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El escabroso juego de la política (roja)

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ANTONIO JOSÉ MONAGAS


Antonio José Monagas

 

El sólo hecho de ser la política el agregado de intereses y necesidades cuyo cimiento lo constituye la pluralidad humana, da cuenta de la inminencia que vive el hombre en aras de organizarse a los fines de situarse en un espacio que bien pueda garantizarle el acceso al bienestar que persigue a instancia del proyecto de vida que se ha trazado. 

 

Esto hace ver, sin duda alguna, que la política, en términos de su ejercicio, se bate ante los desafíos que le deparan las circunstancias. Precisamente, para despejar los obstáculos que se interponen en su camino, el ejercicio político plantea distintas consideraciones que luego, devenidas en decisiones, determinan la ruta que habrá de surcar para así alcanzar sus objetivos. Esas decisiones, igualmente lo exhortarán a procurar los recursos que posibilitarán el arribo a la meta.

 

Para entonces, habrá sumado a su inventario de ineludibles insumos, la motivación que habrá incitado su proceder. Pero también, la disposición, que habrá complementado su determinación para llevar adelante su propósito. Y el conocimiento propio de la situación que debe sortear. 

 

El ejercicio de la política ha de verse como un recorrido cuyos parajes parecen terrenos imantados que actúan como testigos incitantes y tentadores. Ellos buscarán desviar a la política de la ruta, previamente definida. Pero como quienes protagonizan la política son hombres capaces de dejarse tentar por las contingencias, posibilidades y eventos localizados a lo largo del camino, no hay mayores garantías para que la política se mantenga erguida frente a sus compromisos. Es cuando, conquistada por las circunstancias, varía la dirección de la organización figurada y toma otro rumbo alterando de esa manera su compostura.

 

Es lo que la teoría política explica cuando refiere aquellos casos en que el ejercicio de la política se ve arrastrado por “intereses en juego”. Insanos intereses en medio de un juego macabro. Sin embargo, en lo que refleja Venezuela en la mitad del caos al que la política gubernamental la insumió, vale el análisis que pudiera revelar cuáles son esas razones que desviaron el ejercicio de la política nacional. O cuáles fueron esos actores políticos que hicieron que el país cayera de bandazo.

 

Aunque son distintas las causas que desviaron el rumbo prometido por la oferta electoral vociferada por el entonces candidato militar en 1998, se tienen algunas puntuales que pudieran explayarse a los fines de la presente disertación.

 

En ese ámbito de causas que malograron la dinámica socioeconómica y sociopolítica venezolana, habrá que considerar principalmente: 1. La intención de someter factores políticos a la égida del poder central. 2. La creación de condiciones que hagan dudar a la población sobre los arribos de la democracia en años anteriores. 3. La complicación de la economía con el propósito de justificar medidas que constriñan libertades económicas y derechos políticos. 4. La confiscación de la propiedad privada apoyada en la idea de reducir la capacidad económica en manos de quienes han logrado ganar algún poder por el hecho de ser propietarios de espacios físicos que molestan al régimen. 5. La discrecionalidad conveniente la cual sirvió para dictaminar medidas sin orden alguno. 6. La minimización de las libertades de expresión, de prensa y de pensamiento con el fin de debilitar el espacio político necesario capaz de poner al descubierto los arrebatos y desafueros del régimen. 7. La posibilidad de flaquear la impunidad de actores políticos que sean amenaza al poder envolvente del régimen. 8. La apertura de canales administrativos que encubran la corrupción entendida como la manera de “compensar” la deuda social acumulada. 9. Supeditar la educación a fines que se correspondan con la doctrina política en curso. 10. La creación de justificativos que avalen equivocaciones cometidas por el régimen para lo cual había que lograr que la población las hiciera suyas.

 Actuar en consonancia con estas intenciones, programadas con alevosía y predeterminación, indudablemente debía contar con el apoyo de la coerción. ¿Y qué mejor canal para ello que no fuera el aportado por la represión? De ahí que el respaldo de las fuerzas militares, policiales y de cualquier otra especie que se entregara a tan encausada misión, era fundamental. Tal como se ha visto en los años vividos del siglo XXI.

 De ahí la razón para que en tantos años de autoritarismo, que ya roza con el totalitarismo, el factor militarista ha sido tan cabalmente compensado en virtud de los favores recibidos para enquistar al régimen en el poder. Razón además para que el pragmatismo militar imponga criterios que hayan dado cuenta de su desvergüenza a la hora de cobrar su interesada “colaboración”. Es justo cuando se hace posible comprender por qué el régimen apuesta todas sus fichas metido siempre en el escabroso juego de la política (roja).






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