Mérida, Junio Sábado 10, 2023, 02:28 pm
Casarse y tener
hijos son dos factores clave de la baja participación femenina en el mercado
laboral. Muchas investigaciones también sugieren que la maternidad y las tareas
domésticas llevan a las mujeres a abandonar la mano de obra después de contraer
matrimonio. De esta manera, los roles de género limitan la distribución de las
tareas domésticas, perpetuando un mayor poder de negociación para que los
hombres trabajen y las mujeres se queden en casa; situación que se refleja en
una oferta de trabajo femenina relativamente más elástica.
Esto significa que
la decisión de las mujeres de trabajar es muy sensible a los cambios en los
salarios y otros beneficios laborales. En otras palabras, para una mujer, los
beneficios por permanecer en el mercado laboral deben ser mayores a los costos
que debe asumir —incluida la carga fiscal—.
En este sentido,
las mujeres de Indonesia enfrentan elevados costos para incorporarse en el
mercado laboral, situación que las lleva a la disyuntiva de tener que elegir
entre el trabajo o la familia. Por un lado, tienen una representación en el
mercado desproporcionadamente inferior a su proporción en la población general
del país. Y, por otro lado, tienen un sistema tributario sesgado en contra de
las mujeres.
Antes de la
pandemia del COVID-19, la participación de la mano de obra femenina en
Indonesia se mantuvo entorno al 50% durante los últimos 20 años, muy por debajo
del 80% de participación de los hombres. Incluso se redujo del 55,5% en 2019 al
50,72% en 2020, cuando la pandemia inició. Esto ha generado, como en muchos
otros países del mundo, que las mujeres indonesias estén infrarrepresentadas en
el sector formal, ya que constituyen el 14% del total de 131 millones de
trabajadores. Lo que impacta en la desigualdad laboral, en las oportunidades de
acceso a determinados cargos directivos, de liderazgo y responsabilidad,
dificulta la conciliación entre la vida laboral y la vida familiar, reduce las
oportunidades de formación, entre otros.
Además, la falta de
una perspectiva de género en la política fiscal agrava los problemas antes
destacados debido a los sesgos explícitos e implícitos del sistema tributario.
A diferencia de la mayoría de los países, el sistema fiscal de Indonesia tiene
impuesto sobre la renta de los hogares. Este considera a la familia como una
unidad tributaria con el marido como cabeza de familia por defecto. Así
planteado, el sistema contiene un sesgo explícito, ya que trata de forma
inequívoca a los hombres y a las mujeres de forma diferente. De esta manera, se
crea un sesgo implícito al imponer tasas efectivas de tributación más altas a
los generadores de ingresos secundarios, en la mayoría de los casos las
esposas. En otras palabras, que no trabajen las mujeres para no pagar más del
impuesto sobre la renta de los hogares.
La discriminación
fiscal así planteada se produce cuando se asocia oficialmente a los géneros,
como en la asignación de exenciones y deducciones, las preferencias fiscales,
los tipos impositivos y la responsabilidad de declarar los impuestos. Indonesia
debería tratar de abandonar la tributación por unidad familiar y adoptar el
enfoque más equitativo de la tributación individual de la renta, que ayudará a
equilibrar la disparidad de género en la participación en el mercado laboral.
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