Mérida, Junio Sábado 10, 2023, 12:33 am
bajarigua@gmail.com
Jacinto Convit, extraordinario ser humano y lleno de convicción; ése que adoraba ser un galeno lleno de humanidad en una época en que la lepra originaba el prejuicio más arraigado dentro de la sociedad venezolana. A los leprosos se les encadenaba y se les custodiaba por parte de autoridades policiales. Jacinto Convit: un defensor contra el maltrato de las personas con lepra, pues exigía respeto para sus enfermos, y una mejor conducta hacia los que padecían la enfermedad.
La lepra es,
posiblemente, la enfermedad más estigmatizante que conoce la historia humana.
Desde que se conoce este mal, aquellos que lo padecen son segregados, aislados
severamente y tenidos como peligrosos para la salud pública. Convit, ese médico
venezolano curtido de mucha sensibilidad social y humana, había desarrollado
con su equipo de científicos una serie de investigaciones en el área
dermatológica que condujeran a la Clofazimina, incluida en la vacuna contra la
lepra y la lehismaniasis, y su logro se basó en la observación de los
cachicamos de la zona del Guri, en el estado Bolívar, que eran inoculados en el
laboratorio con el temible bacilo de Leprac, portador de la lepra.
En algunos pasajes
de la biblia se ilustran varios episodios en los cuales los leprosos son
protagonistas. De hecho, el Evangelio atribuye a Jesucristo la curación
milagrosa de uno de ellos. Y casi dos mil años después, la prevención y
tratamiento de la lepra ya no es cuestión de milagro, sino un hallazgo gracias
a las investigaciones del ilustre médico venezolano Jacinto Convit García. Él
es conocido internacionalmente por el desarrollo de la vacuna contra la lepra,
una enfermedad que combatió desde el inicio de su carrera de medicina, y cómo
este ilustre caraqueño pudo impedir una catástrofe médica por lehismaniasis en
el Medio Oriente.
Toda esta
enfermedad comienza con una picada de mosquito infectado por el bacilo, que
rápidamente se aloja en la piel formando una llaga que le va devorando poco a
poco la piel. Al infectarse la herida, las cicatrices te van acompañar de por
vida. La lehismaniasis es una enfermedad que usualmente no ocupa titulares de
prensa, y que ahora puede convertirse en una preocupación mundial por este
brote que se ha estado registrando hace unos años entre los refugiados de
Siria, que se ha detectado en los países que los reciben, ya que este brote se
ha expandido por todo el Medio oriente. Frente a este drama internacional, el nombre de este científico
venezolano ha comenzado a mencionarse, como un escudo de protección ante esta
terrible enfermedad.
También, en
el año 1989, el doctor Jacinto Convit anunció el hallazgo de la vacuna,
lo que promovió su postulación al Premio Nobel de Medicina en 1988. Su pasión día y noche para descubrir la cura
para tratar la enfermedad no tenía límites, y junto a un equipo de trabajo
conformado por seis médicos venezolanos y dos italianos, comenzó a hacer varias
investigaciones, obteniendo resultados sorprendentes al utilizar el aceite de
Chaulmoogra, podría fungir con gran efectividad en contra de este mal. Este
aceite y sus resultados causaron el cierre de las conocidas leproserías donde
los enfermos eran encerrados y vejados en su condición humana.
El desarrollo de un
modelo de vacunación contra la lepra ha sido una de las contribuciones que le
ha dado más notoriedad internacional al Dr. Jacinto Convit, demostrando por
primera vez que una mezcla de Myeobacterium Leprae con BCG producía una lisis total
del agente de la lepra al inyectarse en pacientes lepromatosos.
En virtud de esto,
nunca le gustó ejercer la medicina privada; sino que, desde temprana edad,
decidió poner todo su empeño en la investigación con un equipo de la
Universidad Central de Venezuela, desde donde desarrolló un tratamiento
experimental en el Instituto de Biomedicina para la creación de una autovacuna
contra el cáncer de seno, estómago y colón. Dicho procedimiento está basado en
su exploraciones con inmunoterapias.
Este gran venezolano
era un personaje fuera de serie, de una infinita sencillez, que trabajaba incansablemente para beneficio de
la humanidad y sobre todo, para los más necesitados, lo cual ha sido fuente de
inspiración para muchos científicos en el mundo. Nos llenó de mucho orgullo
saber que era un médico entregado a la investigación de la salud, un hombre de
nuestra universidad y ejemplo de generaciones.
Por encima de los
múltiples reconocimientos recibidos, el doctor Jacinto Convit tendrá siempre la
admiración y el respeto de sus conciudadanos, y especialmente de aquellos
enfermos que, gracias a su tesón y ciencia, tuvieron una esperanza de
salvación. Además, hay que señalar que en el bachillerato de aquellos años,
tuvo dos grandes maestros que seguramente marcaron su horizonte en el liceo
Andrés Bello. Ellos fueron Rómulo Gallegos, y Pedro Arnal.
En sus comienzos de la carrera de medicina
trabajó con dos profesores de la cátedra de dermatología de su facultad, en ese
año de 1937: el Dr. Martín Vegas y el Dr. Carlos Gil Yépez. Ellos inician los
estudios contra la lepra en la leprosería de cabo blanco, ubicada en el Estado Vargas, lugar que amparaba a
cientos de pacientes afectados por esta enfermedad.
Cabe destacar que
nació en Caracas, un 11 de Septiembre de 1913, en la populosa Parroquia de la
Pastora, se graduó de médico en la Universidad Central de Venezuela en el año
1938, y comienza a dirigir el leprocomio de Cabo Blanco en Anare, hoy Estado
Vargas, y desplegó una relevante labor científica en el Instituto de Biomedicina
de la UCV, del que fue su director, al cual concurría, a pesar de sus
trastornos de salud y su muy avanzada edad, que ya superaba los 99 años de
edad. Este hombre hijo de Francisco Convit Martí y Flora García Marrero, se
casó con Rafaela Martota y ellos procrearon cuatro hijos: Francisco, Oscar y
los gemelos Antonio y Rafael Convit. No olvidemos a estos memorables hombres de
la gran Venezuela.