Mérida, Junio Viernes 09, 2023, 11:37 pm
Colombia mantiene una vieja alianza con los Estados Unidos y, aunque a veces exista mayor o menor cortesía, el trato bilateral es de privilegio. Las diferencias con Venezuela en las últimas décadas, también ayudan.
Para bien, y para mal, la política norteamericana dirigida a Colombia, y al resto de la región, está centrada principalmente en el tema de las drogas y en el de la seguridad hemisférica que los norteamericanos consideran amenazada, entre muchos otros factores, por los conflictos armados internos, la inestabilidad política, el crimen organizado y las migraciones de ilegales.
Los Estados Unidos también monitorean la expansión del conflicto colombiano fuera de sus fronteras y sus potenciales consecuencias en Ecuador, Perú y Panamá. Además, consideran muy importante la situación de la amazonía y las amenazas que generan la deforestación y la minería destructiva
Desde hace mucho las guerrillas, los narcotraficantes y los grupos paramilitares colombianos, aparte de dejar su indeleble huella en suelo patrio, se han movido intensamente en las fronteras y en los territorios de terceros países, haciendo de la gobernabilidad un desafío.
La complejidad de estos problemas, aparte de la ayuda norteamericana, exige cooperación regional. El respeto de los derechos humanos y del derecho internacional público son fundamentales y está claro que las políticas unilaterales de carácter punitivo, además de no funcionar, generan su propio laberinto.
Con esta situación de fondo, y en el marco de
un profundo descontento social, Colombia vota en los próximos días y lo hará con
la esperanza de cambiar. Por ahora, resulta claro que la mayoría de los colombianos
no quieren vivir lo que les ha tocado a millones de venezolanos que huyen de la
pobreza y de la falta de oportunidades, transitando por sus ciudades en
interminables caminatas, sólo con la esperanza en el corazón. Ellos ya han
vivido su propio infierno. Dios quiera que atinen.