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Elecciones Andalucía 2022

Juanma Moreno da al PP una mayoría absoluta histórica en Andalucía

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Juanma Moreno da al PP una mayoría absoluta histórica en Andalucía


La comunidad vota por un gobierno moderado y sin ataduras, hace intrascendentes a los partidos de «la nueva política» y deja de ser socialista

El periodismo moderno utiliza en exceso, y en la mayoría de los casos de forma injustificada, el término «histórico», pero desde el 2 de diciembre 2018 las crónicas de las elecciones andaluzas tienen necesariamente que incluirlo. Si entonces la carambola de las derechas consiguió poner fin a 37 años de gobiernos socialistas, ayer el presidente de aquel «gobierno del cambio», Juanma Moreno, firmó el mejor resultado del PP en democracia en la comunidad más socialista de España, consiguiendo una holgada mayoría absoluta, un concepto, por cierto, en desuso desde hace años en la política española.

Con registros propios del bipartidismo, Juanma Moreno ha cosechado todo el voto liberal de sus socios en el Gobierno y de parte del hasta ahora importante granero socialdemócrata.

El PP de Juanma Moreno superó el millón y medio de votos, rebasando los registros de las tres primeras mayorías absolutas del PSOE de Escuredo, Borbolla o Chaves, sumando la sexta mayoría absoluta del ciclo histórico de las autonómicas en Andalucía desde 1982.

¿Qué han votado los andaluces? En enero de 2019, Juanma Moreno hacía balance de su primer año de Gobierno para ABC durante un viaje oficial a Lisboa. «Soy un convencido de que los moderados ganarán en España», confesó al cronista. No eran aquellos buenos tiempos para la templanza en una España polarizada y crispada. Andalucía mandó ayer en forma de resultado electoral el recado actualizado de su presidente.

No hay duda de que el de ayer es un triunfo con autor. Juanma Moreno ha pasado en tres años y medio de ser un líder del que dudaban en su partido al político mejor valorado de Andalucía. La unanimidad de los sondeos, que le señalaban como el presidente favorito de casi la mitad de los encuestados, entre ellos una cuarta parte de los votantes confesos del PSOE, hacía presagiar una victoria electoral. Eso le llevó a hacer una campaña personalista, a pesar de ser claramente mejor presidente que candidato. Moreno forjó su prestigio institucional en sus comparecencias durante la pandemia.

A pesar de ser el suyo un Gobierno de coalición supo atraer para sí toda la popularidad de los éxitos del Ejecutivo, con una política liberal que ha hecho prescindible a Ciudadanos para el electorado. También ha ejercido la presidencia con naturalidad desde un espacio ideológico centrado, abierto al diálogo, sin estridencias ni banderías, con una especial sensibilidad en la gestión de los servicios públicos -con acuerdos trascendentes para sanitarios y docentes- que ha calado en el espacio socialdemócrata, ese voto prestado que le ha permitido alcanzar la mayoría absoluta y aparecer en el balcón de los éxitos del PP enarbolando anoche la bandera andaluza.

Durante estos tres años y medio Moreno ha velado por la unidad de su Gobierno y por abstraerlo -encapsularlo, decían- de alteraciones externas e internas. Supo mantener su espacio frente a imposiciones del partido sin faltar nunca a la lealtad con las siglas, incluso en los momentos en los que las relaciones con Génova no ayudaban. «Primero Andalucía», recordaba y repitió ayer en su «gobierno para todos».

Ochenta días después de que apareciera en lugar privilegiado en la foto que proclamó en Sevilla el liderazgo de Núñez Feijóo en el Congreso Extraordinario del reseteo del PP, Moreno se ha convertido en el barón con mejor resultado electoral en la sucesión de elecciones autonómicas, superando al ‘fenómeno Ayuso’.

Vox, sin Gobierno

El triunfo de la moderación tiene una víctima en Vox. Moreno frena las aspiraciones de hacer de Andalucía el primer hito en la misión nacional de los de Abascal. Apostó por un peso pesado como Macarena Olona para lo que llamó «la toma» de Andalucía, pero la radicalidad en campaña y las amenazas de bloqueo parlamentario al PP decantaron la duda del votante más conservador hacia el voto útil. Ganar dos escaños a los de 2018 -en aquella ocasión la gran sorpresa electoral- es escasa renta para las aspiraciones de quien planteaba en los debates a Moreno si estaba dispuesto a ser su vicepresidente. La peor condena a Vox es dejarle en la intrascendencia de una oposición a la que solo le queda protestar o proponer.

Es decir, en peor situación que cuando podía hacer gala de apoyar la aprobación de tres presupuestos, hasta que el pasado diciembre mandó parar, iniciando el bloqueo de la legislatura. Le queda una condena a cuatro años fijos de oposición en la que cabe preguntarse si la que ha sido portavoz y secretaria general del grupo parlamentario de Vox en el Congreso de los Diputados, aguantará en Sevilla... y Salobreña.

Al PSOE, el gran derrotado -excepción hecha de la muerte anunciada de Ciudadanos-, no le queda ni el consuelo del empate con los 33 diputados de su última pírrica victoria que firmó en 2018 Susana Díaz. Muchos reducirán el análisis del desenlace andaluz del 19-J a un voto de protesta al sanchismo. Sería injusto sin todo lo explicado anteriormente, aunque sea parte de la explicación.

Hay un debate andaluz pendiente de Despeñaperros abajo para los socialistas sobre las consecuencias de los cambios de liderazgos como el que se perpetró hace menos de un año en un proceso tan democrático como impostado que llevó a Juan Espadas a abandonar (sin sinónimos) la Alcaldía de Sevilla para asumir la secretaría del partido.

Esto, unido a la entrega incondicional a los dictados de Ferraz, asumiendo el papel de «monaguillo», según la nueva definición de García-Page de las baronías del PSOE en la unanimidad sanchista, explican el peor registro socialista en 40 años.

Culpar del descalabro sufrido a la «desmovilización de la izquierda», es un punto de partida raquítico para cuanto tiene que replantearse un partido que ha perdido su feudo electoral más fiel, sobre todo cuando el mapa andaluz ha tornado a azul intenso monocolor y ‘santuarios’ socialistas como Dos Hermanas o Alcalá de los Gazules votaron mayoritariamente al PP este domingo. Los alcaldes socialistas, hoy ya representantes de la aldea gala del socialismo andaluz, -que deben ser catequistas en el vocabulario de García-Page sobre lo que va a misa en el PSOE del sanchismo- tienen desde anoche similar inquietud que el presidente castellanomanchego a menos de un año de las municipales.

Cabría preguntarse en eso de la desmovilización dónde han ido los votos de la izquierda radical, posiblemente perdidos en el galimatías de siglas de la imposible unidad de sus siglas. En el viaje que dividió en dos a Adelante Andalucía han perdido diez escaños. El nonato proyecto de Yolanda Díaz puede tomar buena nota de este rechazo andaluz a los radicalismos.

Para cualquier observador sin memoria de los vaivenes de sus siglas el resultado de Ciudadanos es una muestra de la ingratitud de la política. Fiel y solvente socio de gobierno, perdió ayer toda su representación, 21 escaños. Su reflexión hoy es la de un ‘ser o no ser’, como el que Juan Marín, el leal vicepresidente, pronunció ante la calavera de la derrota anunciando que deja sus cargos en un partido cuya propia existencia está en duda. Con liberales de centro como Moreno es imposible.


ABC





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