Mérida, Junio Sábado 10, 2023, 01:02 pm
Resulta casi intolerable, advertir la ofuscación de quienes “gobiernan” Venezuela. Estos funcionarios, sabiéndose perdidos o acorralados, se empeñan en continuar girando órdenes en la dirección de imponer su fracasada revolución bolivariana. Mas luego de tanto tiempo, vivir tan gruesa incoherencia, tal pesadez se volvió reincidente. O sea, dicha actitud se cundió del mismo problema que genera el hecho de padecer la terquedad acumulativa orgánica de alguna molestia.
Cualquier análisis sobre tan grave dolencia política, da cuenta de una flemática reticencia producida por la ceguera y sordera de quienes creen tener ganarlas todas. Además, abstraídos de las realidades cuando comportan efectos insidiosos. Porque no es posible aceptar, ni mucho menos adular, a quien en conocimiento del clamor popular ante la avalancha de problemas de índole estructural, no circunstancial, se aferran a pensar en lo contrario. Es decir, que por incapaces o soberbios, no reconocen dificultades muchas de las cuales están ante los ojos de cualquiera. Más aún, si se trata de la atención que debe prestar un gobernante con responsabilidad en la conducción de una nación.
Es lo que acontece en Venezuela toda vez que ante la falta de medicamentos, la carencia de alimentos, y la crisis de servicios, el pueblo cae en una fase de depresión con la fuerza necesaria para arrastrar el país hacia estadios de violencia peligrosamente acentuados. Es decir, se vive arrastrados por una violación de derechos constitucionales. Además, vulnerados por la desobediencia abierta de quienes gobiernan.
Es, precisamente, lo que cuesta comprender. Sobre todo, cuando faltan razones viables que justifiquen la conservación del poder por factores enquistados. Ello, sin más resultados que la pronunciación de una crisis de carácter global. Esto conduce definitiva y compulsivamente, a que el país termine de hundirse en medio de una situación de franca animadversión. Para luego caer en serios enfrentamientos capaces de someterlo a niveles freáticos de encarnada ebullición social.
Ya la economía perdió su asidero operacional. La sociedad, se degradó al extremo que la anomia envolvió casi todas sus reacciones. El desorden luce de difícil control para una fuerza policial-militar contaminada por la corrupción, la incompetencia y apatía de sus miembros.
El desarreglo venezolano, inspirado en revoluciones fracasadas, representa otra manifestación más de cuando la avaricia por poder se convierte en excusa para degradar la espiritualidad del hombre y colocarlo a merced de las coyunturas. Por eso, las dictaduras terminan reventándose por dentro. Es exactamente, lo que deriva de cualquier tentación de poder ganado sobre la ignorancia política de un pueblo, además engañado. Y que no resulta de otra realidad, sino de aquella empañada por una insoportable testarudez (roja).