Mérida, Marzo Viernes 29, 2024, 02:20 am
Son las prolongadas lluvias del sirimiri. Unas
distantes lloviznas que parecerían no empapar, pero enjuagan hasta las penas
llevadas en el alma. Mientras afuera, unas pertinaces lloviznas caen. No
cesarán. Esta vez están dispuestas a no dejar nada sin mojar, y andarán
cercanas sin un bolígrafo donde se pueda escribir.
Llegarán vestidas de un rocío en forma de serpentina,
vendrán adornadas como todos los extravagantes temporales y sin darnos cuenta
nos dejarán unos mensajes que sorprenderán a todos. Arribarán como aerolitos y
en sus escapadas dejarán escritos mensajes descifrables que solo podrán leerlos
aquellos de buena intención. Habrá un cambio entre las eras de Piscis, y la
llegada de Acuario, justo al pasar el solsticio de verano, y nos descubrirá muy
sorprendidos.
Pero la lluvia del sirimiri es pertinaz. Lleva
consigo la razón de la tranquilidad pues con ella se borran alborotos de
dolorosos recuerdos. Esto se consigue con rocíos dejados en en mañanas sobre estepas
de montañas. Hay que ir hasta esos sitios y recibirlos. Por eso los viejos con
sus viejas nunca se quitaron sus sombreros y ordenaron que estos los
acompañaran hasta sus tumbas cuando los dedos de las manos se juntaran para
siempre sobre un crucifijo imborrable.
En esas capotas habían quedado impregnadas durante
años unas gotas del sirimiri y por estas razones muchos las buscaban de mil
maneras para quedarse con una de estas, pues la buena suerte de aquellas suaves
aguas de verdad luciría, luego en la partida del difunto con los muy buenos
augurios.
A pesar de su constancia, las aguas de los cauces no
se saldrían y las cosechas se beneficiarían y las tuberías de los sistemas de
riego descansarían de andar bamboleándose a diario de un lugar a otro. La
garantía en la garúa de aquellas humedades cubriría sembradíos de plantas.
Luego los huacales hacían falta, pues la tierra nuevamente había dado de más.
Todo sucedía después que aires anunciaban, en la
mitad del año, el inicio de veranos interminables los cuales se prolongarían
por varios meses antes de la llegada de las navidades. Por eso los aldeanos
decían que esas eran las ventajas de vivir por estas tierras tan capaces de
entenderse con ellos a través de la magia del sirimiri.
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