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El Real Madrid gana la final de la Champions

El Madrid, rey eterno en un fútbol de emires

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REAL MADRID 2022, LA 14


Consigue la 14ª Copa de Europa en un partido cimentado en la seguridad y en la extensión ofensiva de Valverde, superlativo, y Vinicius, autor del gol

El gran sobresalto fue anterior, el retraso del partido por problemas de seguridad. Porque los entrenadores no sorprendieron. Salieron con todo: Klopp con Mané de nueve y Ancelotti con Valverde, y esas posiciones fueron importantes al inicio.

Valverde era el extremo en el 4-3-3, el interior en el 4-4-2 y por momentos hasta el lateral en un 5-3-2 fugaz. Su movimiento por toda la banda transformaba al Madrid y lo equilibraba y aun encontraba fuerzas para irse al centro, detrás de Benzema. Mané, por su parte, exigía la atención de Militao y la de Casemiro. Esto el Madrid primero lo hizo bien, pero los grandes delanteros ingleses quisieron aprender: si Mané se llevaba a Casemiro, ese hueco quedaba libre, y ahí irrumpía Salah, cuya banda era ocupada con cualidad de extremo por el lateral ofensivísimo Alexander-Arnold. Por él llegó la primera ocasión del Liverpool, con remate de Salah.

La presión inglesa era un hecho y el Madrid la sobrellevó con esa especie de carencia que acaba pareciendo humildad, una cualidad. Lo bueno era que evitaba la celeridad del Liverpool, su exhalación; el riesgo era defender muy atrás, los duelos, los uno contra uno se producían en el área, con gran peligro. Ahí lucían las facultades para el aguante y el quite de los defensas del Madrid, muy exigidos, sin embargo, en el minuto 20, en una jugada de Mané entre Militao y Casemiro que tocó Courtois y acabó en el palo. Fue la gran ocasión del Liverpool, que aún llegó en alguna más, y la primera de Courtois.

Ofensivamente apenas existía el Madrid. Casi todo el equipo estaba ocupado en hacerse un caparazón, y sus posibilidades ofensivas eran balones largos a Valverde, que con su corpachón y su potencia se tenía que buscar la vida. También estaba Vinicius, bien vigilado por Konaté. Pero sobre todo era Valverde, y cuando él pudo encontrar a Vinicius, con una suerte de doble pelotazo sucesivo, llegó el Madrid por primera vez (minuto 36).

Del acogotamiento, tan forzado como asumido, fue saliendo el Madrid también a partir de arranques de Carvajal, crecido ante Luis Díaz.

En los problemas del Madrid había una cierta normalidad. La imposibilidad de hacer ‘su fútbol’ no era mayor que otras noches europeas, incluso parecía menor su agonía. Al final de la primera parte algo sucedió. Alaba buscó con su pase a Benzema, que se fue al área, controló con algo parecido al aguanís por el lado derecho, recortó, se lo pensó con un amague que dejó suspendido el aliento en el estadio y buscó de segundas a Valverde, irrumpiendo por el centro tras haberlo intentado varias veces por fuera; le dio al balón, también la tocó Fabinho, y la jugada llegó a Benzema para marcar. El VAR lo examinó y anuló el gol por un fuera de juego milimétrico de difícil comprensión en dos aspectos: en la cuantificación de esos milímetros y en la invalidación de la jugada tras haberla tocado Fabinho claramente.

El Madrid se fue sin gol al descanso, pero ya sabía que el Liverpool temblaba atrás.

El Madrid era veterana prudencia atrás, un tráiler llamado Valverde con destino a Vinicius, y la posibilidad final de que este enganchara con Benzema. Simple, no muy sofisticado, pero al menos era un plan. En la victoria del Madrid sobre el Liverpool de 2021, ellos dos habían sido fundamentales. Ya estaba el coraje de Carvajal y en la segunda parte se fue sumando Casemiro con algunas subidas en las que superaba el mediocampo como deseando arrancarse a sí mismo de la cueva.

Era curioso: en su no-ser, el Madrid era más. Era reconocible. Lo tuvo que notar la grada inglesa, que a la altura del minuto 56 quiso imponerse con cánticos. Y voilà: los jugadores mencionados, Casemiro, Carvajal, se vieron implicados en una jugada que llegó a Valverde, cuyo tiro cruzado fue rematado por Vinicius para el 0-1. El plan, tal cual había sido esbozado, se hacía gol y antes del 60, antes de que fuera necesario el cambio habitual. El partido de Valverde ya era historia del Madrid y su conexión con Vinicius, apuntada toda la noche, confirmaba a una nueva generación que se afirma sobre el mármol cansado, viejo, experto y sabio de la anterior.

La gestión que le quedaba a Ancelotti, precisamente, era ir reforzando o refrescando a esos jugadores, porque el Liverpool iba a responder, respondía ya. Jota sustituyó a un Díaz secado por Carvajal, y Salah probó la elasticidad de Courtois, dos veces.

Lo que Valverde y Vinicius hacían era, en realidad, a su manera portentosa, profundizar en las posibilidades de los laterales del Liverpool, hurgar en su mayor debilidad según un criterio previamente señalado.

Casemiro, roquero, hecho roca, tocaba todo, lo imantaba todo, y a su alrededor, de la roca el roquedal, se juntaban los demás, con la sobrepujanza de Militao justo a su espalda. Hasta pudo marcar Casemiro en un balón parado pasado el 70.

Ancelotti no hacía cambios, así que el bloque bajo empezó a rozar el calvario y tuvo que volver a estirarse Courtois con paradón extraordinario a Salah. Pero era un calvario como de Monty Phyton. Todos sabían que Casemiro, Militao, Alaba y compañía acabarían silbando la de ‘Bright Side of the life’ clavados en sus cruces.

Vinicius siguió siendo una amenaza y salió Camavinga, pero no había nada que remontar. Los ingleses llaman ‘comeback’ a las remontadas. Volver. Lo que hace el Madrid es volver.

Dieron cinco minutos de prolongación. Ellos cantaron el “You’ll never…”, por intentar su magia, pero no tenían nada que hacer, y lo sabían; y sobre ese bello himno se impuso el despótico e ibérico “Así, así, así gana el Madrí”. Ya va por su segundo siglo.

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