Eloy Antonio Dávila S. por Carlos Guillermo Cárdenas D.
Eloy Antonio Dávila S. por Carlos Guillermo Cárdenas D.
Confieso el temor para abrir el correo de mi apreciado
presidente de la Seccional de Profesores Jubilados de la ULA, profesor
David Diaz Miranda. Semanalmente dos o tres obituarios de profesores
unos más allegados que otros, aparecen en la pantalla.
Hoy
correspondió al profesor amigo y pariente Eloy Antonio Dávila Spinetti.
Merideño por los cuatro costados, por lo Dávila y por lo Paredes. De un
abolengo ancestro que lo lleva a los fundadores de estas tierras, su
padre Don Eloy Dávila Celis ejerció el solio rectoral de Caracciolo
Parra y Olmedo y también de José María Vargas. Además del rector Eloy
Paredes, que le correspondió hasta con las armas, defender los muros de
nuestra ulandina Casa de Estudios.
Eloy
Antonio abrazó el ideal social cristiano desde la adolescencia. Y como
bien lo expresó el ex rector Léster Rodríguez Herrera, fue consecuente
con ese pensamiento hasta el final de sus días. Su militancia y su
talento lo llevaron a ejercer altos cargos en el gobierno y el
parlamento regional, además de militar con el grupo social cristiano
constituido para conmemorar el centenario del nacimiento del
expresidente Caldera.
Graduado
en una universidad estadounidense, el postgrado en Economía le concedió
suficientes credenciales para su ingreso al personal docente de FACES.
Dictó la cátedra de Economía Agrícola con religiosidad franciscana. En
alguna oportunidad me comentó que era su exclusiva actividad, que la
mantuvo hasta el final de sus días.
Eloy
Antonio fue un ciudadano íntegro, culto, caballeroso, respetuoso, de
sonrisa franca y expresiva. Cultor de la amistad y de una conducta
diáfana. Su vida tranquila y sosegada transcurrió en la solariega casona
de la Hacienda Las Tapias, construida por su tatarabuelo paterno Don
Eloy Paredes, que además fue fundador de los Estudios de Medicina en la
Universidad de Los Andes.
Una
anécdota personal nos recuerda cuando nuestro nombre fue seleccionado
como candidato a vicerrector académico. A él junto a la llamada Comisión
Universitaria presidida por la profesora María Josefina Corredor, le
correspondió asumir con entereza las amenazas que se cernían por valer
la autonomía que tenían y tienen los universitarios de darse su propia
dirección.
Al despedir a
Eloy, debo mencionar a su numerosa familia, a sus hijos e hija, a su
larga parentela, a la doctora Carmen Amalia Mazzei de Dávila y a Diego,
quien desde los confines del universo estará esperando la llegada de su
hermano. Paz a su alma.