Mérida, Enero Lunes 30, 2023, 12:34 am
Después de crecer a
tasas cercanas a cero durante la década del 2000, la población de Japón ha
disminuido durante la segunda década del siglo XXI y mantiene una tendencia
decreciente en los últimos años. Entre las razones detrás de esta reducción se
encuentran: la baja fertilidad persistente —la tasa de fertilidad japonesa ha
disminuido desde la década de 1970—; la menor tasa de matrimonios; y la baja
maternidad fuera del matrimonio.
Los jóvenes japoneses
son cada vez más reacios a casarse y tener hijos, en parte debido a la rápida
mejora de sus oportunidades económicas. Por otra parte, el descenso de la tasa
de nupcialidad en Japón es atribuible a la persistencia de los roles de género
domésticos tradicionales, que hacen recaer sobre las mujeres una pesada carga
en la gestión de las tareas domésticas y el cuidado de los niños. Además, la
contribución de los hombres japoneses a las tareas domésticas sigue siendo muy
baja y el desequilibrio de género en el trabajo doméstico es todavía importante.
Esta desigualdad de roles de género en el hogar, frente a la ampliación de las
oportunidades económicas para las mujeres, ha hecho que para las mujeres
casadas sea cada día más difícil equilibrar la vida laboral con la familiar;
situación que minimiza cualquier interés por el matrimonio.
El gobierno japonés,
preocupado por las consecuencias sociales y económicas que puede traer la baja
fertilidad y el rápido envejecimiento de la población, puso en marcha una serie
de programas para abordar la shoushika-taisaku a mediados de los años
noventa. El objetivo inicial fue proporcionar ayuda a la crianza de los hijos
mediante el aumento de la oferta de servicios de guardería y la defensa de un
mejor equilibrio entre la vida laboral y la personal.
Ante la ausencia de
resultados convincentes y el inicio del actual declive demográfico —desde
finales de la década del 2000—, los esfuerzos políticos de Japón se han incrementado.
Los gobiernos japoneses han abogado por una política de ayuda a largo plazo
desde el nacimiento hasta la juventud. En la década de 2010, la baja fertilidad
se convirtió en una parte integral de las políticas públicas de Japón. Las
políticas de baja fertilidad se incorporaron en la política macroeconómica del
país, en la planificación territorial nacional, así como en las metas de desarrollo
regional y local. A pesar de estos esfuerzos, las políticas japonesas no han
logrado aumentar la fertilidad que permitiría reducir los efectos sociales y
económicos del descenso-envejecimiento de la población.
La experiencia de
Japón demuestra lo difícil que es restablecer la fecundidad una vez ha
disminuido, esto debido a que las condiciones que desincentivan tener hijos
predominan. En este sentido, un aumento inmediato y drástico de la migración
internacional o la liberalización planificada de las políticas migratorias de
un país no serán suficiente para superar una crisis demográfica como la
japonesa. Para lograr resultados diferentes, el esfuerzo gubernamental se dirige
al apoyo a las parejas, al desarrollo de incentivos para que las empresas
contribuyan en el esfuerzo de los trabajadores para equilibrar sus funciones
laborales y familiares, así como en la disminución de los costos sociales y
económicos de las actividades en el hogar.
Así, con roles de
género en el hogar Japón espera ser menos tradicional para que el mercado
laboral avance en favorecer las realidades laborales y familiares de mujeres y
hombres. De esta manera, el esfuerzo público y privado se concentra en hacer del
lugar de trabajo y el hogar un espacio más favorable a la familia en el que lo
inevitable de la desigualdad de género no afecte el sano crecimiento del hogar
y del país.
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