Mérida, Enero Domingo 29, 2023, 06:08 pm
El lunes 08-02-2010 el gobierno de Venezuela decretó la
emergencia eléctrica nacional. En ese momento la causa fue el descenso del
nivel del agua en la represa de Guri por lo que se tenían que tomar drásticas medidas:
Racionamiento severo, sanciones para quienes incumplieran los recortes de consumo, recargo en
el cobro de la factura a los grandes usuarios, cortes temporales y suspensión indefinida
del servicio a los infractores.
En ese momento se culpó de la crisis eléctrica al “fenómeno del
Niño” y a la “desinversión histórica” que se había producido en el sector. O
sea, se escurrió el bulto de las responsabilidades propias y se le echó el
muerto a otro. La verdad es que sin Guri y todo el complejo hidroeléctrico de
Guayana estaríamos todavía en el siglo XIX.
Desde el año 2001 se sabía que el sistema eléctrico nacional
necesitaba grandes inversiones para generar más de 20.000 MW adicionales en un
plan de desarrollo que requería de 5 a 10 años. Pasado el tiempo, las peores
previsiones se cumplieron y doce años después seguimos padeciendo una crisis
eléctrica que nos hace demasiado daño a todos: Se deterioran los artefactos eléctricos, se hace peligrar la vida de
centenares de pacientes, se paralizan las actividades docentes, la banca y el
comercio, entre muchos otros problemas.
El enfoque
autárquico para atender la emergencia eléctrica fracasó rotundamente porque
desde el 2010 hasta hoy no se avanzó. Por tanto, se necesita un golpe de timón
que, desde la perspectiva de la integración regional, nos permita recuperar y
poner al día la infraestructura eléctrica del país.
La integración es
una de las vías más efectivas para alcanzar soluciones cuando nuestros países
enfrentan situaciones de déficit energético. Téngase presente que sólo el potencial
energético de América del Sur supera todos los déficits nacionales de los
países del sub continente, porque si bien la estructura de la distribución de
los recursos energéticos es desigual, todos son complementarios. De allí la
necesidad de avanzar en el desarrollo de los proyectos de interconexión
eléctrica en América Latina y de atender mancomunadamente los parámetros que
plantea el triángulo energético: Seguridad de suministro, sostenibilidad ambiental
y acceso al servicio.
Debemos avanzar
al mismo tiempo, en la modernización de los sistemas energéticos y en la
consolidación de una nueva cultura basada en el uso sustentable de la energía.
Es clave la articulación inteligente del manejo energético, el cambio climático
y la seguridad energética en un marco de integración regional.
Es muy importante
también comprender el valor estratégico del sector privado en función de los
esquemas de integración energética en los sectores hidrocarburos, gas y
electricidad y el papel fundamental que tiene el sector laboral, en virtud de
lo cual resulta urgente atender sus necesidades de desarrollo laboral, técnico
y socio económico.
Es necesario, en
este sentido, superar las limitaciones de nuestro país que se reflejan en los
pronunciados déficits de generación eléctrica, el irracional manejo del sistema
hidráulico y el incompetente e improvisado esquema de desarrollo térmico. Una
mirada al sistema eléctrico venezolano pone en evidencia la falta de
combustible para hacer funcionar el sistema térmico y el colapso de las líneas
de transmisión por sobre carga generada por efectos térmicos; entre muchos
otros problemas, que hacen impostergable la apertura del sector a la inversión
externa, el rescate de las hidroeléctricas y el uso de combustible alternos para
generar electricidad, como la Orimulsión.