Mérida, Enero Viernes 27, 2023, 10:49 am
He estado comprando nuevos equipos para subir montañas. Frente a la
enorme ciudad de Santiago, la Cordillera de Los Andes invita a recorrer
uno y otro espacio que nos transporta a nuevas cumbres, a inmensidades
desconocidas que cada día nos hacen la invitación para adentrarnos en
ellas y ante las cuales es difícil no sucumbir. Como la cabra, que
tiende al monte, de esa misma manera, ciertas aficiones o pasiones nos
atraen y seducen de manera recurrente, sin poder negarnos a
descubrirlas, una y otra vez, en cada una de sus singularidades. La
pasión por subir y bajar montañas me viene de muy temprana edad, al
igual que la propensión a viajar y adentrarme en los maravillosos
laberintos de la lectura. En esa trilogía de opciones: Montañas, libros y
viajes, invierto buena parte de mi vida.
Botas nuevas y un par de libros para viajar
Necesitaba
unas botas nuevas a las cuales se les pudiera acoplar unos buenos
crampones y las conseguí luego de una acuciosa cacería. En el mismo
centro comercial y ante la inminencia de un viaje, necesitaba un par de
libros que me acompañasen en esta nueva aventura. Escogí dos textos para
releer, en ediciones reconocidas, tapa gruesa y buena letra: La Odisea de Homero y El Príncipe
de Maquiavelo. ¿Cómo no sentirse acompañado de la primera novela
moderna, que antecede al propio Quijote, en la cual un héroe tiene que
sortear las más enredadas aventuras para regresar a su hogar, luego de
haber destruido a una ciudad? Más o menos de eso trata La Odisea,
además de recrear las vivencias de un migrante que se encuentra
completamente desarraigado en un lugar en el que no desea estar,
acompañado de personas con las cuales se encuentra forzado a compartir
su tiempo, que le está siendo robado, amilanándose sus energías.
Grandes luchas cotidianas
¿De
qué tratase la esencia del arte de vivir si no tuviésemos esos espacios
necesarios para hacer lo que nos pace? ¿Qué fuese de la vida si además
de pesadumbres no tuviésemos la posibilidad de ser los dueños de un
pedacito de nuestros destinos, por más trabas que pareciera ponernos el
caudal de la vida? La Odisea representa muchas aristas de tantas
posibilidades en las cuales la tragedia da paso a la victoria y al amor.
Del Ulises vencedor de Troya al hombre de familia que quiere volver a
su hogar con Penélope, la mujer amada y Telémaco, su aguerrido hijo solo
existe la delgada línea divisoria, que no es tal entre el héroe y el
hombre, que mientras más humano se va haciendo, más brilla su heroísmo.
La partida y regreso a Ítaca es una hazaña, como también es una metáfora
perfecta, con moraleja incluida sobre la grandeza humana y las míseras
formas de enfrentar lo cotidiano con altivez, astucia e inteligencia.
¿No somos todos Ulises de una u otra forma cada vez que ponemos nuestro
empeño en conquistar una causa?
Manual para cruzar la calle
El Príncipe de
Maquiavelo es un libro para aprender a cruzar la calle. Escrito con la
desenvoltura de las grandes genialidades de lo civilizatorio, expone de
manera clara y sin ambages el arte de vivir en sociedad, de lidiar con
los demás y de conseguir logros. También es la mejor obra que existe
sobre el poder, la posibilidad de alcanzarlo, el arte de dominarlo y
divide la historia de la vida común en un antes y un después. Es muy
difícil no fascinarse por su legado, en cada página llena de los más
sustanciales preceptos para entender en qué clase de barrio estamos
parados. La primera vez que lo leí entendí que se había creado una
relación de afecto y gratitud con el genio de Nicolás De esas relaciones
en las cuales se debe volver tarde o temprano, como quien se hace un
chequeo oftalmológico para saber si debe cambiar la fórmula de los
lentes para ver mejor. De eso va ese texto, que en realidad es un
librito o un diminuto manual sobre el arte de vivir de manera salubre,
sin posibilidad de dar cabida a sorpresas desagradables o sustos
innecesarios.
El próximo vuelo
Homero y Nicolás son
reconocidos por exponer los alcances siempre sorprendentes de las
dimensiones de las cosas a las cuales nos atrevemos las personas. Una
partida es también una bienvenida y el último vuelo es el que más
recientemente hicimos, no el que vamos a hacer. Es tan propio de lo
humano el movimiento como el tratar de anclarnos en aquellos aspectos
que nos permiten trascender una y otra vez en nuestro mundo interior,
utilizando la excusa del viaje. Ulises se encuentra con El Príncipe
en un avión y conversan sobre los vericuetos del camino que
transitamos, que en realidad no tiene nada de original, salvo la actitud
con la cual acompañamos cada paso que vamos dando. Conversan
apaciblemente, tomando un buen vino que excepcionalmente estaba
destinado para ellos en clase turista. Ulises ordena pescado con frutos
del mar para el almuerzo mientras El Príncipe se decide por un steak
pimienta. Debajo, el mediterráneo se ve inmenso desde las alturas que
estos dos hombres son capaces de alcanzar.
@perezlopresti