Discurso de orden del Dr. Ignacio Sandíia Saldivia en ocasión de la celebración del
78 aniversario del Colegio de Médicos del Estado Mérida
y día nacional del médico en Venezuela, 2022
SR.IGNACIO SANDIA, ORADOR DE ORDEN DÍA DEL MÉDICO EN MÉRIDA
Buenas tardes.
Se me ha pedido ser
orador de orden en este acto central del día del Médico. Un programa
que, con evidente optimismo y mucha esperanza, han armado un grupo de
agremiados cuya coordinación ha contado con el entusiasmo de la Dra.
Anyela Duarte, quien en su accionar revive la magna tradición de
universitarias merideñas que entienden que el GREMIO así, con
mayúsculas, impone responsabilidades políticas ante un pueblo que nos ha
premiado con puestos de élite en nuestro país y que el gremialismo va
más allá del juego politiquero egoísta y ramplón que sólo persigue
perpetuarse en cualquier posición de dirigencia para repartirse
prebendas, medrar de los dineros públicos y reptar por la ergástula que
desde hace años encierra a Venezuela y apenas deja hendijas para la
corrupción y la huida.
Agradezco el honor que me
hacen Las actuales autoridades del Colegio de Médicos del estado Mérida,
su presidente pretempore Doctor Nadim Abou y en especial al colega
Freddy Prieto con quien compartimos angustias, esperanzas y
desilusiones. Una Junta Directiva que, por cierto y por fin después de
casi dos décadas, presenta caras nuevas no por elecciones, como
debería ser, sino a través de un mecanismo de sustituciones que se ha
implementado para resguardar y echar a andar en rumbo distinto al
Colegio. Entre esas caras nuevas están las de mis predilectos alumnos
Pedro Fernández, Urólogo comprometido con el ejemplar movimiento Médicos
Unidos de Venezuela y el Cirujano Cardiovascular Christian Pino, cabeza
principalísima del movimiento de salvación del Hospital Universitario
de Los Andes al cual me voy a referir más adelante y del que adelanto,
está reflejado en el amplio programa académico que el colegio tiene a
bien presentar en su 78 aniversario.
El grupo de
expositores presentes en esta jornada son científicos y humanistas
admirables sin cuyo concurso no hubiese sido posible evitar el colapso
del hospital universitario de Mérida y por tanto de la salud en nuestro
estado antes y durante la pandemia del covid-19 que, a pesar de los
agoreros pesimistas de siempre, ya parece ir quedando bajo control del
sistema de salud Venezolano. Para todos ellos pido un aplauso.
Ya
han pasado 6 años desde aquel marzo heroico en que la sociedad de
Médicos Residentes e internos del IAHULA inició la más grave protesta
realizada alguna vez en cualquier hospital venezolano. Luego de agotar
el recurso del paro indefinido, los médicos residentes presididos por
el Dr. José Vicente Moreno, acordaron ante la inopia en que se hallaba
el hospital universitario y la falta de respuestas por parte de las
autoridades de la época, iniciar una huelga de hambre. Así, el 23 de
mayo de 2016, los médicos residentes Miguel Cancini, Carlos Hidalgo,
David Maciñeiras, Christian Pino, Carlos Sandoval y Rafael Villegas,
iniciaron aquella huelga que cimbraría a toda la clase dirigente de
Mérida, movilizaría la opinión pública nacional y sería el colofón
definitivo que cambiaría el resultado de las luchas que desde la
Sociedad Médica del IAHULA junto con Dr. Akbar Fuenmayor y el Dr. Edgar
Uzcátegui veníamos organizando; protestas y actos de calle que desde
finales del año 2015 solicitaban la renuncia de aquella directiva del
hospital que se regodeaba con cargos vacantes y compras fantasmas
mientras el IAHULA se caía a pedazos y que no fue sino hasta el acto
heroico de esos médicos que comenzó a tener respuesta desde el
centralismo autoritario y paquidérmico que, tristemente nos define como
país.
No sé cómo lo sentirán mis colegas cuando
entran en estos días a nuestro hospital, pero yo lo hago con
satisfacción porque todavía están presentes en mi memoria los pipotes de
agua que ocupaban los pasillos de la dirección del hospital para
recoger las filtraciones en los días de lluvia. Cuando camino por
pasillos pintados e iluminados y cuando sigo encontrando preocupación y
vergüenza por lo que se hace y como se conduce el hospital. Aquellas
luchas compraron un poquito de tiempo para dilatar el colapso que se
nos venía encima y permitieron dar alguna respuesta a la grave
emergencia de salud vivida en los años 20 y 21. Aquellas luchas
reavivaron la moral y el compromiso ético de todos para con el hospital
como principal centro de salud de nuestra región.
Pero
esas luchas fueron sobretodo una muestra de la Venezuela que insurge
desde hace ya unas tres décadas y que no ha podido ser dispersada a
pesar de los ingentes esfuerzos de enemigos de la patria que se
disfrazan con el tricolor nacional mientras insisten en repetir un
modelo populista de hacer gobierno que cansa por lo repetido y
decadente - no sólo en Venezuela sino en toda Latinoamérica- que
entiende lo comunitario como montonera y la participación ciudadana
como clientelismo político.
Celebrar los 78 años
del Colegio de Médicos de Mérida es aclamar a una institución que
persiste en el tiempo a pesar de vicisitudes, crisis y aciertos pasados
que hoy parecen crasos errores. Es también insistir en la valentía,
tesón, dignidad y orgullo del médico venezolano que se ha quedado en su
país y también de aquel que ha migrado para ser embajador de una
medicina muy especial, esa de sistema mixto donde el libre ejercicio de
la profesión de manera privada es un derecho inalienable y donde el
ejercicio de la profesión en el ámbito público es un sacrificio pero
sobre todo, un honor. Esa de escuelas exigentes donde ningún rector
decente se vestiría de colores acomodaticios para obligar a reparar
calificaciones de estudiantes de medicina básica, esa de Facultades con
presupuestos si no completos por lo menos suficientes venidos de
parlamentarios conocedores de la materia y no de áulicos enemigos de la
Universidad. Esa escuela que padece en sus entrañas a agentes de su
propia destrucción y que lidia con la estupidez de un gobierno que
insiste en ahogarla hasta el desahucio.
Sé que
este tipo de afirmaciones pueden resultar ambivalentes y hasta cínicas,
en un país donde el retraso del gobierno con la divulgación de los
registros epidemiológicos oficiales de morbilidad y mortalidad alcanza
los 6 años, haciendo imposible programar y presupuestar la salud en
tiempo real y quien lo intenta lo hace con base a datos filtrados por
funcionarios comprometidos de manera real con su profesión y el país.
Esa garrafal falla gerencial, que obvia los fundamentos de la
epidemiologia y la salud pública, ha llevado a que – como el Dr.
Carlos Aponte Profesor universitario e investigador del CENDES - UCV
afirma en su informe Misión Barrio Adentro: Atención fracturada y salud
en crisis: ”… las más variadas evaluaciones evidencian que el país
atraviesa en los años recientes por la peor regresión de sus indicadores
de salud, al menos desde que ellos empezaron a sistematizarse mediante
la creación del Ministerio que atiende a este sector en 1936. Se estima
que la mortalidad infantil ha involucionado hacia registros de hace unas
dos décadas en tanto que la mortalidad materna habría retornado a los
registros que presentaba en los años cincuenta. Se han reactivado
diversas epidemias prevenibles que se habían erradicado desde hace
muchas décadas como el sarampión o la difteria en tanto que se han
expandido otras, como –de manera especialmente acentuada- la
malaria...”.
Pero, aún así los médicos
venezolanos, como tantos otros connacionales en sus diferentes campos de
vida, hacemos un esfuerzo más allá de la estupidez de quienes detentan
pero no ejercen jefaturas y coordinaciones y contra todo pronóstico y
por encima de agresiones gratuitas, mantenemos abiertos nuestros centros
de salud y Facultades de Medicina.
Si se revisan
las actuaciones en materia de salud de los funcionarios de primera y
segunda línea de gobiernos nacional, regional o municipal se concluye
que los médicos venezolanos son una maravilla, pues a pesar de todo,
nuestra gente encuentra servicios de salud donde ser atendidos y exige
(y las más de las veces la consigue) calidad en la atención aún a costa
de aportar de su bolsillo lo que el Estado no satisface.
Los
profesionales de la salud venezolanos somos un prodigio. Es la verdad.
La prueba más triste es el éxito de quienes migran siendo profesionales
de la salud. No hay un país, adonde haya llegado la diáspora de
trabajadores sanitarios venezolanos que se niegue a recibirlos – muy al
contrario de aquellos de otras naciones, que aún con la ingente
propaganda que les precede son mirados con recelo y sospecha- en cambio
los nuestros, egresados de nuestros hospitales y facultades pertenecen a
un “ sistema” que, como el de orquestas venezolano exportador de
directores musicales mediáticos y músicos excelsos, también exporta
médicos y paramédicos virtuosos que brillan en todos los rincones del
planeta. Las razones para esa migración están a la vista y las razones
para quedarse también. Nadie es mejor o peor profesional de la salud
porque prefiera mejores condiciones de trabajo para así brindar mejores
condiciones económicas a su familia ni es cobarde porque prefiera
quedarse a velar por la salud de los suyos en directo.
Las
luchas emprendidas por los médicos merideños deben primero que nada
llenar de satisfacción. Hemos lidiado con una grave pandemia y cuando
comparamos apuntes y cifras estamos dentro de lo que se espera. Hemos
resuelto complejidades y nuestra mortalidad por covid-19, por lo menos
en nuestro estado, no es diferente (incluso tal vez nuestras tasas estén
mejor que en otros países con los que se nos pretende acoquinar). Nada
de eso hubiese sido posible sin las advertencias, las luchas y los actos
heroicos de médicos que están hoy aquí y siguen luchando, no por un
reconocimiento o una dádiva sino por la certeza de que el país se
construye entre todos y que la responsabilidad de cada uno comienza en
el pedacito de país que le toca.
Esos jóvenes
médicos de entonces que hoy ya son especialistas comprometidos con el
devenir de Venezuela gritaron y gritan ¡Libertad! Como todo aquel que
sigue apostando por una nación más madura, más seria, más formal. Una
nación donde quienes han sido elegidos por un periodo de tiempo lo
cumplan y den un paso al lado para que venga otro que siga construyendo
institución y no egolatría. Un país donde la gente no cometa peculado
amparándose en la torcedura de leyes que dice combatir. Un país que
renuncie al narcisismo –ese modo de ver el mundo solo desde el beneficio
propio- y que no exija un lugar preponderante sin merecerlo. Atrás
debe quedar la idea de la Gran Venezuela, la Venezuela potencia,
intergaláctica y única. Nos toca renunciar a esa megalomanía de
Libertadores y limitarnos a luchar por la libertad, la igualdad y la
fraternidad. Nos toca retomar la sociedad patriótica de antes de Bolívar
y su ejército. Nuestra mayor aspiración debe ser vivir bajo el imperio
de la Ley y ser ciudadanos.
Va llegando para todo
el país el momento de elaborar el duelo por la pérdida de ese modo de
ser que, a pesar de habernos llevado a la ruina económica, pero sobre
todo moral hemos insistido en defender y añorar. Un género de sociedad
que desde hace ya demasiado tiempo ha entronizado una máxima que dice
“para los amigos todo, para los enemigos las leyes”
John
Bowlby en su libro "La pérdida afectiva" describe cuatro fases del
duelo que podemos extrapolar y aplicarlas a nuestra sociedad. Hace ya
unos 30 años agotamos el modelo rentista y clientelar y pasamos por una
primera fase de aturdimiento o de shock que se ha prolongado en el
tiempo por falta de compromiso y claridad entre la clase dirigente; ha
sido un tiempo marcado por explosiones de angustia, desasosiego y enojo.
Después vino una Fase de anhelo y búsqueda del país perdido, ha sido
una de esperanzas intermitentes acompañadas de desilusión. Esta búsqueda
ha sido muy dolorosa y nos llevó a una Fase de desorganización y
desesperación: En esta etapa, la más reciente, nuestra sociedad ha
tomado clara conciencia de que la pérdida ha ocurrido y con esa
conciencia ha sobrevenido esta tristeza, depresión y apatía que nos ha
llevado a una sensación de desilusión y sobrevivencia a toda costa
incluyendo renunciar a nuestra identificación y terruño. Pero ya llega
una última Fase de Reorganización. Estas jornadas así lo demuestran.
Los médicos merideños ya van retornando al nivel de funcionamiento
previo y esperemos que sea esto un reflejo de todo el país. Debemos
aceptar la realidad siendo capaces de resituar emocionalmente a nuestra
nación y establecer nuevos lazos afectivos, basados en la concordia y el
respeto al otro. Debemos esforzarnos porque la constitución, las leyes,
los reglamentos sean cumplidos a cabalidad y debemos dar ejemplo. El
duelo termina cuando no se necesita evocar constantemente una fantasía
de un pasado que no éramos y deseando un futuro que no construimos en
este presente.
De mi parte concluyo agradeciendo
pertenecer y estar aquí, en este colectivo, en esta ciudad, en este país
que construyo todos los días, en el pedacito que me toca y a pesar del
cansancio.