Mérida, Diciembre Domingo 01, 2024, 12:33 pm
Un venezolano expatriado y lleno de miedos y
tristezas se encuentra en Buenos Aires para vengar el prestigio de la dona y
darle revancha a la rosquilla favorita de Homero Simpson. Gustavo Castillo hoy
es empleador. ¿Cuántos de los venezolanos que llegaron al país lo son? La gente
hace cola para comprar donas en su negocio palermitano. Cada una cuesta entre
50 y 60 pesos. Aunque él dice que no compite, hay panaderías de la zona que
están un poco celosas. Les da bronca que haya gente haciendo una fila de media
hora para compra algo que, en resumidas cuentas, podría ser una factura como
nuestra típica bola de fraile.
¿Qué pasó de repente con el donut? ¿Es la dona o es
un barrio que todo lo puede? A metros de este local esquiando, y ya hace cinco
años, se instaló el reducto de hamburguesas que detonó la fiebre de la carne
picada gourmet (Burger Joint). La onda expansiva de esa moda todavía no muestra
señales de agotamiento.
Castillo vive en la Argentina desde hace ocho años y
se considera primera camada de exiliados venezolanos (“Cuando me fui, Caracas
todavía era bien chévere. Pero me fui porque estaba asustado, resignado...”)
Se calcula que, por día, entran al país 363 venezolanos.
“Mis amigos me decían que me viniera para Buenos Aires. Ellos ya estaban acá,
peor si ellos se hubieran ido a Holanda tal vez ahora podría estar viviendo en
Amsterdam. Aunque es cierto que Buenos Aires, además, da más facilidades que
los Estados Unidos. Bah, Estados Unidos es prácticamente imposible”.
Palermo –dice Castillo- es un enclave estratégico.
“No se si esto podría funcionar en barrios como Caballito”. Su negocio de
Thames 1999 se llama Donut Therapy y parece ser el escenario indicado para la
resurrección –exactos 20 años después- de la dona, un pan circular con un
agujero en el centro.
En los '90, la marca que desembarcó en el país con
fuerza de franquicia se llamaba Dunkin' Donuts. En 1994 llegó a ver diez
sucursales. Cuatro años más tarde la noticia que salía en los diarios era que
las donas se volvían a casa. La Argentina, tan proclive a las modas importadas,
esta vez se había inclinado por sus viejas y queridas medialunas.
“No se si esto
podría funcionar en barrios como Caballito”, dice convencido. "Yo no
trabajo con dulce de leche y el dulce de leche, para ustedes, es
indispensable". Néstor García
“No se si esto podría funcionar en barrios como
Caballito”, dice convencido. "Yo no trabajo con dulce de leche y el dulce
de leche, para ustedes, es indispensable". Néstor García
Facturas. También es probable que el nombre se haya
resignificado de una forma horrible y que el pedazo de masa con dulce de leche
haya cedido ante el mazazo de las facturas, pero las facturas de gas y luz.
Quizás la factura –la que se come- esté atravesando problemas de orden nominal
o de asociación libre.
Con madre cocinera, lo de Gustavo en la gastronomía
empieza desde que era así de chiquitito. Llega a Buenos Aires en 2010 y
encuentra un trabajo afín “en un restorán espantoso del barrio de Recoleta”.
Ahí empieza un derrotero que él describe con agobio. El derrotero incluye
bares, restos, bistros, “mucha milanesa, mucha pasta, mucho plato del día”. El
CV oral da cuenta del Hotel Faena, donde el joven venezolano se haría cargo de
la cocina de los shows de tango.
“Estaba harto.
Quería dejar la cocina. Cansado del maltrato y los sueldos de miseria”. En
medio de la vorágine había un sabor recurrente que estaba faltando en su agria
existencia porteña: el de la dona, un clásico de su país de origen donde, según
cuenta, esa rosca puede llegar a ser el mate nuestro de cada día.
Lo confiesa lisa y llanamente: "La
extrañaba". Por eso cuando recibía el dato de dónde vendían donas,
Castillo iba, clavaba el diente y... "Uffff", una maldita bola de
fraile con forma redondeada y toda la pesada herencia de la panadería
autóctona. “¡Esto no es una dona!”.
El domingo pasado a las 3 de la tarde había justas 42
personas esperando ser atendidas.
-¿La estás juntado en pala?
-No, no, jajjajá, abrí hace poco y aparte este es un
producto muy muy barato.
-Pero estarías siendo el venezolano furor...
Castillo, cuando testeaba su producto artesanal
saliendo con las bandejas de donas. En Palermo ya es personaje conocido
Castillo, cuando testeaba su producto artesanal
saliendo con las bandejas de donas. En Palermo ya es personaje conocido
-Así dicen porque nadie creía en esto. En el kiosco de enfrente, por ejemplo, pronosticaron que lo mío sería un fracaso... Yo no puedo creer lo que está pasando. Vendimos 500 en una hora. Se que no hubo muchas experiencias de donas en la Argentina, pero la dona se recicló en todo el mundo.
Cambió la receta, es un producto artesanal, se hizo
más liviana y ni siquiera es del todo dulce. Hay tiendas de donas en todas las
ciudades del mundo. Otro detalle que debes considerar es que de 1998 a la
actualidad se modificó mucho la población de Buenos Aires. Hoy esta llena de
extranjeros y de venezolanos, ni hablar.
En su local los empleados son compatriotas, algunos
recién llegados. Puso un aviso porque anda buscando maestro pastelero y de los
alrededor de cien currículums recibidos, 95 son de venezolanos.
"La situación está difícil. Llegar a un país
nuevo, saber que sos ingeniero pero que necesitás trabajar, y trabajar de cualquier
cosa, hace que yo, de alguna manera, sienta la obligación de darle trabajo a
mis compatriotas. De darle trabajo y dignidad"
Castillo empezó a utilizar sus conocimientos para dar
con una fórmula que todavía no logró su punto justo. “Sigo buscando la receta
perfecta. La dona ideal todavía no nació". Hace todo a mano, se pasa el
día entero en su negocio. Llega de madrugada y se va de noche.
El local abrió en un fondo de comercio que estuvo
abandonado años. Cuando llegó encontró una vieja lista de precios. "Se ve
que esto fue un bar. Según la carta, una Quilmes costaba $15", sonríe.
Antes, Castillo vendió las donas a través de su cuenta de Instagram y salía en
bicicleta con su popular bandeja de rosquillas.
¿Calorías de la dona?
-Ni idea. Para entrar en el concepto de donas light,
mejor comprate un yogur. Sí puedo decirte que la vida útil de las que yo hago
es corta, no supera las seis horas.
-Cuestan lo mismo que un alfajor bueno.
-Sí, me parece un precio justo.
-Lo de la dona queda claro. ¿Lo de "therapy"
de dónde viene?
-Si no salía esto, dejaba la cocina para siempre. La
dona fue como una terapia para mí. Estuve por largar todo y dedicarme a otra
cosa, a la veterinaria. Las condiciones de trabajo en mi rubro son espantosas.
Por suerte viene funcionando.
-¿Qué hubiera pasado si abrías el local en Caballito?
-Con estos sabores en un barrio como Caballito, no.
Pensá que no hago donas de dulce de leche y el dulce de leche, para ustedes, es
casi un ingrediente indispensable.
-¿Nunca vas a usar dulce de leche?
-Creo que no. Estamos tratando de educar a la gente
en un producto que está siendo redescubierto.
-¿Cuál es la dona que más se vende?
-La de pastelera y la glaseada de chocolate. También
la de lemon pie.
-¿Qué hubiera pasado si inaugurabas este local en
Caracas?
-Tendría que poner una ametralladora debajo de la caja. Me da profunda tristeza pensar en Caracas.
CLARÍN