Mérida, Enero Domingo 29, 2023, 06:56 pm
A raíz de la publicación de mi artículo Marías íntimo de la semana
pasada, diversas fueron las reacciones de los lectores por lo que allí
expresé. Sin embargo, considero que el aspecto del conocimiento de la
vida del autor como complemento del de su obra, fue lo que más llamó la
atención en algunos, y creo que es importante que me detenga un poco en
el asunto. Por experiencia propia ha sido generalmente la obra de muchos
autores la que me ha llevado a la larga a intentar conocer su vida.
Claro, también me ha sucedido que he llegado primero a sus biografías, y
ellas han sido magníficos puentes para acceder a sus textos. De los
cuentos, las novelas, los artículos y los ensayos (para no mencionar a
todos los géneros) he dado el salto a la interioridad de los creadores, y
ni qué decirlo: la complementariedad ha sido enriquecedora.
Con mucho tino una colega historiadora me dijo que era importante
conocer la vida de los autores para comprender su obra, porque
generalmente quienes publicamos (ficción y no ficción) mostramos en
nuestros textos parte de la interioridad (nos desnudamos, sin más), y en
los mismos podemos hallar claves que nos permitan tener una visión más
amplia de su alcance y significación. Y esto es relevante no solo en la
literatura, para asombro de todos, sino también en muchos otros campos y
disciplinas: la filosofía, la historiografía, las mal llamadas ciencias
duras, la teología, y paremos de contar. Suena taxativo, pero podría
ser una realidad: conocer al autor es conocer su obra. Aunque…
Ahora bien, veamos otra arista importante. La visión que yo pueda tener
como autor acerca de mi obra, podría estar sujeta a muchas variables
que no respondan necesariamente al método científico (es decir: ser
demostrable y replicable). Desde mi propia perspectiva, la validez,
calidad, importancia e impacto de mi obra están sujetos, entre otras
cuestiones, al ego y a mi historia personal. Lo que para mí implica una
recepción formidable de mis textos, para otros esto no tendría
posiblemente ningún peso ni valor. Es más, hasta sería risible. En
contraposición: un autor desprevenido podrá tener el peor de los
conceptos de sus libros, contraviniendo de manera alarmante la noción
que los otros (la crítica y el público) tienen de los mismos; incluso:
hasta las propias estadísticas. No hay allí correspondencia posible.
Si bien es cierto que la vida del autor y su obra se conjuntan en una
suerte de amalgama, como queda dicho, que hace de ellas “una misma
pieza”, la historia y la visión personal del autor no siempre van de la
mano con la obra que han podido alcanzar. Muchos autores han denostado
de su propia obra, y la han abandonado a su suerte, mientras otros la
han aplaudido a rabiar. Hay autores que aun siendo geniales y que han
roto de un tajo con el canon, sus vidas son (o han sido) auténticos
desastres, rayanos en el desvarío y la tragedia, y todo esto no solemos
hallarlo en sus páginas. Muchos genios han sido unos pérfidos,
misóginos, asesinos y malas personas, y cuando nos acercamos a sus obras
quedamos maravillados ante su magnificencia. Cuando vemos el impacto de
la obra de Albert Einstein en la física teórica y en la ciencia en
general, por ejemplo, no podemos sino alabarlo y afirmar en coro: ¡fue
un genio! Pero cuando leemos acerca de su vida, de sus relaciones
familiares, de su papel como esposo y como padre (intentando desentrañar
la clave de sus portentosos hallazgos científicos), nos quedamos
pegados en el asiento, y no podemos evitar una mueca cercana a la
perplejidad y a la náusea.
Como podemos observar, no siempre
vida y obra van de la mano. No es una regla que lo que leamos retrate el
corazón y el alma de quienes lo crearon. Hay casos que sí. Veamos
someramente algunos de ellos. Leemos a Pablo Neruda y nos conmueven
muchos de sus poemas, otros crispan la piel y nos causan desazón, pero
el hombre que se asoma en ellos es en esencia el que vemos retratado en
su obra. Cuando estudiamos Confieso que he vivido (su autobiografía) y
cotejamos todo lo que allí afirma con lo mejor de su poesía, llegamos
necesariamente a la conclusión de que esos textos poéticos no podían
nacer de un espíritu sosegado y tranquilo, o de un ser indiferente al
mundo y a sus placeres. Fue Neruda, qué duda cabe, un hombre que
exprimió a su vida hasta la última gota de placer orgiástico, y su
poesía contaminada de ideología está en correspondencia con su manera de
entender la política y la vida. Si analizamos Así habló Zarathustra de
Nietzsche y leemos su vida, comprendemos de inmediato que se trata de la
obra mayor de un ser atormentado (desquiciado) por sus demonios. Casi
la totalidad de la obra del autor húngaro Sándor Márai es la clave
perfecta para conocer, no solo la tragedia de su país y de buena parte
de Europa, sino de su propia vida. La guerra, la destrucción y la muerte
son variables presentes en su vida y en su obra. Leer de su trasiego es
comprender su obra, y viceversa. Cuando nos adentramos en sus
Diarios1984-1989 asumimos a cabalidad el horror narrado en sus novelas.
No hay una ecuación perfecta que nos muestre a cabalidad la relación
entre una obra y la vida de su artífice. Sin embargo, ambas suelen estar
conectadas en una especie de simbiosis, que nos da pistas para
conocerlas mejor y abrir el espectro de una mirada que se hace así más
certera y humana.
rigilo99@gmail.com