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LA DESILUSION PARTIDISTA por Luis Loaiza Rincón

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LA DESILUSION PARTIDISTA por Luis Loaiza Rincón


La práctica de convertir a los partidos políticos en maquinarias electorales, despojándolos de todos sus otros atributos, ha generado, desde hace mucho, una gran desilusión. A buena parte de la ciudadanía le importa poco quién es el candidato y tampoco le interesan sus mensajes, ni sus propuestas.

 El rechazo ciudadano de los partidos, que en Venezuela se mantiene desde finales de los años 80 del siglo XX, se expresa de muchas formas, pero en especial con la desaparición de las identidades partidistas, lo cual pudiera servir para explicar que una buena parte de los ciudadanos se consideran “independientes”; y con el reiterado desinterés por algunos de los más importantes temas públicos. En general, la gente no cree que los partidos se preocupen por sus problemas y, en consecuencia, tampoco cree que tengan mucho interés de solucionarlos.

Para avanzar los países requieren una visión u horizonte que les permita enrumbarse. Ningún partido, ni los de gobierno ni los de oposición, pueden dirigir, sin proponer destinos. El país necesita saber para dónde va. En este sentido, resulta catastrófica la posición del partido de gobierno, que pretende seguir sobrellevando la crisis sin construir salidas.

 Por si fuera poco, en Venezuela, la mayoría de los partidos políticos nunca muestran ni sus bases ideológicas ni el programa de medidas que van más allá de la retórica; mucho menos una efectiva voluntad de corregir errores. Abundan las personalidades y escasea todo lo demás.

 También enfrentamos el fracaso de la política y de los políticos, gracias al vaciamiento de su sentido noble y trascendente, y el encumbramiento de la sociedad espectáculo en la que el político profesional, además, debe tener dotes de cantante, mago, amaestrador de animales, deportista, músico o ser capaz de mostrar un gran desparpajo para hacer el ridículo y llamar la atención en las redes sociales en cuanto tenga oportunidad. El lema parece ser: "Hay que ser tendencia”, sin importar cómo.

 El personalismo, en los partidos, se expresa de distintas formas y en algunos ni siquiera se trata de ejercer un efectivo liderazgo, sino de sacarle provecho personal a los privilegios que proporciona el control burocrático de la organización. Son los llamados creadores de "cascarones vacíos".

 Pese a todo, no hay democracia sin partidos. Los partidos políticos siguen siendo fundamentales para construir democracia y esperar de ellos lo mejor, no puede interpretarse como antipolítica, porque ésta no necesita de aquéllos. Para impedir su estancamiento resultará muy útil apelar a la formación sistemática, la incorporación de los jóvenes y el desarrollo de sensibilidad social que se traduzca en políticas inclusivas.





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