A 2 meses de la muerte de Luis Carvallo, suceso que sacudió a Mérida por
sus secuelas inmediatas en detención, persecución y el clima de crispación
política que produjo, cuando otro hecho se sumó a la agitada convulsión que
sacudió a Mérida entre marzo y mayo de 1987. El 31 de mayo el Mercado
Principal, cuya data superaba el centenario, desapareció entre llamas y esa
noche la ciudad, literalmente hablando, lloró la agonía de un símbolo de su
identidad.
Desde entonces el centro cambió su rostro. Ya nada volvió a ser igual.
Sus personajes populares se mudaron, otros huyeron en la diáspora que los
aventó por calles aledañas. Los pequeños mercantes que merodeaban la cercanía
del viejo mercado se apostaron con sus baratijas y frutos mientras exigían la
solución. Otros se escudaron en el nombre de Asociación Tatuy para intentar
recomponer el pasado. La mudanza de los comerciantes esfumó sus
esperanzas.
Con los años el Mercado de la calle Tatuy, con olor ancestral a ciudad
decimonónica, se fue eclipsando y cuando Mérida creía que la pisada de los
antiguos venteros se había borrado, surgió un abigarrado grupo de diversa
procedencia y con múltiples frutos y enseres son multimercado errante o
mercadito persa que se instala en la mañana y se pone al atardecer. Allí, al
lado del lugar que por más de una centuria albergó al Mercado Municipal está el
Mercadito de la 2.
Comenzó con lugareños junto a mesas destartaladas mostrando su mercadería y luego, obligados a ampliar su puesto arrebataron el libre tránsito al viandante. Ante el reclamo, hubo organización espontánea y ya hoy despejaron el borde y siguen tan campantes y orgullosos como el día que llegaron. El curioso Mercadito de la 2 calca el bullicio sabatino del viejo Mercado y los citadinos se figuran la vida que bullía de aquel distante espacio de cuitas y trabajo.
En el Mercadito de la 2 hay de todo, para variar. Transeúntes y compradores encuentran verduras, productos naturales, yerbas, menjurges y hasta el dispositivo hogareño que ya usado, el comercio regular no tiene. Sólo faltan los gritos de Pedrito, el mandadero de Expresos Los Andes con su vigía! vigía! a las 4 de la mañana, el fotógrafo Pepe con su estrambótica cámara y el célebre augur con “El Pajarito de la Suerte”.