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Reflexión por Carlos Guillermo Cárdenas

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Carlos Guillermo Cárdenas D.


En los últimos meses, tal vez en los últimos años, sectores académicos y profesorales, representantes del sector administrativo y de servicio de la Universidad de los Andes, así como estudiantes han asomado mi nombre para las próximas elecciones rectorales. La incertidumbre sin tiempo a futuro se vislumbra con fecha incierta para elegir a la próximas autoridades rectorales y decanales de la institución. La situación universitaria presente es compleja y confusa. Múltiples factores inciden y conciertan para esa complejidad en el quehacer electoral. La diáspora profesoral y estudiantil ha golpeado tanto a la institución que las aulas y laboratorios presentan un escenario desierto y desolador. Las autoridades rectorales y decanales, como las jefaturas departamentales e institutos de investigación están atadas al dictamen de la jerarquía nacional. La desmotivación para labor académica de enseñanza e investigación ha sido tan profunda que los centros de investigación mantienen una actividad mínima y muy limitada. El deterioro de la planta física no tiene parangón en los últimos cien años.

El reto que se les presentará a las próximas autoridades es un desafío a la excelencia en el rendimiento académico. La Universidad no debe aislarse de su entorno tanto local como regional y allende las fronteras nacionales. La ciencia y la investigación de los tiempos presentes tienen un carácter universal. Los medios modernos y avanzados de las comunicaciones los ha globalizado. La investigación que pueda realizarse en Japón y en China no puede estar desconectada de la realizada en Europa y América. Tanto las llamadas ciencias duras como las ciencias sociales, las ciencias de la salud y el arte, todas no están ausentes del avance en los últimos cincuenta años, tal vez el cambio más veloz que ha sufrido la humanidad. En ese desarrollo espectacular, las universidades no pueden estar ausentes. Pues pareciera que las corporaciones nacionales e internacionales les han quitado espacio a las instituciones de educación superior. La cantidad astronómica de recursos que las corporaciones invierten en investigación y ciencia sobrepasa con creces la invertida por las instituciones educativas superiores.

Todo lo anterior configura un escenario que exige una sindéresis realista para abordar con ventajas el desarrollo y crecimiento de la misión encomendada a las Universidades. De allí que quienes aspiren dirigirla en los próximos lustros, deberían estar conscientes del tamaño desafío que se les presentará.

En ese contexto, tengo claridad conceptual de lo que se avecina. Nada fácil será abordar los problemas prioritarios que exigen la oferta de soluciones concretas y efectivas.

Hace unos meses señalé que a la Universidad había que refundarla. El término no fue aventurado. La expresión tiene sentido en la medida que conozcamos el estado que le corresponderá a las próximas autoridades rectorales recibir a la Universidad. Será quijotesca la gestión a desarrollar.

En lo personal, hace más de cuatro lustros aspiré a la rectoría de la Universidad. El claustro decidió por otra opción. Desde entonces retorné a mi nicho natural el Hospital. Aquí he desarrollado mi actividad académica y universitaria. Durante 17 años dirigí el Instituto de Investigaciones Cardiovasculares de la Facultad de Medicina. Actualmente continúo participando en la actividad académica del Instituto y como médico clínico al servicio del paciente enfermo del corazón.

Mi conciencia me dicta que una reflexión sobre los pasos en los días venideros es necesaria. La Universidad cuenta con valores de mucha altura académica para dirigirla. Seguro estoy que lo harían mejor que este modesto servidor de la causa universitaria. El tiempo permitirá definir qué es lo mejor para la institución universitaria. Siempre tendré un gran respeto y consideración hacia mis colegas profesores, estudiantes, empleados y personal de servicio. Para ellos mi afecto estará en lo más profundo de mis fibras humanas. Dios salve la Universidad de Los Andes.

Mérida, primero de julio de 2022

Carlos Guillermo Cárdenas D.

Profesor titular. Instituto de Investigaciones Cardiovasculares. Escuela de Medicina. ULA




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