvador Allende, y que entronizó la
dictadura de Augusto Pinochet. El libro es breve, pero la osadía del
autor logra que los lectores nos hagamos una idea bastante clara de
aquel hecho histórico trágico que tuvo en el mundo tanta resonancia, y
que hoy se recuerde con estupor por la extrema violencia desatada en
Santiago de Chile y que se hiciera extensiva al resto de aquella nación.
Por cierto, el libro cae en mis manos en un momento en el que retornan a
esa nación los viejos fantasmas y que amenazan con retrotraer a Chile a
una época que pensábamos superada.
@GilOtaiza
rigilo99@hotmail.com
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