Mérida, Abril Jueves 18, 2024, 11:14 pm
En un momento
cuando el mundo necesita mayor cooperación global se hace más difícil lograr
consensos y establecer metas comunes entre países debido, entre otras cosas, a
la pandemia del coronavirus, el aumento de la tensión geopolítica, el
nacionalismo económico y el miedo a la interrupción de las cadenas globales de
valor. Por esto, la incertidumbre se acrecienta y la posibilidad de una rápida
recuperación económica y social se reduce.
El potencial
de recuperación de la economía mundial es evidente, pero dependerá en gran
medida del acceso global a las vacunas, la solución de controversias
geopolíticas que han dejado al planeta frente a una posible tercera guerra
mundial, el riesgo de nueva paralización de las cadenas globales de suministro,
y el eminente cambio de matriz energética. En este sentido, el riesgo real de
la aparición de nuevas pandemias y del inicio de una nueva etapa de recesión
económica, junto con la capacidad limitada de recursos que tienen los países
para usar nuevos estímulos económicos, crea una situación parecida al dilema
del prisionero en la teoría de juegos. El mejor resultado es cooperar y
profundizar los esfuerzos de integración regional que aseguren una sociedad interconectada
para responder a los retos globales, pero todo parece indicar que los países y
sus gobiernos optarán por no cooperar, y con esto el peor de resultado: la
fragmentación del mundo en países y regiones, así como la vuelta al
proteccionismo y a la autarquía.
Esta situación
solo puede resolverse mediante la colaboración entre similares, la acción
colectiva y la cooperación mundial, y para esto la integración regional tiene
un rol relevante e importante. No solo por la importancia de interconectar al
mundo en materia económica y comercial, sino también como forma de fomentar la
paz y la seguridad, proteger la cultura, defender las mejores reglas de juego
para la movilidad de personas, entre otros ámbitos de las relaciones
internacionales; el costo de oportunidad de una mayor integración regional
reduce la probabilidad de guerras y conflictos.
Un ejemplo de
esto es el esfuerzo de integración regional asiático. Al respecto, la
Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) ha desempeñado un papel fundamental
en el mantenimiento de la paz en el sudeste de Asia desde su formación. Durante
la Guerra Fría, por ejemplo, la ASEAN fue un actor preponderante del impacto
negativo de las tensiones geopolíticas entre los Estados Unidos, la Unión
Soviética y China. De igual forma, la asociación consiguió incorporar a
Vietnam, Laos, Camboya y Myanmar en la década de 1990, a pesar de los graves
conflictos locales que para la época existían en dichos países.
Por supuesto,
la ASEAN tiene sus propias fragilidades internas porque varios países miembros
tienen intereses políticos y económicos diferentes, lo que representa el mayor
reto de la asociación en la actualidad. Ahora, la resolución de estas
posiciones disímiles en materia económica, política, comercial y de seguridad,
exigen de mayor cooperación regional y de la generación de mayor confianza.
Así, la
integración regional en Asia ofrece una solución alternativa para que los
países, en particular los de la ASEAN, tengan un espacio de promoción de la paz
y la estabilidad geopolítica. Además, cuando se trata de negociar con potencias
como los Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia o China, todo esfuerzo
bilateral debilita a los países que actúan individualmente, por esto, la ASEAN
permite una plataforma para fijar una posición en bloque respecto al resto de
países del mundo, incrementando la probabilidad de una solución beneficiosa en
cualquier negociación.
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