Mérida, Septiembre Martes 17, 2024, 01:40 am
El ilustre hijo de Lobatera, estado Táchira, Acacio de la
Trinidad Chacón Guerra, nació el 8 de junio de 1884 en un verdadero hogar
formado por sus padres Don Eleuterio Chacón y Doña Gregoria Guerra
donde realiza, junto a sus otros cuatro hermanos: Rufo, María Abelardo y Anita,
una primera construcción: la familia. Crece al calor de los más valiosos valores
de oración, trabajo, unidad y amor. Todo lo que le permite formarse en un
auténtico hombre de bien.
Una segunda
construcción en la vida de Monseñor Chacón, fue la educativa, la recibe de
manos del ilustre “Don Bosco de los Andes”, Jesús Manuel Jáuregui en el Colegio
del Sagrado Corazón de Jesús de La Grita, bajo una inédita oferta académica en
Venezuela que sigue las huellas salesianas como una escuela que formó varones
integrales en todos los campos del saber, con un pensum innovador, completo, atendiendo cuerpo, mente y
alma, para forjar hombres útiles a la sociedad.
Al germinar la semilla de su vocación a la Iglesia, se
construyó un pastor según el corazón de Dios, en el recién re-aperturado
seminario de Mérida, luego del cierre por Guzmán Blanco. Además de la sabia
guiatura y artesana inspiración del Arzobispo Silva, que luego de ordenarlo
sacerdote en la vetusta catedral merideña, el primero de noviembre de 1907. Es
Aquí donde comienza la construcción del cura de almas cercano, misericordioso,
atento a las necesidades de su gente, encarnado como frailejón de suave
fragancia en las luchas y esperanzas de los pueblos andinos de Pregonero,
Rubio, donde destacó por fundar el colegio “Instituto Pedagógico”, además de su
curato en La Grita, donde el 20 de abril de 1916 bendijo el trono del Santo Cristo y
las remodelaciones de su Templo. Sin dejar de mencionar su relevante actuación
en la entrega y conformación de la nueva diócesis de San Cristóbal en 1923.
Los caminos del
Señor lo llevaron a formarse al lado del venerable obispo Antonio Ramón Silva
como su Provisor y Vicario General de la enorme Diócesis (1923-1926), quien le
encarga visitas pastorales en su nombre, lo que le permite conocer de cerca la
realidad de su futura grey y consolidar la obra de Silva, con una Iglesia
misionera que busca construir caminos de esperanza para los apartados pueblos
andinos. Sin dejar de mencionar sus responsabilidades con la Iglesia Universal
con su participación en congresos, encuentros con la Santa Sede, Peregrinaciones
marianas. Entre otras tantas que lo hacer crecer en la visión de una Iglesia
que se enrumba a nuevos cambios a los que supo monseñor Chacón asumir como
hombre de su tiempo.
Su camino de
construcción como padre y pastor de Mérida lo inicia al consagrarse como Obispo
en la Catedral de Mérida, el 29 de
agosto de 1926. El anciano Obispo Silva emite una carta pastoral en la que
expresa su júbilo por la elección de Chacón Guerra elogia sus dotes de gobierno,
suave severidad, prudencia y discreción. Un año más tarde, asume plenamente las
riendas de la Iglesia merideña.
En su primera carta dirigida a su nueva Arquidiócesis deja
claro las líneas pastorales de su gobierno: “instrucción del pueblo,
santificación del clero y fomento de las vocaciones sacerdotales, marcará los
pasos de nuestra vida pastoral” (1/1/1928). Asimismo, entre las primeras
pastorales marca las “instrucciones sobre las que debe observarse en las
parroquias con motivo de sus visitas pastorales”, obra a la que consagró todo
su empeño y esfuerzos para dar forma y consolidar las vicarias pastorales de cada
zona de la extensa Iglesia andina.
Es el primero en animar a los llamados “curas camineros”
con la apertura de los caminos y los primeros jeep en el lejano sur merideño,
así como a los programas educativos de alfabetización del campesinado por las
escuelas radiofónicas, la creación de radio occidente, entre otras tantas
nuevas formas de evangelización.
Respecto a la instrucción pública el segundo
metropolitano emeritense se preocupó de traer a Mérida Órdenes Religiosas y
comunidades al servicio educativo de los más desfavorecidos como el Colegio San
José (que marcó el regreso de los Jesuitas en 1927), Inmaculada Concepción
(1927), La Presentación de Tovar (1939), San Luis (1949), María Mazzarello
(1950), Nuestra Señora de Fátima (1951), Nuestra Señora del Rosario (1955),
Nuestra Señora del Carmen (Santa Cruz de Mora 1957), San Pio X (Ejido 1957),
Arzobispo Silva (1959), La Salle (1963), Sagrada Familia (1965), Seráfico
(1966) y Timoteo Aguirre - Fe y Alegría (1966). Entre otras tantas
instituciones educativas que hoy dan vida a nuestra Ciudad y pueblos merideños.
Pero su obra inmortal fue sin duda la proyección de la “ciudad
de Dios”, con sus hoy monumentos de belleza patrimonial como la Catedral, el
Palacio Arzobispal y el Seminario San Buenaventura, junto al edificio Roma.
La visión profunda de nuestro “Patriarca de los Andes”
sobre la arquitectura de sus obras, como el nuevo seminario, quedó plasmada en
su saludo de nuevo año de 1927: “Estas magnas obras, como brillantes soles
puestos en el cielo de la Iglesia emeritense, iluminarán con sus rayos toda la
extensión de la Arquidiócesis; y allí irán los sacerdotes formados en este
seminario para ilustrar y santificar a los fieles…las aulas de los colegios
como arcas misteriosas, abiertas estarán para enriquecer a todos con sus preciosos
dones de ciencia y virtud…”
Cargado de buenos frutos partió a la Casa del Padre, el 2 de marzo
de 1978, a sus 94 años de edad, con 71 años
como sacerdote y 52 como arzobispo. Su
nombre perdura en las obras y en las instituciones a su nombre, como mi
Municipio surmerideño bajo su epónimo, desde enero de 1965, aún pervive en mi
recuerdo las tertulias y trabajos que los niños de la escuela elaboramos para
conocer tan insigne pastor, quedando grabado su testimonio de servicio y amor
por esta arquidiócesis centenaria. Que
juntos podamos continuar construyendo la Mérida chaconiana, una Mérida de
solida roca en fe, ciencia y virtud.
Mérida, 28 de mayo de 2023.