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“El Papa en el corazón de Europa” por Padre Edduar Molina Escalona.

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Desde mi Parroquia por Padre Edduar Molina Escalona.


Con motivo de la clausura del 52 Congreso Eucarístico Internacional en Budapest,  capital de Hungría, el pasado domingo 12 de septiembre, pese a su convalecencia de salud tras la operación del 4 de julio, el Papa Francisco emprendió su segundo viaje apostólico de este año, para un total de 34 peregrinaciones apostólicas. Ya son 54 países visitados por Francisco el peregrino de la esperanza.


Durante la clausura, de este importante acontecimiento eucarístico, el Papa nos invitó a la “renovación del discipulado siguiendo tres pasos: El anuncio de Jesús, el discernimiento con Jesús y el camino en pos de Jesús”. El anunciar la Buena Noticia exige de nosotros identidad con Dios como Pan partido, como Amor crucificado y entregado. El discernimiento con Jesús, es la propuesta de Jesús a Pedro, “pensar como piensa Dios y no los hombres”. Jesús nos sacude, no se conforma con las declaraciones de fe, nos pide purificar nuestra religiosidad ante su Cruz, ante la Eucaristía, dice Francisco. Por último, el camino cristiano, que no es una búsqueda del éxito, sino que comienza con un paso hacia atrás, con un descentramiento liberador, con el quitarse uno del centro de la vida.


El Papa Francisco insiste, caminar en pos de Jesús, que no es otra cosa que ir adelante por la vida con su misma confianza, la de ser hijos amados de Dios. Es recorrer el mismo camino del Maestro, que vino a servir y no a ser servido (Mc 10,45). Es dirigir cada día nuestros pasos al encuentro del hermano. Hacia allí nos lleva la Eucaristía, a sentirnos un solo Cuerpo, a partirnos por los demás (…)”.


En el encuentro con las autoridades de la nación el Pontífice pidió que el cristianismo, “la savia de esta nación”, eleve y extienda sus brazos hacia todos; que mantenga las raíces, pero sin encerrarse; que recurra a las fuentes, pero abriéndose a los sedientos de nuestro tiempo. Una alusión evidente al fenómeno migratorio y la necesidad de darle una respuesta que acoja y rompa los desencuentros entre hermanos de culturas diversas y maneras de pensar distintas.



También es importante resaltar la cuarta visita de un Pontífice a Eslovaquia, después de los tres viajes de Juan Pablo II, un país que ha ido recuperando su identidad tras la caída del bloque soviético y cuya historia presenta heridas aún sin cerrar. Un verdadero mensaje de paz en el corazón de Europa. El Obispo de Roma admiró la amabilidad y serenidad de los eslovacos, pero también les pidió no olvidar que la fe no puede reducirse al azúcar que endulza la vida. Estamos llamados a ser “signos de contradicción” en el mundo, les dijo, cristianos que saben mostrar, con su vida, la belleza del Evangelio. “Cristianos que son tejedores de diálogo allí donde las posiciones se vuelven rígidas; que hacen brillar la vida fraterna allí donde la sociedad está a menudo dividida y es hostil; que difunden la buena fragancia de la acogida y la solidaridad allí donde a menudo prevalecen el egoísmo personal y el egoísmo colectivo; que protegen y preservan la vida allí donde reina la lógica de la muerte”. Insistió el Santo Padre.


A los jóvenes de ese país también el Papa les invitó a hacer grande la vida, teniendo dos cosas presentes: Amor y heroísmo. Toda una invitación a mirar a Jesús, al Crucificado, en el que encontramos dos cosas: El amor sin límites y el valor de dar la vida hasta el final, sin mediocridad.


En el encuentro con los sacerdotes y religiosos, el Papa, usó la imagen del castillo de Bratislava que se alza sobre la capital de Eslovaquia, para invitar a promover una Iglesia que no sea autorreferencial, “la Iglesia no es una fortaleza, un castillo situado en lo alto que mira al mundo con distancia y suficiencia. Una Iglesia humilde que no se separa del mundo y no mira la vida con desapego, sino que habita en ella, es hermosa. Vivir en el interior, no lo olvidemos: compartir, caminar juntos, acoger las preguntas y las expectativas de la gente”.


Uno de los grandes acontecimientos del viaje apostólico de Francisco fue, sin duda, su encuentro con las comunidades judías, herederas de una terrible historia de sufrimiento por las deportaciones del régimen nazi, que redujeron a 20 mil miembros una comunidad que antes de la guerra contaba con 246 mil personas. La invitación fue a dejar atrás las peleas entre hermanos para mostrar, todos juntos, la misericordia divina al mundo. El Papa insiste en que la memoria no puede y no debe dejar lugar al olvido, porque no habrá un amanecer en que perdure la fraternidad si antes no se han compartido y disipado las oscuridades de la noche. Recordó además que “Aquí juntos afirmamos ante Dios la voluntad de seguir en un camino de acercamiento y amistad. El mundo necesita puertas abiertas”, subrayó el Papa.


Francisco concluyó su visita a Eslovaquia en Šaštin, con una Misa en el Santuario Nacional en la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, ante una multitud de peregrinos, destacó que “María es el camino que nos introduce en el Corazón de Cristo, que ha dado la vida por amor a nosotros”.


De este modo, el Papa con su viaje al corazón de Europa, señala el camino de la Iglesia en salida para estos nuevos tiempos. En las palabras de nuestro Cardenal Baltazar Porras con su participación en el Congreso Eucarístico de Budapest, lo dibuja muy bien: “Los invito a que busquemos el camino a la santidad siguiendo la senda, el testimonio personal del Papa Francisco. Su lenguaje es siempre desconcertante. Allí radica la novedad de sus reflexiones, porque nos descoloca. La convicción cristiana es terreno abonado para sembrar fraternidad y amistad, santidad a borbotones, en este mundo ávido de amor a Dios y al prójimo”.


 

Mérida 19 de septiembre de 2021






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