Mérida, Junio Sábado 10, 2023, 12:27 am
Colombia mantiene una vieja alianza con los Estados Unidos y,
aunque a veces exista mayor o menor cortesía, el trato bilateral es de
privilegio. Las diferencias con Venezuela en las últimas décadas, también ayudan.
Para bien, y para mal, la política norteamericana dirigida a
Colombia, y al resto de la región, está centrada principalmente en el tema de
las drogas y en el de la seguridad hemisférica que los norteamericanos
consideran amenazada, entre muchos otros factores, por los conflictos armados
internos, la inestabilidad política, el crimen organizado y las migraciones de
ilegales.
Los Estados Unidos también monitorean la expansión del
conflicto colombiano fuera de sus fronteras y sus potenciales consecuencias en Ecuador,
Perú y Panamá. Además, consideran muy importante la situación de la amazonía y
las amenazas que generan la deforestación y la minería destructiva.
Desde hace mucho las guerrillas, los narcotraficantes y los
grupos paramilitares colombianos, aparte de dejar su indeleble huella en suelo patrio,
se han movido intensamente en las fronteras y en los territorios de terceros
países, haciendo de la gobernabilidad un desafío.
La complejidad de estos problemas, aparte de la ayuda norteamericana,
exige cooperación regional. El respeto de los derechos humanos y del derecho
internacional público son fundamentales y está claro que las políticas
unilaterales de carácter punitivo, además de no funcionar, generan su propio
laberinto.
Con esta situación de fondo, y en el marco de un profundo
descontento social, Colombia vota en los próximos días y lo hará con la
esperanza de cambiar. Por ahora, resulta claro que la mayoría de los colombianos
no quieren vivir lo que les ha tocado a millones de venezolanos que huyen de la
pobreza y de la falta de oportunidades, transitando por sus ciudades en
interminables caminatas, sólo con la esperanza en el corazón. Ellos ya han
vivido su propio infierno. Dios quiera que atinen.