Arranquemos por decir que el año que viene pinta más complejo que éste,
aunque en el mediano y largo plazo soy optimista y creo que las mismas
distorsiones de la hiperinflación harán inevitable un proceso de apertura y
flexibilización económica.
Si bien el futuro es siempre incierto y las proyecciones son un ejercicio
de alto riesgo, podríamos decir que las probabilidades no favorecen a una
mejora el próximo año. Es cierto que la hiperinflación es un fenómeno finito,
pero en los últimos 50 años, los países que la han sufrido se dividen en dos
grandes grupos: los racionales y los mala conducta.
Los racionales son aquellos que reaccionaron de inmediato. Reconocieron
el problema y los errores que los llevaron ahí y lanzaron de inmediato un
programa de apertura, que atacó el tema de raíz y paró en seco la
hiperinflación. Es importante resaltar que la medicina de la hiperinflación es
híper eficiente. Estos países duraron apenas dos meses promedio con el problema
y salieron de la espiral inflacionaria. ¿Su secreto? Tomar las medidas
racionales de inmediato, comprometerse con su implementación, asumir los costos
políticos de esa acción y conseguir apoyo internacional que les permitió
minimizar la presión social proveniente del plan de ajuste, es decir, los
costos secundarios, que son recesivos en su inicio.
En cambio, los mala conducta, que incluye entre otros al Congo, Zimbabue,
Ucrania y Nicaragua, se negaron, durante un tiempo prolongado, a reconocer el
problema y sus causas. Buscaron culpables externos, enemigos imaginarios,
empresarios malucos e invasiones temerarias. Intentaron medidas parciales,
artificiales, superficiales y esotéricas, antes de darse cuenta que era
imposible resolver el problema sin abrir la economía, sincerar los precios,
eliminar la monetización del déficit, liberar el tipo de cambio, recuperar la
autonomía de las instituciones y buscar ayuda en los organismos internacionales
para financiar los planes de apoyo social que calmaran a la población más
afectada. Estos países duraron en promedio dos años en hiperinflación y solo
resolvieron el problema cuando finalmente se tomaron la medicina y asumieron
los costos colaterales de la misma.
Si consideramos que nuestro país está obviamente en el segundo clúster de
países, la gran pregunta es: ¿cuándo se termina la hiperinflación en Venezuela?
Las ciencias sociales no son capaces de proyectar tiempos y por lo tanto, no
podemos dar un horizonte claro para este problema, pero lo que si parece
evidente es que la historia nos indica que los países similares al nuestro, en
términos de incapacidad de reacción inmediata ante los problemas económicos,
duraron un promedio de dos años con la enfermedad (algunos un poco menos y
otros un poco más, hasta el peor caso que fue Nicaragua con cinco años) y
nosotros vamos apenas terminando el primero este noviembre. No hay que ser muy
perspicaz para entender que la probabilidad de que duremos con hiperinflación
la mitad del tiempo promedio de los países mala conducta es bastante baja, por
lo que parece claro que el 2019 pasará completo con hiperinflación, mientras el
gobierno intentará medidas parciales, ineficientes o incompletas para
atenderla. Es como mi esposa, que ante un dolor de estomago, primero se toma un
tilo, días después llama a su mamá a Barquisimeto para preguntarle qué tomar (y
uno se pregunta ¿dónde habrá estudiado medicina la viejita?) y solo cuando la
cosa es insostenible termina en la clínica y es aún capaz de retar el doctor
porque una amiga le dijo que había un buen remedio casero que todavía no ha
probado. Después, solo después, se toma el remedio y obtiene la solución más
tarde, más cara y más larga… pero también llega.