Mérida, Junio Lunes 05, 2023, 02:23 am

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Discurso de orden del Dr. Ignacio Sandíia Saldivia en ocasión de la celebración del 78 aniversario del Colegio de Médicos del Estado Mérida y día nacional del médico en Venezuela, 2022

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SR.IGNACIO SANDIA, ORADOR DE ORDEN DÍA DEL MÉDICO EN MÉRIDA


Buenas tardes.
Se me ha pedido ser orador de orden en este acto central del día del Médico. Un programa que, con evidente optimismo y mucha esperanza, han armado un grupo de agremiados cuya coordinación ha contado con el entusiasmo de la Dra. Anyela Duarte, quien en su accionar revive la magna tradición de universitarias merideñas que entienden que el GREMIO así, con mayúsculas, impone responsabilidades políticas ante un pueblo que nos ha premiado con puestos de élite en nuestro país y que el gremialismo va más allá del juego politiquero egoísta y ramplón que sólo persigue perpetuarse en cualquier posición de dirigencia para repartirse prebendas, medrar de los dineros públicos y reptar por la ergástula que desde hace años encierra a Venezuela y apenas deja hendijas para la corrupción y la huida.
Agradezco el honor que me hacen Las actuales autoridades del Colegio de Médicos del estado Mérida, su presidente pretempore Doctor Nadim Abou y en especial al colega Freddy Prieto con quien compartimos angustias, esperanzas y desilusiones. Una Junta Directiva que, por cierto y por fin después de casi dos décadas, presenta caras nuevas no por elecciones, como debería ser, sino a través de un mecanismo de sustituciones que se ha implementado para resguardar y echar a andar en rumbo distinto al Colegio. Entre esas caras nuevas están las de mis predilectos alumnos Pedro Fernández, Urólogo comprometido con el ejemplar movimiento Médicos Unidos de Venezuela y el Cirujano Cardiovascular Christian Pino, cabeza principalísima del movimiento de salvación del Hospital Universitario de Los Andes al cual me voy a referir más adelante y del que adelanto, está reflejado en el amplio programa académico que el colegio tiene a bien presentar en su 78 aniversario. 
El grupo de expositores presentes en esta jornada son científicos y humanistas admirables sin cuyo concurso no hubiese sido posible evitar el colapso del hospital universitario de Mérida y por tanto de la salud en nuestro estado antes y durante la pandemia del covid-19 que, a pesar de los agoreros pesimistas de siempre, ya parece ir quedando bajo control del sistema de salud Venezolano. Para todos ellos pido un aplauso.
Ya han pasado 6 años desde aquel marzo heroico en que la sociedad de Médicos Residentes e internos del IAHULA inició la más grave protesta realizada alguna vez en cualquier hospital venezolano. Luego de agotar el recurso del paro indefinido, los médicos residentes presididos por el Dr. José Vicente Moreno, acordaron ante la inopia en que se hallaba el hospital universitario y la falta de respuestas por parte de las autoridades de la época, iniciar una huelga de hambre. Así, el 23 de mayo de 2016, los médicos residentes Miguel Cancini, Carlos Hidalgo, David Maciñeiras, Christian Pino, Carlos Sandoval y Rafael Villegas, iniciaron aquella huelga que cimbraría a toda la clase dirigente de Mérida, movilizaría la opinión pública nacional y sería el colofón definitivo que cambiaría el resultado de las luchas que desde la Sociedad Médica del IAHULA junto con Dr. Akbar Fuenmayor y el Dr. Edgar Uzcátegui veníamos organizando; protestas y actos de calle que desde finales del año 2015 solicitaban la renuncia de aquella directiva del hospital que se regodeaba con cargos vacantes y compras fantasmas mientras el IAHULA se caía a pedazos y que no fue sino hasta el acto heroico de esos médicos que comenzó a tener respuesta desde el centralismo autoritario y paquidérmico que, tristemente nos define como país.
No sé cómo lo sentirán mis colegas cuando entran en estos días a nuestro hospital, pero yo lo hago con satisfacción porque todavía están presentes en mi memoria los pipotes de agua que ocupaban los pasillos de la dirección del hospital para recoger las filtraciones en los días de lluvia. Cuando camino por pasillos pintados e iluminados y cuando sigo encontrando preocupación y vergüenza por lo que se hace y como se conduce el hospital. Aquellas luchas compraron un poquito de tiempo para dilatar el colapso que se nos venía encima y permitieron dar alguna respuesta a la grave emergencia de salud vivida en los años 20 y 21. Aquellas luchas reavivaron la moral y el compromiso ético de todos para con el hospital como principal centro de salud de nuestra región.
Pero esas luchas fueron sobretodo una muestra de la Venezuela que insurge desde hace ya unas tres décadas y que no ha podido ser dispersada a pesar de los ingentes esfuerzos de enemigos de la patria que se disfrazan con el tricolor nacional mientras insisten en repetir un modelo populista de hacer gobierno que cansa por lo repetido y decadente - no sólo en Venezuela sino en toda Latinoamérica- que entiende lo comunitario como montonera y la participación ciudadana como clientelismo político. 
Celebrar los 78 años del Colegio de Médicos de Mérida es aclamar a una institución que persiste en el tiempo a pesar de vicisitudes, crisis y aciertos pasados que hoy parecen crasos errores. Es también insistir en la valentía, tesón, dignidad y orgullo del médico venezolano que se ha quedado en su país y también de aquel que ha migrado para ser embajador de una medicina muy especial, esa de sistema mixto donde el libre ejercicio de la profesión de manera privada es un derecho inalienable y donde el ejercicio de la profesión en el ámbito público es un sacrificio pero sobre todo, un honor. Esa de escuelas exigentes donde ningún rector decente se vestiría de colores acomodaticios para obligar a reparar calificaciones de estudiantes de medicina básica, esa de Facultades con presupuestos si no completos por lo menos suficientes venidos de parlamentarios conocedores de la materia y no de áulicos enemigos de la Universidad. Esa escuela que padece en sus entrañas a agentes de su propia destrucción y que lidia con la estupidez de un gobierno que insiste en ahogarla hasta el desahucio. 
Sé que este tipo de afirmaciones pueden resultar ambivalentes y hasta cínicas, en un país donde el retraso del gobierno con la divulgación de los registros epidemiológicos oficiales de morbilidad y mortalidad alcanza los 6 años, haciendo imposible programar y presupuestar la salud en tiempo real y quien lo intenta lo hace con base a datos filtrados por funcionarios comprometidos de manera real con su profesión y el país. Esa garrafal falla gerencial, que obvia los fundamentos de la epidemiologia y la salud pública, ha llevado a que – como el Dr. Carlos Aponte Profesor universitario e investigador del CENDES - UCV afirma en su informe Misión Barrio Adentro: Atención fracturada y salud en crisis: ”… las más variadas evaluaciones evidencian que el país atraviesa en los años recientes por la peor regresión de sus indicadores de salud, al menos desde que ellos empezaron a sistematizarse mediante la creación del Ministerio que atiende a este sector en 1936. Se estima que la mortalidad infantil ha involucionado hacia registros de hace unas dos décadas en tanto que la mortalidad materna habría retornado a los registros que presentaba en los años cincuenta. Se han reactivado diversas epidemias prevenibles que se habían erradicado desde hace muchas décadas como el sarampión o la difteria en tanto que se han expandido otras, como –de manera especialmente acentuada- la malaria...”. 
Pero, aún así los médicos venezolanos, como tantos otros connacionales en sus diferentes campos de vida, hacemos un esfuerzo más allá de la estupidez de quienes detentan pero no ejercen jefaturas y coordinaciones y contra todo pronóstico y por encima de agresiones gratuitas, mantenemos abiertos nuestros centros de salud y Facultades de Medicina. 
Si se revisan las actuaciones en materia de salud de los funcionarios de primera y segunda línea de gobiernos nacional, regional o municipal se concluye que los médicos venezolanos son una maravilla, pues a pesar de todo, nuestra gente encuentra servicios de salud donde ser atendidos y exige (y las más de las veces la consigue) calidad en la atención aún a costa de aportar de su bolsillo lo que el Estado no satisface.
Los profesionales de la salud venezolanos somos un prodigio. Es la verdad. La prueba más triste es el éxito de quienes migran siendo profesionales de la salud. No hay un país, adonde haya llegado la diáspora de trabajadores sanitarios venezolanos que se niegue a recibirlos – muy al contrario de aquellos de otras naciones, que aún con la ingente propaganda que les precede son mirados con recelo y sospecha- en cambio los nuestros, egresados de nuestros hospitales y facultades pertenecen a un “ sistema” que, como el de orquestas venezolano exportador de directores musicales mediáticos y músicos excelsos, también exporta médicos y paramédicos virtuosos que brillan en todos los rincones del planeta. Las razones para esa migración están a la vista y las razones para quedarse también. Nadie es mejor o peor profesional de la salud porque prefiera mejores condiciones de trabajo para así brindar mejores condiciones económicas a su familia ni es cobarde porque prefiera quedarse a velar por la salud de los suyos en directo.
Las luchas emprendidas por los médicos merideños deben primero que nada llenar de satisfacción. Hemos lidiado con una grave pandemia y cuando comparamos apuntes y cifras estamos dentro de lo que se espera. Hemos resuelto complejidades y nuestra mortalidad por covid-19, por lo menos en nuestro estado, no es diferente (incluso tal vez nuestras tasas estén mejor que en otros países con los que se nos pretende acoquinar). Nada de eso hubiese sido posible sin las advertencias, las luchas y los actos heroicos de médicos que están hoy aquí y siguen luchando, no por un reconocimiento o una dádiva sino por la certeza de que el país se construye entre todos y que la responsabilidad de cada uno comienza en el pedacito de país que le toca. 
Esos jóvenes médicos de entonces que hoy ya son especialistas comprometidos con el devenir de Venezuela gritaron y gritan ¡Libertad! Como todo aquel que sigue apostando por una nación más madura, más seria, más formal. Una nación donde quienes han sido elegidos por un periodo de tiempo lo cumplan y den un paso al lado para que venga otro que siga construyendo institución y no egolatría. Un país donde la gente no cometa peculado amparándose en la torcedura de leyes que dice combatir. Un país que renuncie al narcisismo –ese modo de ver el mundo solo desde el beneficio propio- y que no exija un lugar preponderante sin merecerlo. Atrás debe quedar la idea de la Gran Venezuela, la Venezuela potencia, intergaláctica y única. Nos toca renunciar a esa megalomanía de Libertadores y limitarnos a luchar por la libertad, la igualdad y la fraternidad. Nos toca retomar la sociedad patriótica de antes de Bolívar y su ejército. Nuestra mayor aspiración debe ser vivir bajo el imperio de la Ley y ser ciudadanos.
Va llegando para todo el país el momento de elaborar el duelo por la pérdida de ese modo de ser que, a pesar de habernos llevado a la ruina económica, pero sobre todo moral hemos insistido en defender y añorar. Un género de sociedad que desde hace ya demasiado tiempo ha entronizado una máxima que dice “para los amigos todo, para los enemigos las leyes”  
John Bowlby en su libro "La pérdida afectiva" describe cuatro fases del duelo que podemos extrapolar y aplicarlas a nuestra sociedad. Hace ya unos 30 años agotamos el modelo rentista y clientelar y pasamos por una primera fase de aturdimiento o de shock que se ha prolongado en el tiempo por falta de compromiso y claridad entre la clase dirigente; ha sido un tiempo marcado por explosiones de angustia, desasosiego y enojo. Después vino una Fase de anhelo y búsqueda del país perdido, ha sido una de esperanzas intermitentes acompañadas de desilusión. Esta búsqueda ha sido muy dolorosa y nos llevó a una Fase de desorganización y desesperación: En esta etapa, la más reciente, nuestra sociedad ha tomado clara conciencia de que la pérdida ha ocurrido y con esa conciencia ha sobrevenido esta tristeza, depresión y apatía que nos ha llevado a una sensación de desilusión y sobrevivencia a toda costa incluyendo renunciar a nuestra identificación y terruño. Pero ya llega una última Fase de Reorganización. Estas jornadas así lo demuestran. Los médicos merideños ya van retornando al nivel de funcionamiento previo y esperemos que sea esto un reflejo de todo el país. Debemos aceptar la realidad siendo capaces de resituar emocionalmente a nuestra nación y establecer nuevos lazos afectivos, basados en la concordia y el respeto al otro. Debemos esforzarnos porque la constitución, las leyes, los reglamentos sean cumplidos a cabalidad y debemos dar ejemplo. El duelo termina cuando no se necesita evocar constantemente una fantasía de un pasado que no éramos y deseando un futuro que no construimos en este presente.
De mi parte concluyo agradeciendo pertenecer y estar aquí, en este colectivo, en esta ciudad, en este país que construyo todos los días, en el pedacito que me toca y a pesar del cansancio.
Muchas gracias.





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