Mérida, Enero Domingo 29, 2023, 06:17 pm
Una expresión
popular sostiene que “suenan los tambores” cuando se cierne un conflicto armado.
En esta oportunidad apelo a esas palabras para señalar que los movimientos
político – partidistas muestran que habrá elecciones (o se intenta que se
realicen), tanto para los aspirantes de la llamada oposición, como para los
adeptos al régimen gobernante porque en esa parcialidad se comenta que podría
convocarse una renovación de todos los estamentos.
Unas elecciones
presidenciales, teóricamente, soportadas en el texto constitucional deberían
ser en diciembre de 2024. En la realidad de los hechos, esto puede ser cambiado
o alterado, porque, por ejemplo, unas elecciones como las habidas en mayo de hace
cuatro años no debieron tener esa fecha, aunque el inicio del período tuvo
lugar siete meses más tarde.
Dada la
expectativa, los aprontamientos en la oposición vienen ocurriendo de manera
intermitente y sin que todos los mencionados hayan salido a las calles
venezolanas para buscar sus votos. Hay encuestas con variados resultados. Hay
gran uso de las redes. Se mueven las aplicaciones, todas, dirigidas desde los
comandos, con más tiempo dedicado a ellas que las horas invertidas por los
aspirantes a saludar a los ciudadanos.
Hay un
reglamento de las votaciones primarias para escoger un único aspirante, sin que
se pueda saber de manera certera cuáles serán los que entrarán en la
competencia, debido a que los que quieran “ir al baile” deberán pagar para
cubrir los costos. Ahí está el primer
elemento disuasivo. Unos cuantos no podrán reunir esos dineros para comprar su
cupo y es probable que algunos de esos descartados sigan promoviendo sus
nombres hasta el final de las elecciones presidenciales. Claro, sin inversión
monetaria importante y sin chance alguno de ganar.
Del lado del
gobierno hay que destacar que en Venezuela se terminó de aceptar la existencia
de Nicolás Alejandro Maduro Moros como primer mandatario nacional, luego de que
por meses se mantuvo la expresión de “ilegítimo”, de desconocido por amplios
sectores y “suplantado” por un gobernante interino. De tal manera que
sustituirlo como candidato por el Ingeniero Cabello Rondón o por el gobernador
Héctor Rodríguez no luce nada probable.
Nunca ha sido recomendable cambiar el caballo en medio del rio, dice el
adagio.
El país no luce
enfocado hacia una carrera electoral, porque las mayorías están envueltas en
sus propias crisis personales y/ o familiares, con las particulares
circunstancias de la ausencia de una parte de los hijos y padres, aventados al
exterior por los mismos problemas. Eso no evita que haya tambores sonantes,
porque la política es de todos los días.
En medio de este
pre ambiente electoral, los ciudadanos se preguntan de dónde saldrán los
bolívares (léase dólares) para cubrir una campaña. Saldrán de las arcas
oficiales, por las muchas vías y subterfugios, saldrán de empresarios y, por
supuesto, de los poderes irregulares nacionales e internacionales. Tanto para unos como para otros. Y eso no es
ningún evento, porque desde hace años viene ocurriendo.
Una campaña de
voluntarios, de esfuerzos humanos desmedidos en calles y pueblos, no se avizora,
al modo de Mérida (Noviembre de 2021), porque hasta dentro de la propia oposición
hay recursos inmensos que vienen cubriendo campañas de los nuevos partidos
(entiéndase Monómeros) en su afán de desplazar a los históricos y viejos grupos
políticos.
Los tambores
electorales no dejan escuchar los clamores de la ciudadanía, pero si permiten
invitar a los electores a que, desde ya, analicen los nominados, los que
aspiran, con sus trayectorias y luchas, para que a la hora de decidir lo hagan
con plena conciencia democrática y pensando en dirigentes para un país que
tendrá, necesariamente, que ser distinto.