Mérida, Enero Sábado 28, 2023, 06:02 am
Por mucho tiempo Japón
ha liderado el mundo en materia tecnológica. La tecnología japonesa es el
resultado de años de permanente investigación y desarrollo, con base en la filosofía
de la excelencia en las cosas que se hacen y se producen (reconocida como monozukuri).
Es decir, optimización de los procesos productivos de la última tecnología
mediante: 1) metas de productos de calidad superior y 2) mejora continua de las
organizaciones productivas.
A pesar de esto, en
la actualidad Japón se ha quedado atrás en la ola global de transformación
digital. Esto debido, entre otras cosas, a la disfunción digital que vive el
país, la escasez de mano de obra calificada en el
sector de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), y la resistencia
de las organizaciones japonesas a la digitalización de sus actividades.
En este orden, el
país aún mantiene su competitividad tecnológica en ciertas áreas como la robótica,
las baterías, así como en algunos insumos intermedios y maquinaria de alto
valor agregado. También tiene capital humano con altas tasas de alfabetización.
Pero entre los países de altos ingresos se ubica por debajo del promedio en
competitividad digital —e-gobierno, e-learning, e-commerce—. El retraso en la
transformación digital ha sido evidente durante la pandemia del nuevo
coronavirus, que tomó por sorpresa al sistema de salud japones con prácticas de
registro manual de la información de los pacientes; al vínculo instituciones
públicas-entidades bancarias, que aún depende de la confirmación tradicional de
las partes antes de autorizar el movimiento de fondos; así como al intercambio
de información entre instituciones públicas a distintos niveles de gobierno.
Esto implica que, a
pesar del liderazgo tecnológico japones, la integración de la tecnología
digital en todas las áreas de la sociedad japonesa va a un ritmo lento. En
otras palabras, la aplicación de capacidades digitales para mejorar la
eficiencia de hogares, gobiernos, empresas, universidades, entre otras
organizaciones, no termina de despegar.
Entre las razones
que explican esta situación se encuentra la disfunción digital causada por la arraigada
cultura empresarial y laboral japonesa. Es decir, a pesar de tener a disposición
los últimos avances tecnológicos, muchas empresas en el país prefieren preservar
los procesos productivos que han dado resultado, así como el respeto a la
estabilidad laboral de los trabajadores; dentro de una cultura que prioriza la
jerarquía y los méritos.
También ha incidido
la escasez de trabajadores con competencia en el sector TIC. Debido,
principalmente, a la diferencia de los salarios que recibe el personal de este
sector en Japón con respecto al resto del mundo (por ejemplo, en países de la
Unión Europea o los Estados Unidos), así como por la alta demanda mundial de
este tipo de mano de obra.
Y la resistencia al
cambio entre las organizaciones japonesas. La transformación digital se
considera problemática porque la norma predominante es que las transacciones
formales deben realizarse en persona, en papel y con un sello de aprobación (hanko).
Estas convenciones priorizan la formalidad sobre la función organizacional,
reduciendo así los incentivos para su digitalización. Además, en esto también
incide la aversión al riesgo de las empresas, que las lleva a ser más
cautelosas para minimizar los posibles problemas generados por las nuevas
tecnologías —dependencia, dilemas éticos, contaminación, riesgo a la privacidad,
nuevas enfermedades, entre otros—. De continuar esta tendencia, la no
digitalización resultará costosa para un país con capacidad de continuar
liderando el mundo en materia tecnológica.
* @ajhurtadob