Mérida, Septiembre Martes 26, 2023, 05:38 pm
El pasado domingo 10 de octubre la Iglesia universal se alegró al celebrar la misa de apertura del Sínodo de la Sinodalidad, caminar juntos “en una Iglesia en la que podamos ser peregrinos enamorados del Evangelio, abiertos a las sorpresas del Espíritu Santo, sin perder las ocasiones de gracia del encuentro, de la escucha recíproca, del discernimiento. Con la alegría de saber que, mientras buscamos al Señor, es Él quien viene primero a nuestro encuentro con su amor”, nos ha dicho el Papa Francisco en su homilía.
La Iglesia misionera sale al encuentro de los nuevos tiempos y realidades del mundo de hoy, con un “nuevo ardor, método y expresiones”. La sinodalidad es tan importante para entender a la Iglesia, que el Papa Francisco llega a repetir una frase que también utilizó en el siglo IV San Juan Crisóstomo, quien decía: “La Iglesia tiene nombre de Sínodo”. Por tanto, no es algo accidental, ni una mera añadidura, sino que brota de la identidad misma de la Iglesia.
La palabra camino, caminar, es idea clave en la Iglesia de Francisco, nos recuerda que tenemos un Dios caminante, que se ha puesto en camino para salir al encuentro con la humanidad. A partir del bautismo se inicia nuestra aventura del camino de la fe que se encarna en las realidades y acontecimientos que nos estremecen, como la pandemia, la realidad país, la nueva forma de evangelizar en pequeñas comunidades, una Iglesia presente en las redes y medios sociales y tantas otras formas de hacer presente el mensaje vivo del Evangelio.
Este nuevo camino sinodal también es un impulso a ir avanzando en el diálogo ecuménico y en el encuentro con otros credos, buscando lo que nos une, formando parte de los “hombres de buena voluntad” que construyen la el Reino de la paz y la justicia en la tierra. El camino sinodal de la Iglesia nos anima a buscar con mayor ahínco “el consenso”, la integración de todos, el reconocimiento de las diversidades y su enorme riqueza. Justamente la palabra sinodalidad intenta recoger cómo articulamos la diversidad de tal manera que pueda surgir armonía o sinfonía; es el gran proyecto del Papa Francisco. Una Iglesia en la que todos tenemos cabida y participación más allá de estructuras burocráticas o meramente asistencialistas, el itinerario sinodal nos abre la puerta de una verdadera experiencia eclesial, como un nuevo pentecostés.
También el camino de sinodalidad empieza con una actitud de escucha y apertura al diálogo fecundo, aun cuando encontramos en el camino diferencias y diversas posturas, el Espíritu nos dará la libertad para entender, discernir y aceptar lo que construye el proyecto común con el aporte de cada uno. Precisamente eso es sinodalidad, un proceso de sinergia o de convergencia para la misión, como lo ha remarcado Bergolio.
Frente al moderno proceso de globalización, el Papa advierte a los cristianos sobre la tentación de uniformar, de nivelar las diferencias; es decir, que un pensamiento único o un poder económico dominante, quiera unificarlo todo con lo cual caemos en lo que él llama “colonialismo ideológico”. Frente a esta postura Francisco nos invita a intentar una globalización policéntrica o multipolar para que cada polo pueda mantener su propia aportación y que no sea eliminada. Uno de los principios que él subraya mucho es que el todo es mayor que la parte; y cada parte, cada particularidad, tiene que integrarse en el todo, de tal manera que la Iglesia tiene que ser diversa, plural, por eso es católica, todo esto con el único fin de la misión y a la evangelización.
El caminar juntos, ejerciendo la sinodalidad cada uno con su peculiaridad, nos hace tomar mayor conciencia de una misión compartida, sintiéndonos todos Iglesia, todos con la misma dignidad, aportando lo mejor de cada uno, por hacer una Iglesia presente en las periferias del dolor, la soledad y la tristeza de nuestro mundo vacío. Es la hora de un dialogo abierto más allá de los muros de los templos, escuchando la voz de los alejados y apartados de nuestras comunidades.
El protagonista es el Espíritu Santo, dejemos que sople con aire profético, y como nos invita el Papa Francisco, dejemos que nos empape por su fidelidad creativa desde nuestra fragilidad y humildad, que podamos decir como María “aquí está la esclava del Señor”.
Mérida, 7 de noviembre de 2021