Mérida, Enero Lunes 30, 2023, 12:56 am
Las economías emergentes del mundo se encuentran
navegando entre aguas cada vez más turbulentas, debido a la paralización de la
actividad productiva por el nuevo coronavirus (COVID-19), la inflación generada
por los estímulos fiscales para reducir los efectos de la pandemia, y la
volatilidad de los mercados internacionales a partir del conflicto bélico entre
Rusia y Ucrania. En este panorama, la recuperación económica se da de forma más
lenta que lo estimado y los nuevos retos a atender de inmediato son: 1)
reforzar la vigilancia macroprudencial y 2) prevenir nuevas fuentes de inestabilidad
financiera.
Al respecto, las economías asiáticas no están aisladas y
tienen en la política monetaria un instrumento de gestión gubernamental para
superar los retos que hoy enfrenta la economía mundial. Dos de estos son la
inestabilidad de precios y la volatilidad cambiaria. La inflación se ha sido
impulsada por los grandes estímulos a la actividad productiva, la creación de
empleo y la inversión para alcanzar la ansiada recuperación económica; el
aumento en las estructuras de costo de las empresas como consecuencia de los
incrementos en el precio de los servicios logísticos del comercio
internacional; y los altos precios de los alimentos y la energía como
consecuencia de la guerra entre Rusia y Ucrania. Lo que exige un mayor interés
de las autoridades monetarias para atender cuidadosamente los riesgos de una
mayor inflación y prepararse para frenar las expectativas inflacionarias que
pueden generar comportamientos atípicos en los agentes económicos —productores,
consumidores, gobierno—. Y la abrupta subida en el tipo de cambio, representa
la válvula a través de la cual la economía refleja el impacto de los
incrementos de las tasas de interés, el aumento del diferencial de las tasas de
interés entre economías, además de las mayores primas de riesgo que deben
asumir los países con dificultades financieras en el mundo. Todo esto complicará
aún más el sistema de precios y ameritará un gran esfuerzo adicional para
contener la inflación.
A esta situación se llegó luego de un prolongado periodo de
bajas tasas de interés, que generaron un gran incentivo al endeudamiento por
parte de los hogares y las empresas. Ahora, se incrementan los niveles de
morosidad en Asia y el mundo debido a la finalización de la etapa de dinero
barato. Esto amerita un compromiso de las autoridades monetarias de los países
asiáticos para vigilar más de cerca los riesgos del sector financiero y tomar
medidas tempranas que eviten la acumulación de problemas que hagan temer una
reedición de la crisis financiera vivida por la región en la última década del
siglo XX. Es el momento de promover prácticas como la reestructuración
preventiva de la deuda de las empresas, una forma de sincerar las finanzas
empresariales y proporcionar a los bancos más seguridad a la hora de evaluar
los riesgos.
A nivel país, la necesidad de recurrir a política fiscal
expansiva durante la pandemia aumentó la deuda de los gobiernos de Asia. Esta
región se enfrenta a una alta vulnerabilidad de la deuda, debido a la presencia
de muchas economías que se enfrentan al mismo tiempo a una alta carga de la
deuda externa y a grandes déficits de cuenta corriente, junto a bajos niveles
de reservas internacionales (países de ingresos bajos y medios).
En este sentido, Asia y el mundo se enfrentan a una alta
volatilidad de los flujos de capital que puede perturbar la estabilidad
macroeconómica y financiera de los países. Y aunque se tienen buenas
perspectivas de crecimiento económicos y mejora en los indicadores de bienestar
de la población, los gobiernos deben permanecer atentos y prepararse para un
cambio repentino en la posición de los consumidores, empresarios e
inversionistas. En otras palabras, es necesario asegurar una gestión eficaz de
los flujos de capital.
* @zerpasad