Mérida, Enero Lunes 30, 2023, 12:32 am
El despertar a la realidad pretende dejar en evidencia la
carrera que existe entre la economía y la sustentabilidad, para reducir el
riesgo climático. Cada día se presentan estudios relacionados con la relación cambio
climático-mercado financiero, los bonos azules, la transparencia de los bonos verdes,
y el riesgo real que enfrenta la humanidad con una actividad económica
soportada en combustibles fósiles.
El cambio climático a nivel de sostenibilidad ambiental
se involucra con el mundo financiero cuando en repetidas ocasiones se insiste
en la expresión: “vivamos de manera tal que no dificultemos la vida de las
generaciones futuras”. Esta representa el principio base de la no vulneración
del derecho a vivir en un ambiente natural sano y con mínimas perturbaciones
ocasionadas por el desarrollo industrial; pero va en contra de las bases que
rigen el sistema y el mercado financiero mundial. Es decir, el corazón del mercado
de capitales es guiado por la toma de decisiones amparadas en más y mejores
inversiones que han reprimido a lo largo de la historia el espacio natural del
planeta.
Las altas contradicciones entre el funcionamiento de los mercados
financieros y la protección del medioambiente datan del análisis ortodoxo de la
economía, que desde el Acuerdo de París no puede ocultar un futuro verde de
verdad. Sin embargo, la realidad es que dentro de las 166 empresas que hacen
parte del índice de S&P Global Oil, existen millones de inversionistas que
tienen sus recursos en acciones que brindan 19 veces los beneficios que
reportan las empresas de otros sectores productivos.
Sin embargo, existe una buena apuesta para que los
productores de petróleo a menor costo dejen de producir, pero el ruido en el
mercado financiero es muy alto; al igual que el costo de su colapso. A partir
de esto, el pánico de los inversionistas sobre los rendimientos de su dinero en
las actividades de más emisión de carbono a la atmosfera choca con las
prudentes hipótesis acerca de la cantidad de carbón que la tierra podrá
soportar para evitar un mayor nivel de calentamiento global —desde este momento
y hasta 2035, la meta es no superior a los 2 °C—.
Existen posiciones encontradas, las investigaciones periodísticas
y la discusión en la academia interesada en el tema señalan que, para evitar el
cambio climático y conseguir estabilidad en las emisiones de carbón, se debe
alcanzar un gasto de capital en las actividades de emisión de 41% para el gas y
de 24% para el petróleo, por lo menos hasta 2025. Esto representa un amplio sacrificio expresado
en billones de dólares —entre 2 y 2,3 billones de dólares aproximadamente—. A
partir de lo cual entra en juego la actuación no transparente de los gobiernos
que dicen estar comprometidos con la estabilidad del riesgo ambiental, ya que
no aclaran a las industrias e inversionistas vinculados con el sector de
combustibles fósiles las consecuencias de no cumplir con las metas de emisión.
En este orden, es popular escuchar en las discusiones sobre el tema la
generalización del episodio de esquizofrenia que sufren los mercados de capital
producto del cambio climático, dado que insisten en el discurso del riesgo no
es real.
En el llamado a la moral de las actividades industriales verdes,
sobresale la necesidad de tomar una dirección entre 1) cambiar el
comportamiento de la demanda mundial de mercancías o 2) continuar la producción
de bienes derivados de los combustibles fósiles. Ante esta disyuntiva, los
bancos parecen ceder cuando en convenciones aceptan dos compromisos: la acción
sobre el carbón y la responsabilidad de continuar financiando actividades sostenibles.
De esta manera, los bancos han normalizado la forma de evaluar el riesgo y la
promoción de un papel positivo del sector sobre este tema de vital importancia
para la humanidad.
* @ajhurtadob