Mérida, Junio Sábado 10, 2023, 12:34 am

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UNA VIEJA ASPIRACIÓN por: Luis Loaiza Rincón

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LUIS LOAIZA RINCÓN


La democracia no es sólo el conjunto de reglas para definir las fuentes de autoridad del gobierno, los propósitos perseguidos por éste y los procedimientos para constituirlo, sino un ideal que busca crear una sociedad tal que todos sus miembros tengan igual posibilidad de realizar sus capacidades, requiriéndose para ello medidas oportunas que corrijan las desigualdades de fortuna producto del nacimiento, la habilidad o la desdicha, de modo que cualquiera pueda ver desarrollado y cumplido lo mejor de sí mismo.

La democracia no es un paquete estándar de medidas que se aplican en cualquier parte, independientemente del pueblo y las condiciones culturales y socio históricas. La democracia es un proceso de evolución y toma de conciencia que se construye y cuida celosamente a lo largo del tiempo. Hasta en los Estados Unidos, donde la solidez de las instituciones y cultura democrática habían relajado su vigilancia, se ha puesto de manifiesto que este proceso es siempre inacabado y sometido a distintas amenazas como las que hoy plantea el extremismo populista.

En este sentido, la construcción de un proyecto democrático genuinamente latinoamericano constituye una vieja aspiración que quizás no ha podido concretarse por la ausencia de un vínculo integral que, más allá del idioma, articule la construcción de un destino regional, o por las dificultades que existen en los propios países para integrar toda su diversidad y complejidad en un proyecto político continental. En este, y en muchos otros sentidos, la democracia sigue siendo un anhelo, una aspiración.

En algún tiempo, las llamadas “familias políticas”, que daban lugar a comunidades internacionales de partidos, generaban la esperanza de avanzar en la dirección de un proyecto de democratización compartido. Pero esa esperanza parece hoy liquidada, entre otras razones, por los estándares impuestos en Washington.

No obstante, el forzoso y masivo éxodo que durante los últimos años emprendieron millones de venezolanos puso de nuevo sobre la mesa la necesidad de pensar la democracia y el respeto de los DDHH como un proyecto continental, hecho a medida, desde nuestra historia, necesidades y realidades. En la práctica, extremistas y xenófobos se dan la mano para levantar nuevos muros. 

Pero allí seguimos, sin ir más allá de varias buenas “declaraciones”, “protocolos” y “cartas”. Entre estas destacan la “Carta Democrática Interamericana” de la OEA, la “Convención Americana sobre Derechos Humanos” y el “Protocolo de Ushuaia” sobre Compromiso Democrático del MERCOSUR, entre muchas otras.

Los objetivos sobre la promoción y consolidación de la democracia o la aspiración de impulsar el crecimiento económico y el desarrollo social, basados en la justicia, la equidad y la democracia, siguen siendo buenas intenciones.

Es necesaria una labor permanente que prevenga y anticipe las causas de los problemas que afectan y limitan la democracia, como la crónica debilidad institucional, la pobreza extrema y la injusticia social. Construir una sólida alianza latinoamericana que asuma la defensa de la democracia, la libertad y los DDHH en toda la región implica apostar duro por la educación cívica, la integración cultural, el fortalecimiento de los espacios ciudadanos y de las instituciones políticas partidistas, en las que prevalezca la democracia por encima de los personalismos caudillistas y autoritarios. También es importante que los estudiosos de la democracia y sus problemas integren sus investigaciones de manera que sirvan para orientar la acción y el desarrollo de políticas que consoliden la participación de los ciudadanos y su bienestar socioeconómico.





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