Mérida, Enero Domingo 29, 2023, 05:58 pm
En poco más de dos
meses, la situación alimentaria mundial ha ido de mal en peor. Los llamamientos
cayeron en saco roto, incluso si de alguna manera Ucrania gana la guerra,
pasarán décadas antes de que su economía y sus exportaciones agrícolas vuelvan
a sus niveles anteriores. Muchos países han entrado en pánico ante la escasez
mundial. China prohibió la exportación de productos químicos agrícolas,
Indonesia prohibió la exportación de aceite de palma e India prohibió la
exportación de trigo. Estados Unidos ha ampliado su apuesta por el etanol a
base de maíz, aumentando la cantidad obligatoria en el suministro de gasolina
para reducir el costo utilizar el automóvil. Malasia parece dispuesta a
levantar su mandato de mezclar aceite de palma en los suministros de
combustible diésel, para enfrentar la escasez local de aceites —aceite de palma
que retornaría a la cadena mundial de alimentos—.
Esta crisis es más
difusa en comparación a las vividas anteriormente por el mundo, porque afecta la
oferta de combustibles, condiciona la producción de fertilizantes e influye en
la producción y comercialización de alimentos (especialmente trigo, maíz y
aceites vegetales). Además, tomando en cuenta los últimos acontecimientos
mundiales, cada día se agudiza más y pone en riesgo la tenue recuperación que
han logrado las economías del mundo luego de la pandemia del coronavirus.
En este escenario,
los productos agroalimentarios están experimentando un bajo nivel de
inventarios, una reducción de la producción y una interrupción de las cadenas
de suministro. De esta manera, es menos probable retomar los patrones de
comercio que existían antes de la pandemia, y reaparecen las prácticas proteccionistas
que promueven la auto subsistencia. En este sentido, aunque son muchos los problemas
estructurales y políticos que desencadenaron esta crisis, resulta necesaria la
coordinación entre las principales economías del mundo para avanzar en su
solución. Es el momento propicio para abogar por la acción coordinada de
gobiernos comprometidos con la preservación de la seguridad alimentaria y la reducción
de restricciones comerciales. Es una oportunidad para que la coordinación de la
política pública en pro de la seguridad alimentaria sea el motivo de la próxima
cumbre del G20 en Bali, Indonesia.
Con Indonesia en la
presidencia, es posible alcanzar un compromiso formal de los miembros del G20
en materia de normalización del comercio. Esto requerirá una posición común para
evitar más restricciones a la exportación de productos básicos especialmente
trigo, aceites vegetales, fertilizantes, medicamentos, entre otros; este
acuerdo podrá alcanzarse otorgando a cada país un margen de maniobra considerable
para programar sus acciones de acuerdo a las circunstancias políticas locales,
pero los detalles de su aplicación y los mecanismos de implementación deben ser
difundidos con transparencia.
Aunque sea
comprensible que los distintos países del mundo busquen proteger a sus
poblaciones locales con alimentos producidos de manera local, está altamente
documentado que la práctica solo agrava la escasez mundial de alimentos y
presiona el aumento de sus precios internacionales. En la actual coyuntura mundial,
la vuelta a la autarquía sería desastroso para la seguridad alimentaria, ya
que, las restricciones del comercio de alimentos no es la solución mientras que
la cooperación consciente y trasparente si lo son.
* @zerpasad