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ASEAN, China y las cadenas regionales por Alberto José Hurtado B.

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Alberto José Hurtado B.


La actividad productiva a nivel mundial sigue cambiando. El otrora exitoso modelo de desarrollo basado en redes internacionales de producción o cadenas globales de valor (CGV), comienza a reconfigurarse para dar espacio a redes de menor tamaño, donde la eficiencia en la elaboración de bienes y servicios pasa a un segundo plano, para darle prioridad a la proximidad geográfica al momento de establecer los encadenamientos productivos. Comienza la era de las cadenas regionales de valor, y con esta los cambios que trae la nueva configuración geopolítica.

Uno de los cambios más evidentes es el nuevo rol de China dentro en las actividades productivas y el comercio de los países del Este de Asia. Durante las últimas tres décadas, los vínculos comerciales de los Estados miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), han sido principalmente con Estados Unidos, la Unión Europea y Japón. Relación supeditada al entendimiento político, la cooperación militar, la complementariedad comercial y, ​​en gran medida, al incesante interés de las empresas estadounidenses, europeas y japonesas para lograr mayor eficiencia delegando parte de su actividad productiva dentro de los países ASEAN. En concreto, la presencia de filiales de empresas transnacionales dentro de esta región asiática explica los fuertes y tradicionales encadenamientos productivos de la ASEAN con Estados Unidos y la Unión Europea.

Pero la llegada del nuevo coronavirus —con los subsiguientes cierres de fronteras, paralización de las actividades productivas, distanciamiento físico y demás restricciones a la movilidad de las personas y al intercambio de mercancías—, detuvo los encadenamientos productivos globales e incentivo a la relocalización empresarial para reducir los costos de la parálisis productivo. Todo lo cual, junto al incremento de las necesidades de materias primas y mercados para los productos finales elaborados por economías interesadas en recuperar rápidamente su senda de crecimiento —por ejemplo, China e India—, esta reforzando la tendencia de cadenas regionales de valor.

En el caso particular de los países de la ASEAN, esto significa la necesidad de reconfigurar las políticas de cada Estado miembro ante la posibilidad de nuevos encadenamientos con empresas chinas. Es decir, responder con prontitud a: 1) el aumento en la importancia de la inversión china en la región, 2) el nuevo papel de los consumidores locales ante la llegada de mercancías chinas, y 3) la vulnerabilidad de los nuevos encadenamientos productivos.

En el primer ámbito, el desafío que tiene la ASEAN es responder con un marco de políticas propias a los nuevos flujos de inversiones —a través de salvaguardias ambientales más sólidas, actualización tecnológica e incluso una mayor coherencia regulatoria de la actividad comercial—. Además de seguir con atención las presiones asociadas con la entrada masiva de Inversión Extranjera Directa (IED). En el segundo ámbito, la región debe atender rápidamente el cambio en la importancia relativa del consumo final —en lugar de la exportación— dentro de las economías asociadas. Y, en el tercer ámbito, los países de la ASEAN deben actuar con flexibilidad y resiliencia ante la posibilidad de nuevas interrupciones, por desastres naturales, nuevos virus, conflictividad política, entre otros hechos, que pongan en riesgo la sostenibilidad de los nuevos encadenamientos productivos. Una pronta respuesta a estos desafíos incrementará las posibilidades de éxito del vínculo ASEAN-China, como expresión de la nueva forma de diversificar relaciones comerciales, incorporar nuevas tecnologías y diversificar opciones de consumo.

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