Mérida, Junio Sábado 10, 2023, 01:04 am
La república de Ucrania tiene una historia bastante compleja, entre otras razones, por encontrarse en una encrucijada geopolítica que la ha convertido durante siglos en escenario de numerosas luchas.
La historia de Ucrania la define su voluntad de reafirmación nacional, libre y soberana determinación e independencia política. Y es que a Ucrania le tocó configurarse históricamente frente al expansionismo ruso y todavía resuenan en su historia nombres como los de Iván III “El Grande”, Iván IV “El Terrible”, Pedro I “El Grande”, Catalina II “La Grande” y el de muchos otros que hicieron de Rusia un imperio territorialmente gigante.
En 1922 Ucrania fue una de las repúblicas fundadoras de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). En esa era, más que durante el imperio ruso, los ucranianos sufrieron limpiezas étnicas en las que murieron millones, tal como sucedió en el llamado “Holodomor” de 1933, y un proceso de “rusificación” que explica la cantidad de rusohablantes que hay actualmente en Ucrania.
La URSS se conformó como la heredera histórica y territorial del imperio zarista y estuvo constituida por 15 Repúblicas, ocupaba una superficie de 22.400.000 km2 y tenía 280 millones de habitantes. Se extendió a lo largo 10.000 km de este a oeste y sobre 45 grados de latitud de norte a sur, abarcando 11 husos horarios.
En 1991, a partir de la disolución del Partido Comunista Soviético, después de 70 años en el poder, la existencia misma de la URSS quedó en entredicho y las declaraciones de independencia no se hicieron esperar. La desintegración de la URSS no sólo marcó la caída del imperio comunista, sino también la del imperio ruso, porque parte de los territorios de los estados recién independizados habían permanecido bajo ininterrumpido dominio ruso desde el siglo XVII. Rusia se declaró a sí misma heredera de los compromisos internacionales de la Unión Soviética y pasó a ocupar su lugar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Por su parte Ucrania se convirtió en una república independiente el 24 de agosto de 1991 y desde entonces emprendió un proceso de construcción de una economía de mercado y un Estado democrático. Tras la independencia, Ucrania mantuvo una limitada alianza militar con los países de la Comunidad de Estados Independientes, liderada por Rusia, y desde 1994 una asociación, sin membresía, con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Rusia nunca aceptó la pérdida de su hegemonía en la región y desde la caída de la URSS buscó recomponer su influencia a través de una amplia gama de presiones y alicientes políticos, militares y económicos con el fin de reafirmar su liderazgo a lo largo y ancho del exterior continuo.
La presencia militar rusa en la región ha sido constante. Los militares rusos han enfrentado los brotes violentos de nacionalismo y las amenazas al orden interno de sus viejos socios. El ejército ejerce una extensa presencia en los estados circundantes por medio de actividades "pacifistas" que impulsan los intereses estratégicos de Moscú. El ejército ha convertido vastas regiones del antiguo imperio en zonas amortiguadoras que constituyen un perímetro ampliado para la defensa territorial de Rusia que es, además, una potencia nuclear.
Sin embargo, el interés más apremiante de Rusia en las ex repúblicas soviéticas es el destino de unos 25 millones de rusos étnicos que viven fuera de la federación. Las tensiones entre éstos y las mayorías no rusas han generado múltiples oportunidades para que Moscú intervenga.
Por otro lado, la interdependencia económica, heredada desde la era soviética, se mantiene en la zona. Rusia posee el 80% del petróleo de la antigua URSS y muchos de sus vecinos siguen siendo sus rehenes energéticos.
En el año 2013 el poco interés de los líderes ucranianos de impulsar un acuerdo de asociación con la Unión Europea, debido a su inclinación por estrechar relaciones con Rusia, generó una serie de protestas conocidas como el “Euromaidán”, que llegó a reunir a más de un millón de manifestantes de toda Ucrania. Esta oleada de protestas causó la caída del gobierno en mayo de 2014, provocando un cambio geopolítico significativo: Ucrania pasó de ser un país de la zona de influencia rusa a uno alineado con el bloque formado por la OTAN.
En este contexto, Rusia decidió ocupar y anexar Crimea, que había sido devuelta a Ucrania en tiempos de la extinta URSS, y dio inicio a una operación para ocupar el este-sur de Ucrania, lo que generó la guerra en el Donbás el 6 de abril de 2014. Formalmente, Crimea y Sebastopol declararon su independencia como una república y solicitaron su admisión en la Federación Rusa, lo cual se concretó el 18 de marzo de 2014.
Rusia reitera que la cercanía de la OTAN amenaza sus fronteras y que considera vital su presencia en Crimea para garantizar su puerto del Mar Negro.
El 27 de marzo de 2014, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó, con el voto de 100 países, la Resolución 68/262, llamada “Integridad Territorial de Ucrania”, gracias a la cual la ONU reconoce a Crimea como parte de Ucrania. Hoy, las relaciones entre Rusia y Ucrania, marcadas desde hace mucho por la tensión, se encuentran al borde de un conflicto de grandes proporciones que involucra a más de medio mundo.
Esta historia sirve para destacar que todos los pueblos tienen el legítimo derecho de autodeterminación y de ejercer plenamente su independencia frente a los poderes hegemónicos que tratan de imponerse por todos los medios. Rusia no tiene ningún derecho para hostigar a Ucrania y mucho menos para desatar una guerra de incalculables costos para la humanidad. Pero así como para los demócratas no existen golpes de estados buenos y golpes de estados malos, tampoco pueden tolerarse los abusos de un mayorazgo internacional. El imperialismo que impone sanciones, unilaterales e ilegales, es tan malo como el que hostiga militarmente a sus vecinos.