Mérida, Junio Sábado 10, 2023, 02:32 pm
Hoy domingo 5 de junio, celebramos en la Iglesia
Universal un renovado Pentecostés además de festejar, en Venezuela desde 1928,
el día del Seminario, con la conciencia que es el Espíritu Santo quien envía
vocaciones sacerdotales y religiosas y las capacita con su gracia a imagen de
Cristo Buen Pastor, para que acompañen el caminar de nuestro pueblo de Dios.
La pandemia, provocada por el coronavirus,
y las diferentes medidas sanitarias adoptadas a lo largo de estos meses
paralizó el mundo, pero no la iniciativa pastoral, somos una Iglesia que vive
un dinamismo sinodal, “caminar juntos”, en salida, hacia las periferias, con la
invitación a vivir la experiencia del encuentro con el Resucitado.
Todos los bautizados estamos llamados a ser conscientes de nuestra propia vocación, continuar la misión de Jesús en el mundo, encarnado el Reino de Dios en todos los ambientes, desde una verdadera conversión de nuestros propios estilos de vida para vivir más al estilo de Jesús. Tal como lo expresó el Papa Francisco en su mensaje al Congreso “Pueblo de Dios en salida”, el año pasado en Madrid: Es la hora de ustedes, de hombres y mujeres comprometidos en el mundo de la cultura, de la política, de la industria… que con su modo de vivir sean capaces de llevar novedad y la alegría del evangelio allí donde están...
Ello conlleva el activar procesos
de diálogo con la sociedad civil que nos impulse a la reconciliación
nacional, “es más lo que nos une, que aquello que nos separa”, cuidando
especialmente de nuestro compromiso en la vida pública, con propuestas
concretas como la pastoral del emprendimiento que permitan medios de producción
y capacitación que nos permitan verdadera calidad de vida.
Entre tantas otras iniciativas, como la promoción de
foros y espacios de encuentro para los católicos comprometidos, en el ámbito de
la política puede ayudar eficazmente en la opción por la transformación de la
realidad para la construcción del bien común.
Hoy en la fiesta grande del Espíritu Santo, dador de
todos los dones, le pedimos nos ayude a continuar navegando la barca de Pedro sobre
estas aguas de renovación sinodal, que nos compromete con un mundo que necesita
ser escuchado, comprendido y asumido, tal como lo hizo Jesús buen samaritano, “que
pasó por el mundo curando nuestras heridas con el vino del consuelo y el aceite
de la esperanza”.
También estamos llamados a un nuevo reimpulso evangelizador,
rompiendo nuestros miedos y nuestros prejuicios entre nosotros y hacia el mundo
al que Dios nos envía a ser sal y luz; renovar Pentecostés implica volverlo al
mismo estilo de las primeras comunidades cristianas, en la clave de comunión,
como propuesta de nuevos caminos, de manera unida, coordinada, desde una mirada
profunda, aprendiendo los unos de los otros, creando espacios compartidos de
escucha, estudio, trabajo, servicio, activando procesos y poniendo en marcha
proyectos pastorales ricos y fecundos que nos ayuden eficazmente a reaccionar
ante lo que Dios nos está pidiendo.
Esta renovación y reimpulso, que tiene como protagonista
al Espíritu Santo, nos debe llevar, como dice el Papa, a patear las calles,
entrar en cada rincón de la sociedad, llegar hasta los límites de la ciudad,
tocar las heridas de nuestra gente, con una actitud de escucha, compasión y
misericordia.
En definitiva, una Iglesia abierta a su Espíritu,
sinodal, al servicio de la evangelización y del cuidado de hermanos a los que
es enviada para invitarlos a vivir con gozo la comunión de amor, la
participación valiente y decidida en el anuncio del Reino y la misión encarnada
en un mundo necesitado de Dios.
“Por lo tanto, no tengan miedo
de patear las calles, de entrar en cada rincón de la sociedad, de llegar hasta
los límites de la ciudad, de tocar las heridas de nuestra gente… esta es la
Iglesia de Dios, que se arremanga para salir al encuentro del otro, sin
juzgarlo, sin condenarlo, sino tendiéndole la mano, para sostenerlo, animarlo
o, simplemente, para acompañarlo en su vida” (Papa Francisco).
Mérida, 5 de junio de 2022.