Mérida, Marzo Jueves 28, 2024, 04:22 am
Perdí las piernas en un accidente, pero eso no me
detuvo. “Después de esto me acostaron en la parte trasera de un camión, y vi
que mis piernas eran un desastre. Me amputaron ambas piernas por arriba de las
rodillas, y luego me trasladaron en avión al hospital. Antes de este evento era
un buen corredor, pero ahora no sabía si volvería a caminar. Al cabo de varios
meses de fisioterapia, me colocaron unas prótesis, pero me costaba mucho
trabajo usarlas por las dificultades de equilibrio y marcha. Después de cinco
meses en el hospital, una institución que se ocupa de discapacitados organizó
una clínica de deportes de invierno. Durante la clínica me enseñaron a usar un
mono esquí. Esquiar fue lo primero que me devolvió las piernas. Subí a la
montaña en telesquí y me divertí muchísimo. Cuatro meses después, cuando volví
a casa, reanudé la fisioterapia. En el verano de 2004, en un evento de
recaudación de fondos, recorrí 65 kilómetros en una bicicleta accionada a mano.
Lo disfruté tanto que, en 2005, recorrí el país en bicicleta con dos amigos.
Nos llevó un par de meses, pero fue fantástico. Ese invierno me entrené en un
campamento de mono esquí para personas discapacitadas. Pero seguía sin poder
caminar. Entonces encontré un fabricante de prótesis que había ayudado a muchas
personas amputadas de ambas piernas. En julio de 2006 recibí un par de piernas
nuevas bien equipadas y desde entonces ya no uso silla de ruedas. Las prótesis
me permitieron probar otros deportes. En 2007 gané medallas de plata en las
carreras de 100 y 200 metros en los Juegos Endeavor. He formado parte de un
equipo de relevos en dos triatlones y jugado un torneo de golf, pero mi deporte
principal es el esquí. Vivo felizmente, con mi esposa y mis tres hijos. Aprendí
que la discapacidad es un término relativo: podemos hacer muchas cosas con lo
que Dios nos ha dado.”
La fe no conoce límites ni fronteras. Lo que nos pasa, a veces, es atemorizante porque nos plantea un panorama muy diferente del que teníamos, y todos nos asustamos ante lo desconocido. Pero debemos tener en cuenta que la vida es como un viaje constante, podemos cambiar de lugar, de destino, pero eso no significa que no podemos seguir viajando. Anímate y sigue avanzando. Trata de aprender de tu experiencia tanto como te sea posible y así crecerás. Explorando el camino haremos descubrimientos asombrosos. No te rindas, no abandones tu lucha. Aún falta mucho por recorrer.
¡Que Dios te de un feliz Día!