¿Hasta cuándo, el régimen
socialista, seguirá mostrando una imagen de país que no se corresponde con la
realidad que actualmente enfila sobre cada rincón? Preguntas en esta onda de
preocupaciones, invaden el pensamiento de tanta gente en Venezuela y allende
sus fronteras, sin que haya podido darse con una respuesta no más convincente,
que portadora del optimismo que acompaña una buena señal.
El discurso presidencial, el único que trasciende el campo
electromagnético abusiva, grosera y cínicamente, explaya posturas que dan
cuenta del carácter contradictorio que envuelve cada una de dichas palabras.
Sin embargo, algunos altos funcionarios, arrogándose atribuciones omnímodas,
lucen divagaciones que suelen comprometer absurdamente, capacidades inexistentes
o recursos agotados. Aunque detrás de sus oficialistas presunciones, afloran
desvergonzadas contradicciones. Más por emular sandeces presidenciales, que por
atenerse a medias verdades que son, igualmente, medias mentiras. O mentiras
completas. Todo ello, en un marco de ridiculeces que agobian a cualquier
sensato luego del primer minuto de tanta retahíla de arbitrariedades y
disparates. O muchas veces, de promesas sin fundamento alguno. Pues detrás de
tanta cháchara, lo que se encuentra es un vacío conceptual y metodológico que
revela un alto grado de inconsistencia que busca disimularse o encubrirse con
el contraste de imágenes o música al que apela la acosadora publicidad
oficialista. O también, los efectos de un oficio periodístico mediocre y
escandaloso que raya con lo deshonesto.
Cuando no es el tema de la lucha contra la corrupción, es la temática
ambiental. O cualquier otra materia de fácil acomodo a los intereses y
engañifas gubernamentales. Es ahí cuando se advierten palabras que van y vienen
sin ningún curso de prueba. Pero que en la expectativa del ingenuo o en la
esperanza del analfabeta político o del eunuco político, como lo llamó el
doctor Luís Beltrán Prieto Figueroa, las ilusiones se vuelven aire. O a lo
mucho, arena.
¿Qué argumentos fundamentan las palabras del ministro de Ecosocialismo,
concepto éste jalado de los cabellos de la cabeza de cualquier furibundo
militante de la “revolución bonita”, cuando, en la localidad egipcia de Sharh
el Sheij, osó en manifestar la disposición del gobierno venezolano en “(…)
moverse inmediatamente para proteger el medio ambiente y preservar la
biodiversidad”?. ¿Quien podrá creerle luego que levante la mirada y vea el
ecocidio que el propio gobierno está incitando en la Guayana venezolana? Cerca
de la población de Tumeremo, estado Bolívar, a propósito de la explotación de
oro, diamantes y Coltán, sin mediar consecuencia alguna ni medir su impacto?. A
este respecto, cabe decir que el régimen ha sido indolente en aras del interés
por explotar zonas de biodiversidad y de protección ambiental causando la
destrucción impúdica de un territorio concreto, deliberada y masivamente. Tan
cruento desastre, es el resultado de la permisividad, alcahuetería o
complicidad gubernamental.
El otro problema se desnuda, cuando peroratas gubernamentales tocan la
lucha anticorrupción. Pero en un medio donde la penetración de la “mano peluda”
del corrupto, viene precisa e inequívocamente de altos y comprometidos
funcionarios. Tanto que gobiernos como el de Canadá, EE.UU o de la Unión
Europea, entre otros, han dictado medidas punitivas contra funcionarios que han
derrapado en su poder contra el tesoro nacional sin que haya habido
reconocimiento por parte de la justicia venezolana. Menos del Ejecutivo
Nacional. ¿Quien cree que otros fuera de los cuadros gubernamentales, accedan
directamente y sin escrúpulos a fondos del gobierno, como sí pueden hacerlo
quienes, por ocupar cargo de responsabilidad administrativa, tienen abierta y
libre disposición del manejo de esos recursos públicos?
Entonces, ¿cómo no inferir en que todo esto representa una actitud
desvergonzada del gobierno toda vez que el país se pierde a consecuencia de
decisiones que sólo dejan ver el torcido talante de quienes circunstancialmente
forzadamente usurparon el poder para imponer su mediocridad a costa del
sacrificio nacional?
Entonces no hay de otra, sino concluir que el país está consumiéndose y
hundiéndose por causa de desvergonzadas contradicciones.