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La información como necesidad, la censura como arma por ABRAHAM SEQUEDA

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ABRAHAM SEQUEDA



@abrahamsequeda

La creatividad humana a lo largo de la historia, ha sido sorprendente para equiparar fuerzas, quizás desarrollar la posibilidad de defenderse y, sobre todo, para establecer un mecanismo de expresión del universo complejo que lleva cada persona en su mente y manifestar sus necesidades y la inmensa forma de elaboración de ideas.

Paradójicamente, para comprender esta creatividad en la historia, sirva un arma antigua: La Ballesta, cuyos orígenes se remonta a las etapas del Imperio Romano, la edad media Europea y más atrás cronológicamente hablando, en un territorio que ahora corresponde a China. Algunos pudieran referirse a la ballesta como el arma de los cobardes, porque los combatientes, no tenían el riesgo de luchar cuerpo a cuerpo con el enemigo. Otros, explican el equilibrio alcanzado por “guerreros” debilitados físicamente, que no podían hacer frente a ejércitos con sujetos más fornidos; y para los romanos, caracterizados por su practicidad y eficiencia, aniquilar más rápido y en mayor magnitud a sus enemigos.


Los siglos XIV y XV fueron determinantes para un trascendental vuelco a la sociedad: la aparición de la imprenta, las armas de fuego y la inquisición; al parecer una amalgama inadvertida entre persuasión y disuasión, la comunicación y la violencia. La imprenta como medio para transmitir las ideas, reproducía masivamente textos e imágenes; aun así el poder de fuego y la barbarie de la actividad inquisitorial hacían estragos: libertad y censura. Quizás algo de lo anterior permanezca en la forma de mediar o resolver los conflictos. La guerra permanece como opción cuando se agotan otros recursos.


En relación a nuestra época, con más y mejores medios de comunicación, la difusión de ideas, puntos de vista, anécdotas, han equiparado a la sociedad en su capacidad y velocidad de informarse y la discusión abierta. Sin embargo, el otro elemento permanece intacto; este es, el de desaparecer al oponente a toda costa para imponer un punto de vista único. No se podía imaginar que una fuerza algo etérea, sin bases de argumentación, ni creativa, obtendría preponderancia: la censura; lo cual lleva a pensar, que no era precisamente La Ballesta el arma de los cobardes.






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