Mérida, Junio Viernes 09, 2023, 11:39 pm
“Hacer pronósticos
es difícil; en especial, sobre el futuro”, según Yogi Berra (1925-2015), beisbolista
estadounidense de las grandes ligas, frase que continúa vigente, aún; sobre
todo, en momentos de incertitudumbre como el que ahora vivimos por aspectos que se vienen
materializando desde 3/2020, cuando se oficializó la pandemia de la COVID-19.
Prosecución del
crecimiento tardío por la ineficacia y marasmo de los proveedores, reiniciado
durante 2021, que podría posibilitarse puesto que en la mayoría de las naciones los gobiernos
respectivos han optado por medidas de estímulo (CE, EEUU, ASEAN Y Brasil, en
especial), ambiciosas y precavas. Pero, Aún así, seguimos en otro plano
bastante incierto.
Podríamos
establecer algunas cifras estimativas,
en lo esencial, desde unas dos premisas: la primera, que la evolución de la
pandemia podría ser un poco menos disruptiva
que entre 2022-2023. Pero, que las secuelas económicas variarán, sobremanera,
por países. La segunda, que, a mayor estímulo, mayor recuperación. Aunque tal
aseveración pareciera algo trivial, no lo es, porque la composición y el
calendario de estímulo varían por país.
De entre los
grandes números, según OCDE, el PIB global tiene perspectivas de un fuerte
crecimiento, estimado en un 4,5 por ciento.
Por otra parte,
el Banco Mundial estima que la economía latinoamericana volverá a niveles
precrisis hacia fines de este año. Así, Argentina, Ecuador y varios países del
Caribe, tendrían que esperar como pronto hasta 2024 a fin de que sus economías recuperen
el pulso prepandemia.
Pero, a casi un par de años tras el inicio de la crisis por la COVID-19, la incertidumbre radical (acertijo) continúa siendo la nota dominante agudizada, ahora, por la cepa ómicron y su nosología.