Toda mi carrera literaria ha estado marcada por la narrativa breve. Mis
comienzos como escritor fueron con aproximaciones a cuentos, que daba a
leer a mi esposa, y ella como buena crítica, solía expresarme sus dudas y
resquemores frente a textos chatos, carentes de músculo y de interés
universal. Poco a poco fui articulando y puliendo cuentos que fueron
aceptados en la prensa local, y para los cuales mi esposa, que es
dibujante y pintora, elaboraba las ilustraciones y salían
espléndidamente editados a todo lo ancho de la página. Las reacciones de
los lectores no se hicieron esperar. He contado ya la anécdota de
hallarme en una barbería a la espera de mi turno, y el cliente al que
atendían tomó de una mesa cercana el periódico y comenzó a leer mi
cuento. Recuerdo que cerraba la página y se quedaba pensativo, y luego
volvía a la lectura. Yo lo miraba con disimulo y muerto de miedo a la
espera de sus reacciones. De pronto, no se pudo contener y le dijo al
barbero: “oye esta vaina tan buena que salió en la prensa”, y comenzó a
leerle en voz alta; así hasta completar todo el texto. Ya ni recuerdo la
conversación entre ellos, porque me hallaba en las nubes, preso de una
extraña sensación de placer y de terror a la vez. Fue la primera crítica
pura que recibí de parte de unos lectores.
La siguiente colección de cuentos, titulada Hombre solitario y otros relatos (CP-ULA, 2002), quiso ser en principio una novela, basada en una historia real, pero el texto no alcanzó las dimensiones de una novela, sino de noveleta, a la que le agregué otros relatos y nació este libro, que es uno de mis consentidos. El personaje real fue una mujer (y yo lo cambié por un hombre, ya que en mi libro anterior, Una línea indecisa, el personaje central era una mujer de 94 años) que llamó a mi casa y la atendió mi esposa: era una extraña, pero estaba tan sola, que hacía llamadas al azar para poder conversar con alguien. Esta situación se dio a lo largo de muchos días, hasta que de pronto dejó de llamar.
En el 2010 salió una nueva colección de cuentos titulada Trilogía de espectros (Fondo de Publicaciones de APULA), con la que gané el Primer Premio en el Concurso de Narrativa de la Asociación de Profesores de la ULA, correspondiente al año 2008. Este libro contiene a su vez tres: Cuentos para contar, Cuentos de vida y muerte y Cuentos prohibidos.
En el último de los libros utilizo un lenguaje procaz, anclado al
denominado Realismo sucio, ya que los personajes y lo contado lo
ameritan. Empero, por este último libro tenía reticencias de enviar la
colección al concurso. Para mi sorpresa, el día de la premiación conocí a
parte del jurado (dos distinguidas profesoras jubiladas de la Facultad
de Humanidades de la ULA), y cuando me hablaron de las fortalezas del
libro, me hicieron referencia fundamentalmente al lenguaje utilizado en Cuentos prohibidos.
¡No lo podía creer! Claro, fue el libro que más trabajé (casi dos
años), para alcanzar un lenguaje de ruptura, de quiebre de lo
establecido en el canon.
Este año terminé una quinta colección: El chico que leía a Borges poemas de amor, que aguarda respuesta de una editorial. Toco madera.
rigilo99@gmail.com