Entre otros elementos, el número de periódicos que circulan en un país es
elemento tomado en cuenta para la apreciación general de su cultura. Quiere
decir que un país que crea en un desarrollo democrático auténtico, debe aupar y
facilitar que los periódicos que se editan aumenten en número y calidad y que
los tirajes sean satisfactorios, de manera tal que los precios de adquisición
resulten razonables.
¿Pero que pasa entre nosotros? Los periódicos de carácter nacional y
regional están desapareciendo o, por lo menos, limitando cada vez más el número
de páginas, lo que implica, es obvio,
ofrecer menor información.
Surge entonces la pregunta obligada: ¿Por qué se da ese fenómeno entre
nosotros? ¿Cuál es objetivamente la causa que lo determina? La respuesta tiene
la complejidad de lo sencillo: el régimen se ha propuesto desde sus propios
inicios, hacer desaparecer todo lo que pueda transmitir críticamente análisis
demostrativos de su ineptitud. Ellos, que tratan a los opositores de fascistas,
con su decisión repiten la consigna del gran propagandista del nazismo, Joseph
Goebbel, quien prohibió todas las publicaciones y medios de comunicación que
estuvieran fuera de su control, a la par que produjo consignas para
transmitirlas repetidamente alabando los
objetivos y procesos asumidos por Hitler y sus asesores. Consideró que debía
ponerse en juego un “principio de silenciación” para “aplacar cuestiones sobre
las que no tenían argumentos y disimular noticias que favorecieran al
adversario”.
Algunos interesados arguyen que la desaparición de los periódicos no
tiene nada de especial dados los progresos de las comunicaciones digitales. No
es así. El periódico en físico, al que estamos acostumbrados, sigue representando
una manera de nutrir la cultura general, la obtención de datos específicos
comparativos sobre las situaciones que se viven en el país y el mundo; permite
leer con comodidad las columnas de opinión de distinguidos intelectuales e
incluso coleccionarlas. Los de carácter nacional presentan día a día un
editorial relacionado con sucesos inmediatos y ofrecen suplementos culturales.
Además, podemos leerlos en cualquier momento y en cualquier lugar, simplemente
con poner en juego el cerebro y sin necesidad de enchufar en ningún
tomacorriente.
Claro que no se da un carácter absoluto como el de los nazis, pero se procede para neutralizar a
la oposición, limitando al extremo la
adquisición de las bobinas de papel importadas, mediante las restricciones a
los editores para obtener las divisas. Pero no se trata de que no llegue papel al país, sino que
proviene importado por el gobierno
para monopolizarlo en el denominado
“Complejo Maneriro”, y así, utilizarlo
sin restricciones en medios oficialistas, acentuando el carácter
hegemónico de la información.
Escribimos estas notas por considerar que el problema generalmente no es tratado en la argumentación que se presenta ante organismos internacionales al caracterizar el sistema que nos maniobra y porque millones de venezolanos seguimos teniendo el deseo de leer nuestros periódicos favoritos en función de la periodicidad con que se publicaban.
Y de los periódicos regionales qué decir. Ellos nos dan a conocer los acontecimientos de nuestro pueblo y región en forma inmediata, redefiniendo en cada caso el hecho de que los periódicos son de propiedad social aunque tengan “dueños”. En ellos los intelectuales de la localidad pueden expresarse cumpliendo así con su deber social de razonar sobre materias de su competencia, Como instrumentos de información, los periódicos nos pertenencia de todos y eliminarlos o hacerlos desparecer es robarle a la comunidad un derecho. Hay estados como Barinas, Sucre, Trujillo, Monagas y e Portuguesa en los que desaparecieron los periódicos regionales. En nuestro caso, Frontera, que apareció a diario desde el 12 de agosto de 1978, no pudo solventar los problemas del papel y demás insumos y Pico Bolívar, mucho más reciente, creemos que no hace tirajes diarios de más de 1.000 ejemplares.